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Ritos funerarios en Orozko (Bizkaia)

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La muerte se atribuye a causas naturales.
No parece exista la creencia de que el alma salga del cuerpo de una forma visible. Una de las informantes dice que su padre contaba que después de morírsele una hija pequeña fue al monte y una paloma blanca que era su niña se le apareció. ''Lo uniko, esaten auena gure aitek il zanean nire aiztetxue, txikerra, ba esan auen berari basora joan zanean paloma zuritxu bet aurretik urtein jakola, ta aixe el ei zan''.
En el momento del fallecimiento se ha asperjado con agua bendita la habitación para ahuyentar a los malos espíritus y no permitirle al demonio atrape el alma de quien acaba de morir.
A las colmenas se les ponía un trapo negro pues de lo contrario las abejas morían. ''Trapu baltza imini ezpabere il erleak. ''Según un informante, las abejas morían cuando lo hacía el dueño de la casa y lo atribuye a que posiblemente eran peor atendidas al fallecimiento del dueño.
Otro signo de duelo era despojarles del cencerro a las ovejas. Cuando el que moría era el padre se les quitaba a todas pero si era la madre se le dejaba puesto el cencerro a una, a la mejor oveja. Esta costumbre, que se perdió como tal hacia los años treinta, sigue vigente en el habla coloquial. Una de las informantes que desconocía tal práctica dijo que aquellos días había oído a su marido preguntarle a un pastor vecino que llevaba unas ovejas sin cencerro: ''Lutun daukazuz, ala...''?, ''¿Es que las tienes de luto?, y no se percató del sentido de la frase hasta conocer la costumbre.
Resalta otra de las informantes que sobrecogía ver pasar el rebaño de ovejas callando, silenciosas, sin que sonasen los badajos. También se les quitaba el cencerro a las vacas para que guardasen silencio en señal de luto.
Hoy en día, además de las campanas, se colocan esquelas en los diferentes barrios, siendo la agencia funeraria la encargada de su distribución. Van siendo cada vez más las familias que ponen esquelas en la prensa, aunque su número no alcance todavía la quinta parte.
Al producirse la muerte de una persona de la casa se ponía un paño negro en el «abejal», colmenar, ya que existía la creencia de que las abejas morirían deno cumplirse tal práctica.
Los niños solían ir amortajados de monaguillos y las niñas de blanco con una coronita de flores. A las hijas de María que fueran solteras se les ponía la medalla de la Inmaculada.
Una vez amortajado el cadáver se cubría la cama donde hubiera fallecido con una sobrecama limpia, sobre ella se colocaba el cuerpo y éste, a su vez, era cubierto con otra sobrecama, ya que el cadáver no era introducido en el ataúd hasta prácticamente el momento de sacarlo de casa. Esto se debía en parte a que el carpintero del pueblo necesitaba disponer de tiempo porque la caja la fabricaba expresamente para la no cumplirse tal práctica. persona fallecida.
Hace unos años se introducían en el ataúd las bulas que, si no se hubieran obtenido durante el año, se compraban en el momento del óbito con dicha finalidad.
En algún caso el sentimiento recogido es el que las bulas que se metían en el féretro de poco servían ya que Dios no necesita de justificantes para conocer el proceder de las personas. ''Nik ekosi dodaz ba bulak sartzea, baña ori bere atrasaduenak, pentseten dot, ba atxine egoten zirean an bulia ta aik ba topetan danak etxean pagaduik aik atautan eroateko, bai ori pagau badau, Jaungoikoak ez dau bear an erreziborik egin, Jaungoikoak baki errezibo barik be. ''.
Estas bulas de muertos, diferían de las bulas de ayuno y abstinencia, ''ilen bulak aparte ziren, '', y con ellas se conseguían indulgencias.
No era costumbre meter objetos en la sepultura. Cuando se inhumaba en la tierra, en alguna ocasión introdujeron en el ataúd un objeto metálico que sirviera para poder identificar el cádaver de su familiar en el futuro.
Tal como se describe en la respuesta a la pregunta 239 se preparaba en la habitación del enfermo un pequeño altar para recibir al Viático, consistente en un mantelito blanco que se colocaba sobre la mesilla, un crucifijo, dos candelabros con sus velas y el vaso con agua bendita y laurel.
Al fallecimiento del enfermo se sustituían las candelas por una lámpara de aceite que se mantenía encendida mientras el cadáver permaneciera en la casa. Antiguamente, a comienzos del siglo, la mecha que se utilizaba era la médula de un junco que se empapaba en el aceite y se encendía. ''Lanparea oriogaz eiten zan. Iei barruko zuna atera eta metxea ateraten zan eta aixe ixituten zan. ''.
Al ser las velas un bien preciado, parece que el motivo de cambiarlas por lamparilla de aceite era de orden económico, ya que la cera virgen obtenida de las abejas resultaba cara. En la actualidad se prepara el altar de igual forma, se usan velas y se encienden solamente si el sacerdote acude a rezar algún responso o en el momento del levantamiento del cadáver.
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