Evolución de la cabaña bovina
En un buen número de poblaciones se ha constatado la evolución que ha experimentado la cabaña ganadera en lo referente a su composición racial a lo largo del siglo XX. La incorporación de nuevas razas ha sido común en la mayoría de los territorios y el criterio que ha primado en dicha introducción ha sido el de la productividad, tanto en lo que respecta al ganado de leche como al de carne.
En Urduliz (B) han sido fundamentalmente dos las razas de vacas conocidas: la holandesa y la suiza. Las holandesas, blancas y negras, pintak, se tenían para leche, esnerako. Aunque no había vacas propiamente para carne, cuando dejaban de dar leche se vendían al carnicero, gero okelara kentzen ziran danak. Las suizas, de color marrón, se usaban antiguamente para el yugo ya que eran más fuertes. Daban menos leche que las holandesas pero de mejor calidad. Para las labores del campo siempre se escogían las de menor producción ya que de por sí, tras una jornada de trabajo, apenas proporcionaban leche.
Las castañadas, eran el resultado del cruce de un novillo suizo con una vaca pinta. Tenían color chocolate y daban bastante leche. También se ha constatado la existencia de vacas asturianas que proporcionan poca leche.
En los años sesenta, cuando se comenzó a practicar la inseminación artificial, se introdujeron otras razas como la charolesa y la limusina. Las charolesas son de aptitud cárnica, okelarako, y se venden cuando tienen aproximadamente un año. Las limusinas, mimosiñak, son rojizas. Se crían también para carne. Se caracterizan por poseer unos cuartos traseros muy anchos y proporcionar terneros de muy buena calidad para carne.
Por lo que respecta a los bueyes había varias clases: gorriak, baltzak, salamankeñuak, kastaiñoak y erri-idiak. Estos últimos eran rojizos y tenían una franja más oscura. Había otra clase conocida con el nombre de durangoak, con ejemplares mucho más claros que los demás, prácticamente grises.
En la zona del Guerniquesado (B) a principios de siglo se tenían vacas de las denominadas suizas, suizak, que eran grises con el lomo blanco. Esta raza se conocía también como pardoalpina. Se destinaba al trabajo en la labranza y a criar, vendiéndose los novillos para carne. Se mantuvo hasta los años treinta. Más o menos al tiempo que las suizas convivieron con ellas las asturianas, asturianak. Eran rojizas con el cuello negruzco. Se dedicaban a carne y a la labranza. Hacia mediados de los cincuenta se trajeron otras vacas, pintas, nabarrak, destinadas principalmente a la producción de leche, sin excluir la venta para carne. Se importaron de Holanda y de ahí que además de nabarrak se les conociera también como holandesak. Hacia los años sesenta se introdujeron unas vacas blancas para carne denominadas charolesas, txarolesak. Posteriormente se han incorporado dos razas que son las que hoy día se explotan: pirenaica, que es rojiza y se destina a carne y limusina, mimosiña, que también se destina a carne y es rojiza pero más oscura que la anterior.
En Carranza (B) a principios del siglo XX el censo de ganado se componía mayoritariamente de vacas de monte o monchinas además de la pirenaica, muy degenerada, la tudanca y cruce de ambas. En los años veinte la economía carranzana comenzó a encaminarse hacia la explotación de ganado vacuno de leche y avanzados los años treinta las razas predominantes eran ya la holandesa o frisona y la suiza Schwitz o pardoalpina junto con otras de carácter mixto. Esta última alcanzó su máxima importancia precisamente en el primer tercio del siglo al ser utilizada como animal de tiro y por su doble aptitud cárnica y lechera. La aparición de las centrales lecheras a mediados del siglo XX supuso la extensión de la frisona en detrimento de la suiza, de la que actualmente apenas quedan ejemplares. Durante la década de los ochenta, coincidiendo con la incorporación a la Comunidad Económica Europea se produjo un periodo de desconcierto entre los ganaderos. Los difíciles pero constantes mercados de la leche y de la carne comenzaron a sufrir importantes fluctuaciones. Esto provocó que los pequeños ganaderos orientasen sus esfuerzos unas veces hacia la producción de leche y otras hacia la de carne, en función del mercado. Hubo quien lo hizo comprando ejemplares de raza pura, pero la mayoría, gracias a la disponibilidad de la inseminación artificial, lo intentaron cruzando repetidamente ejemplares descendientes de frisonas o mixtas con semen de toros de otras razas como la pirenaica, la limusina y la charolesa. Esta mezcla quedaba patente al asistir al ferial ganadero del Valle y comprobar la variada gama de colores de los becerros que allí se ofrecían y que hasta pocos años antes eran en su mayoría pintos. En un censo realizado a finales de los ochenta la mayoría de la cabaña estaba formada por vacas frisonas u holandesas (88%). Dentro de las razas productoras de leche se criaba también ganado jersey. En cuanto al ganado productor de carne la mayoría estaba constituido por monchina pura y mestiza y en menor cantidad limusina, pirenaica y suiza. También se explotaban otras razas minoritarias como charolesa y asturiana, apareciendo testimonialmente devon, angus, ibérica y hereford.
En Triano (B) hasta la mitad de siglo XX, en muchos hogares había una vaca o novilla de raza holandesa o frisona, suiza o mestiza de suiza y pirenaica. A partir de los cincuenta fueron naciendo pequeñas explotaciones familiares de vacas suizas y holandesas con el fin de producir leche. Posteriormente se han introducido en estas pequeñas industrias familiares las razas jersey y limusina, la primera para leche y la segunda para carne.
En Agurain (A) se ha criado la raza vasca o pirinaica desde muy antiguo. En el primer tercio del siglo XX se introdujo la vaca suiza. Hacia los años cuarenta se incorporó la llamada santanderina y en el último cuarto de siglo la holandesa de raza frisona y la pardoalpina. Entre el ganado de monte consideran el ya citado pirenaico, además del limusín y el charolés, que se han adaptado muy bien al clima y al lugar.
En Ezkio (G) es difícil encontrar hoy en día entre el ganado razas puras. Por ejemplo, se crían tanto vacas mestizas como puras. El que se produzca mestizaje demuestra que no hay preocupación por mejorar las razas de cara al futuro y que los cruces se hacen de cualquier manera. Los más comunes son los siguientes: charolesa con limusina, pirenaica mestiza, pirenaica azul (pirenaica cruzada con asturiana) y vaca castaña. Entre las razas puras se han criado la pirenaica que es autóctona y que como proporcionaba poca leche fue sustituida por otras de aptitud lechera como las suizas y pintas; la asturiana, negra, fuerte y de poca leche, conocida en los caseríos de Ezkio desde hace mucho tiempo; la suiza, que se introdujo antes que la holandesa, y esta última, también llamada bei pinta comenzó a conocerse después de la guerra. Llegó entonces a esta localidad un pastor de ovejas que con el tiempo dejó el rebaño y comenzó a trabajar como tratante. Se desplazaba a ferias lejanas (Vitoria, Santander) y a raíz de este comercio comenzaron a conocerse las vacas pintas y de otras razas. También se ha criado la charolesa, de carne, de la que no hay muchos ejemplares. Y últimamente la denominada como de Dinamarca, una nueva raza, en apariencia igual a la pinta. A mediados de los noventa comenzó a expandirse por toda la provincia.
En Hondarribia (G) la pirinaica, llamada también gorri o del país, se criaba para carne; hoy en día quedan muy pocas cabezas. En tiempos pasados la principal raza que se explotaba era la suiza o pardoalpina. La pinta o frisona, también llamada holandesa, se ha empleado para leche. Los productores de ésta han optado por la suiza o la frisona y los que se dedican a la carne por la limusina y la blonda. Estas últimas tienen la ventaja de que mientras que la antigua suiza no se sacaba al monte todo el año porque no soportaba las condiciones climatológicas adversas, éstas pueden pasar prácticamente todo el año fuera y sólo en inviernos muy duros es necesario suplementarles la alimentación.
En la actualidad se observa un panorama muy similar en todos los territorios, decantándose cada área por el ganado de leche o de carne en función de las características climáticas o de mercado, pero estando constituido cada tipo de ganado por las mismas razas. Aún se conservan en algunas poblaciones las razas autóctonas ya que gracias a su perfecta adaptación al medio pastan en montes de difícil aprovechamiento y sin requerir demasiados cuidados; con todo, sus efectivos son menores que antaño.