Abaltzisketa (1955)
Uno de los quince pueblos guipuzcoanos que desde antaño envía sus rebaños de ovejas y otros ganados (yeguas, vacas, cabras) a la Sierra de Aralar es Abaltzisketa. Este municipio se sitúa al norte de la sierra a la que se accede por el barrio de Lizarraitz y en 1955 contaba con 12 pastores[1].
En la localidad existía por entonces la clara conciencia de que antaño los pastores que ascendían al Aralar eran muchos más.
La mitad de esa docena de pastores llevaban sus rebaños a los pastos municipales, erri-larreak, que se localizan entre los montes Txindoki (1.346 m) y Gaztelu (904 m). Los demás se adentraban en el interior de la sierra y pastaban en terrenos regentados por la Unión de Enirio-Aralar/Enirio-Aralar Unioa.
En estos pastos altos, larrepideak, considerados de buena calidad por los pastores, permanecían desde finales de abril hasta comienzos de noviembre bajando al pueblo una vez por semana. Aunque no era un hecho común, había pastores sobre todo de Amezketa y Zaldibia que permanecían en la sierra con su familia.
Ya por aquellos años la construcción de txabolas y otras edificaciones estaba regulada por la Unión de Enirio-Aralar. Ella indicaba al pastor el lugar adecuado; pero si alguna txabola había quedado vacía la Unión le obligaba a ocuparla. Para ello se tenía en cuenta la distancia que tenía que recorrer para llevar las ovejas a pastar.
Casi todas las txabolas se hallaban ubicadas en lugares protegidos y al abrigo de los vientos, junto a arbolado y próximas a alguna fuente o arroyo.
Por los años cincuenta las txabolas de Aralar seguían siendo de dimensiones reducidas; no sobrepasaban los cuatro metros de largo y los dos de ancho y a su interior se accedía por una puerta estrecha y baja. Pero antes de llegar a esta puerta, casi todas disponían de un recinto cerrado a modo de vestíbulo donde algunos pastores encendían el fuego y apilaban la leña.
El interior era oscuro y estaba habitualmente lleno de humo que procedía del fogón que estaba a mano izquierda de la puerta. Más hacia dentro, en el lado derecho, se encontraba el camastro que hasta entonces había sido de brezo bien igualado y por entonces comenzaba a ser de colchón de lana. En la parte trasera se ubicaba el depósito de quesos, gaztandegia, hecho con unas tablas colgadas y donde las piezas, al tiempo que se ahumaban, aguardaban su venta.
Los pastores más ancianos de esos años cincuenta no habían borrado de su recuerdo la gran preocupación que causaba antes la presencia del lobo en la sierra[2]. Debido al daño que éste podía causar al pastor apenas se permitía separarse del rebaño durante el día y, por la noche, encerraba las ovejas en el cercado alto de piedra, zerkea, que levantaba alrededor de la txabola.