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Trashumancias invernales mayores

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</ref> indican la importancia de este movimiento. Durante siglos la cabaña roncalesa ha oscilado entre las noventa mil y las cien mil ovejas, de las que la gran mayoría invernaba en la Ribera<ref>Otro dato histórico resalta esta vinculación: en el alarde de 1682 o alistamiento para defensa de la frontera, se censaron en Roncal 540 hombres de los que 260 se encontraban en las Bardenas.</ref>. Su número ha ido en declive, si bien en los últimos años se advierte una cierta recuperación, asimilándose los datos actuales de entrada de ganados trashumantes roncaleses a los de mediados del pasado siglo. Los recuentos recientes señalan que bajan de los valles 14.000 ovejas roncalesas y 8.500 salacencas, que apenas representan una cuarta parte del ganado total. Hoy en día son los pueblos congozantes de la Ribera, en condiciones de trashumancia menor, los que introducen la mayor parte del ganado.
Antiguamente muchos de los rebaños montañeses trashumantes eran propiedad de familias adineradas que enviaban a [[Pastores_de_grandes_rebaños|pastores a sueldo ]] a cuidar el ganado<ref>En el capítulo de esta obra titulado «Clases de pastores» se trata ampliamente esta materia.</ref>. Entre éstos existían distintas categorías: mayorales, rabadanes, za- galeszagales, burriqueros, etc. Por cada rebaño de 1.200 ovejas hacían falta siete hombres y circulaban hatajos de hasta 3.000 ovejas. Los rebaños actuales suelen ser propiedad de los propios pastores y hoy son raros los que llegan a las 1.000 cabezas. Los pastores bajan por parejas, de tal forma que uno se encarga de guiar el ganado por la cañada y otro de atenderlo.
En Otsagabia, según recuerdan los informantes, antaño los pastores contratados solían ser castellanos y aragoneses. Hoy en día la gran trashumancia es una actividad reservada a pastores veteranos que sobrepasan los 65 años y la mayoría llevan bajando a las Bardenas desde que tenían entre doce y catorce años. En Roncal se ha recogido el dato de que un único pastor soltero, que ronda los setenta años de edad, realiza en este momento (año 1999) la cañada completa a pie. Como quiera que la posibilidad de encontrar pastores jóvenes a sueldo es difícil, no es extraño que acompañen a los hatos de ovejas los hijos de los dueños, especialmente si son solteros.
Llueva o nieve, cuando los pastores han ido de cañada siempre han pernoctado a la intemperie junto al rebaño, para evitar que se dispersara durante la noche y poder espantar a los zorros que estaban al acecho de los corderos. Dormían en el suelo en una cama de saco y pieles de oveja. Ahora, a lo más se cobijan en una cabaña de las que jalonan la ruta o en una tienda de campaña. La excepción la hacían los roncaleses cuando pernoctaban en Sangüesa, parada importante de la cañada, donde solían dormir en una pensión. Por la noche aprovechaban para salir de juerga y gastar dinero, provocando no pocas disputas y alborotos. Actualmente no faltan en la furgoneta los sacos de dormir y las mantas.
[[File:3.194 Descanso en la cañada de los roncaleses.jpg|center|600px500px|Descanso en la cañada de los roncaleses. Fuente: Etniker Navarra (Iñaki San Miguel), Grupos Etniker Euskalerria.]]
Como los rebaños eran tan numerosos, tenían tendencia a juntarse y mezclarse. De hecho, estaba mal visto que un grupo se separara o tomara la delantera. También los pastores se solían juntar para comer y dormir. Por ello era necesario hacer frecuentes recuentos; a la hora de la comida se procedía a identificar a los animales y separarlos. Hoy día que el número de pastores por rebaño es menor también es preciso hacer frecuentes recuentos para comprobar si alguna cabeza se ha extraviado. En caso de que alguna oveja resulte herida durante el camino, se deja atada a una cabaña y se da aviso para que una furgoneta pase a recogerla.
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