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Ritos funerarios en Gamboa (Alava)

7 bytes eliminados, 16:56 27 feb 2019
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Dejando aparte los cambios administrativos ocurridos durante el siglo XX en los municipios de la zona, culminados con la disolución del Ayuntamiento de Gamboa, el mayor cambio vino dado por la construcción del embalse del Zadorra en 1957. Esta magna obra provocó la desaparición, bajo las aguas o por influencia directa de ellas, de los pueblos de Orenin, Azua, Garayo, Zuazo de Gamboa, Mendizabal y Landa. Ullíbarri-Gamboa y Nanclares se vieron anegados parcialmente estando el segundo prácticamente despoblado. Marieta y Larrinzar apenas se vieron afectados por las aguas en sus tierras pero vieron descender fuertemente su población. Esta drástica disminución de la población marca dos etapas de la vida de Gamboa: antes y después de construir el embalse. Por esta razón, en este trabajo que ahora presento se hace continua referencia al antes y después del cierre de la presa en 1957 que rompía con muchas tradiciones y rituales y provocaba la aparición de otras nuevas más adaptadas a la mentalidad moderna urbana.
En mis anteriores entregas sobre «la alimentación» y «juegos infantiles» estudié las localidades de UllíbarriGamboa, Landa y Nanclares de Gamboa Para el presente trabajo me he seguido centrando en dichos núcleos pero he añadido algunos datos de otras dos locali- dades localidades de Gamboa: Marieta y Garayo que en la actualidad no pertenecen al municipio de Arrazua Ubarrundia sino al de Barrundia. Garayo es, al igual que Nanclares de Gamboa, un lugar prácticamente despoblado (sólo tiene dos habitantes) desde la construcción del embalse en 1957. Marieta es el pueblo más habitado del antiguo municipio de Gamboa después de UllíbarriGamboa. Para tomar más en cuenta los datos de ambos pueblos hubiera sido necesario contar con más informantes de esas localidades pero hasta la fecha no lo he intentado. Lo único que hago es tomar en consideración dichas informaciones recogidas de personas residentes en Landa y Ullíbarri-Gamboa.
En caso de muerte, las relaciones se multiplicaban y la solidaridad aumentaba relegando en muchas ocasiones la enemistad existente. Cuando alguno de la casa moría, sobre todo si era el cabeza de familia, los vecinos de todo el pueblo y los familiares que vivían cerca acompañaban en el dolor a los afectados y ayudaban en las labores de la casa y en las faenas agrícolas. También acudían al velatorio y allí rezaban el rosario. Los familiares y vecinos más allegados se quedaban toda la noche velando el cadáver.
A veces, una sola persona protagonizaba parte de la ayuda desinteresada de los vecinos. Este era el caso de Pedro Martínez, en Ullíbarri-Gamboa, el cual se encargaba de todos los preparativos para llevarse a cabo el funeral y el entierro (avisos a los curas, compra de la caja, preparación de la mortaja y del entierro, ayu- da ayuda en el banquete, etc.). En los caseríos aislados, la ayuda venía dada por los caseríos más cercanos y por los vecinos del pueblo con los que tenían más confianza. En los casos más necesitados de ayuda, los vecinos del pueblo formaban «vereda» para completar las tareas agrícolas de la familia afectada.
Al funeral y entierro acudía y sigue acudiendo toda la gente del pueblo dejando las labores agrícolas, aun en épocas de siembra o de recolección.
El toque consistía en «repicar» alternativamente y de manera espaciada las dos campanas gemelas agarrando los badajos cada uno con una mano. Para diferenciar la muerte por sexos, cada cierto espacio de tiempo, en ese toque alterno, se daban tres toques o «redobles» con las dos campanas a la vez en el caso de que el fallecido hubiera sido hombre, y dos toques en el caso contrario. Un informante me ha apuntado que de ahí viene la famosa frase de «por quién doblan (o redoblan) las campanas». No todos recuerdan la diferenciación entre hombres y mujeres por lo que parece ser que este rito desapareció en algunos pueblos hace 30 ó 40 años.
Cuando el muerto era un niño o niña tocaban el  «esquilón» consistente en el volteo de una campana más pequeña por lo que el sonido era más débil. Un informante me ha señalado que, cuando tocaban el esquilón por un niño muerto, se decía que estaban tocando «a mortachuelo».
El encargado de tocar las campanas era el campanero, es decir, un vecino del pueblo que ejercía ese puesto permanentemente y que era pagado por ello. En Ullíbarri-Gamboa, al campanero le cedían en usufructo una finca propiedad de la iglesia llamada «la finca de las Aves Marías», situada junto al río Zadorra en dirección SE. En Marieta también se daba este hecho y la finca se llamaba de igual manera. También se daban momentos en los que el puesto de campanero tocaba «a renque», es decir, turnándose los vecinos cada cierto tiempo. En algunos lugares de Gamboa era el mismo sacristán el encargado de tocar las campanas. En la actualidad, la fórmula más habitual es la del turno entre todos los vecinos cada 15 ó 30 días.
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