Comunales de las Améscoas

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Améscoa Baja cada uno de los lugares o pueblos tiene su monte comunal propio para uso y disfrute de sus pastos por parte de los vecinos del respectivo concejo. Además, el municipio cuenta con sus montes comunales en los que todos los vecinos del valle tienen derecho a que sus ganados gocen del pasto (hierba y bellotas) y las aguas. En Améscoa Alta, formada por municipios independientes, Larraona, Eulate y Aranaratxe, cada pueblo tiene asimismo su monte comunal.

Además de gozar de los pastos de sus comunales, los vecinos tenían derecho a beneficiarse de los demás recursos que proporcionaban los montes. Para que el aprovechamiento fuese equitativo, los concejos en sus montes y los ayuntamientos en los del municipio señalaban anualmente a cada vecino su «lote de leñas de hogar», «suertes de hoja para las cabras»[1] y «suertes de hoja para las cuadras»[2]. Estas suertes y lotes se conocen también con el nombre de «aprovechamientos vecinales». Además, había otros productos que servían de comida al ganado porcino, como el helecho, las ortigas, los porrus[3] y el muérdago, que, por su abundancia, estaban a disposición del vecino que los quisiera aprovechar.

La interpretación y salvaguarda de las Ordenanzas por la que se rige el uso de los comunales municipales corresponde al ayuntamiento del valle, en tanto que en el monte Limitaciones, al que tienen derecho los pueblos de las dos Améscoas (Alta y Baja), el cumplimiento de la normativa debe ser controlada por la Junta administradora del monte, formada por los ayuntamientos de ambos valles.


 
  1. En septiembre se repartían a todos los vecinos lotes de ramas de roble a los que llamaban «suertes de hojas para las cabras». Comisionados del concejo marcaban los robles en que se podían cortar brotes tiernos; esos árboles eran agrupados en lotes que se sorteaban entre los vecinos (de ahí el nombre de suertes). Los vecinos podaban los árboles y, una vez curada la hoja al aire y al sol, agavillaban las abarras (ramas) y acarreaban las gavillas que conservaban para pienso de las cabras en el invierno.
  2. La hoja desprendida de los árboles era, décadas atrás, imprescindible para cama del ganado. Gracias a ella producían abundante fiemo o estiércol, único abono de que disponían para fertilizar las piezas de labranza. Del monte Limitaciones podían bajar cuanta hoja de haya quisieran sin pagar canon alguno; pero era mucho mejor la hoja de roble y ésta sólo se encontraba en los montes comunes de Lóquiz y en los de los concejos. Por San Andrés, el 30 de noviembre, se autorizaba la recogida de la hoja de roble en el monte de Lóquiz.
  3. Planta acebollada que abunda en la Sierra de Urbasa, a la que se cortaba el tallo.