Allo

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Las chozas ubicadas en los pastos de montaña estaban construidas con piedra y madera; la cubierta estaba formada por lajas de piedra. Generalmente eran de pequeñas dimensiones aunque había mayores que permitían el alojo de varios pastores del mismo pueblo o de localidades vecinas, que hubieran trabado amistad en años anteriores. En ellas guisaban la cena los pastores y dormían durante la noche. Uno de ellos subía con un zagal que hacía las veces de cabañero; entre sus quehaceres estaban el aseo de la choza, la custodia de las pertenencias de los pastores y el suministro de pan, aceite, vino y otros artículos que se compraban en los pueblos vecinos.

Corrales y rediles. Había pastores que cerraban el ganado en unos apriscos formados con una cerca compuesta por matas de espino de poco más de un metro de altura. No tenían cubierta alguna y los llamaban setos.

Todavía no hace muchos años, en cualquier punto del campo podían encontrarse corrales en los que pernoctara el ganado lanar o se resguardara en caso de mal tiempo. También se recogían en ellos las ovejas durante las horas más calientes de los días veraniegos, cuando el sol caía a plomo y el pastor las reunía a sestear.

En el año 1978 se inventariaron[1] 28 corrales, la mayoría ruinosos y muy pocos en activo. Desde entonces los que quedaban han entrado en fase de ruina o han desaparecido por completo.

De los 28 corrales 5 pertenecieron al municipio y estaban situados en Monte Ezquivel (4) y en Valdemuriel (1).

Los restantes eran de particulares y pertenecieron a los principales agricultores de la localidad; algunos de ellos tenían dos y hasta tres corrales.

Existía un pacto no escrito entre ganaderos y agricultores, según el cual los primeros podían guardar sus rebaños en los rediles, a cambio del estiércol o chirria que dejaba el ganado y que al final del verano usaban los labradores para abonar sus fincas. La reposición de la paja limpia corría por cuenta de los dueños del corral.

La fábrica de los corrales era muy elemental; disponían de un primer compartimento al aire libre, cercado con tapia de piedra y otro cubierto que comunicaba con el primero a través de una o dos puertas. Solían estar orientadas al poniente o al oriente pero nunca de cara al cierzo. Adosada a ambos estaba la cabaña del pastor.

El pabellón cubierto solía estar dividido en dos compartimentos; se dejaba el más pequeño para los corderos que todavía no salían a pastar. Excepto unos pocos, todos eran de una sola planta. En los que tenían dos, la segunda era más pequeña, y se utilizaba casi siempre como pajar o más raramente como alojamiento para el pastor.

La mayoría estaba construida en piedra de mampostería, con sillares en el enmarque de la puerta y de las ventanas. En los que se edificaron dentro de monte Ezquivel, se utilizó la piedra de yeso muy abundante en el término. Las vigas eran de madera, generalmente de chopo, y la cubierta de teja árabe. Los huecos de ventanas eran pequeños y altos. Por lo general, también solía haber pesebres o comederos en la zona cubierta del corral.

Un elemento que nunca faltaba era la cabaña para el pastor: solía ser pequeña, independiente del corral, pero sin salirse de él; con puerta baja y estrecha y un par de aspilleras a modo de ventanas.

En las antiguas bordas el tejado estaba formado por lajas de piedra.


 
  1. José Ramón MACUA. «El aprovechamiento animal en la Villa de Allo» in CEEN, XI (1979) pp. 363-371.