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Reparto de responsabilidades entre los padres

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En Hondarribia (G) cuando los niños eran pequeños dependían sobre todo de su madre. Cuando comenzaban a trabajar, algo que hacían progresivamente y con total dedicación a partir de los catorce años, ayudaban al padre; así que había más unión entre la madre y las hijas por un lado y el padre y los hijos por otro. La madre enseñaba a las hijas las tareas domésticas como cocinar, lavar, coser, planchar, etc., y el padre a los hijos a uncir los bueyes, layar, escardar, plantar y otras actividades similares. En el barrio pesquero los jóvenes comenzaban pronto a ayudar en los barcos de pesca y en ellos se iniciaban en el oficio. Algo similar ocurría con los hijos de los artesanos, que aprendían de sus padres. Esta forma de enseñanza y de vida creaba unos fuertes lazos de unión familiar. En la educación religiosa se iniciaba a los niños desde muy pequeños y de ella se ocupaba la madre o la abuela si vivía en la misma casa. También se les enseñaba a leer, escribir, contar, etc., conocimientos que completaban en la escuela, donde entraban con unos seis años hasta los catorce, en que la abandonaban tras hacer la comunión solemne o segunda comunión.
[[File:FIGURA2.png483 Itailaren atzetik aprendiendo a trabajar con el padre. Zeanuri (B) 1920.JPG|frame|RTENOTITLE_FIGURAItailaren atzetik, aprendiendo a trabajar con el padre. Zeanuri (B), 1920. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa: Fondo Felipe Manterola, con un particular agradecimiento a su nieto Mikel Manterola.]]
En Altza y Legazpi (G) después de la edad escolar, en general, para que ayudaran en las labores del caserío, el padre se ocupaba de los hijos y la madre de las hijas. Luego los muchachos seguían el oficio del padre o aprendían otro y las muchachas permanecían en casa hasta casarse dedicadas a cocinar, a la costura, etc.
En Zeanuri (B) en la educación doméstica tradicional la cualidad más estimada y valorada en los hijos era su afición al trabajo, ''mutil / neska fine''. Esta cualidad determinaba quién era el más apto para quedarse al frente de la casa. Hoy día los padres valoran más en los hijos la inteligencia y la capacidad para los estudios y les preguntan sobre su futura vocación u oficio. Favorecen en la medida de lo posible sus aficiones y procuran que lleguen a ocupar una posición mejor que la que ellos tuvieron en vida. Las profesiones más corrientes para los muchachos en tiempos pasados fueron las de carpintero, ''arotz''; cantero, ''argin''; herrero, ''erremantari''; etc., de no ser que entraran como peones en las industrias o se dedicaran a las labores de labranza o pastoreo en la casa familiar. A mediados del siglo XX se instauró en el pueblo una escuela profesional para que los chicos que entraran en la industria lo hicieran con un grado mayor de cualificación. Muy pocos estudiaron una carrera hasta los años setenta, hasta esas fechas el término estudiante, ''estudiantea'', era sinónimo de seminarista o aspirante al sacerdocio. Con posterioridad los estudios medios se han generalizado y los superiores se han hecho más corrientes. Hasta los años setenta, las familias procedían de la misma manera con las chicas. Eran pocas las que aprendían un oficio, que siempre era el de costurera, ''joskilia''. Las muchachas, de no ser que entraran en religión, iban a servir a casas de familias de la burguesía de Bilbao. Este periodo de servicio se consideraba instructivo y educativo para una joven que iba a ser ama de casa. Permanecían sirviendo hasta casarse. Hoy día este panorama ha cambiado de forma radical, sobre todo en lo que se refiere a las jóvenes. El aprendizaje de las profesiones se hace en la escuela profesional, abierta también a ellas desde los años setenta. Muy pocas entran a servir en casas privadas. En la sociedad tradicional los padres daban todas las facilidades para que sus hijos o hijas abrazaran el estado religioso. La razón de esto, según los informantes, estaba en que la entrada en el convento libraba las más de las veces a los padres de la carga de la dote. Por otra parte era un título de prestigio para la familia tener un hijo o hija religioso. El flujo de vocaciones religiosas, que ha sido muy abundante tradicionalmente, se interrumpió en los años sesenta coincidiendo con la última crisis general de la sociedad rural.
[[File:FIGURA2.png484 Desde niñas aprendiendo los quehaceres diarios. Bizkaia principios del siglo XX.JPG|frame|RTENOTITLE_FIGURADesde niñas aprendiendo los quehaceres diarios. Bizkaia, principios del siglo XX. Fuente: Abaitua, Eulalia. Mujeres vascas de ayer. Bilbao: Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco, 1990, fotografías 26, 57 y 32.]]
En Berastegi (G) la autoridad de los padres sobre los hijos fue en tiempos pasados férrea. Incluso eran ellos quienes decidían enviarles al seminario o al convento sin consultarles. La vida era dura, sobria, con numerosa prole y con dificultades para alimentarla. Así que los padres tomaban la decisión de “repartir” las bocas de forma que alguna hija fuera a servir de criada o ingresara en un convento; para los hijos la salida era emigrar a América o también el seminario o un convento. En la educación de los hijos la única que desempeñaba algún papel era la madre, el padre se desentendía salvo en raras excepciones. Ella seguía de cerca la marcha de los estudios primarios y les ayudaba a hacer los deberes. Hasta los doce años los hijos acudían a la escuela del pueblo y colaboraban en las tareas domésticas. Hoy día la situación es bien distinta, los hijos acuden a estudiar a Tolosa y apenas participan en las labores de la casa. En cuanto cursan los estudios obligatorios comienzan a trabajar en alguna empresa, se compran un automóvil y se limitan a ir a comer y dormir a la casa familiar. Se ha producido una ruptura generacional y la autoridad de los padres está atenuada.
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