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Entierro de niño

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La tasa de mortalidad infantil fue muy elevada en tiempos pasados dentro del primer año de la vida del niño y sobre todo en los primeros días posteriores al parto. Así lo describió una de nuestras informantes de Donoztiri (BN): ''«Denboran, ohartu niz ainitz haur hiltzen zela sor eta biharamunean edo bi egun barre eta beste andana bat urte baten burian; hiru urte burian beste zonbaitzu, bainan gutio» . ''A esto se le conocía como ''«urtemina», ''los males del primer año. Por consiguiente, eran frecuentes los entierros de niños y estas conducciones y exequias tenían su singularidad.
[[File:7.103 Entierro de una niña. San Sebastian (G) 1922.jpg|framecenter|600px|Entierro de una niña. San Sebastián (G), 1922. Fuente: Archivo Aguirre. Donostia.]]
En otro capítulo de esta obra, al describir el ataúd, ya se ha mencionado que los féretros de los niños eran ajustados a su tamaño y su peculiaridad estribaba en ser de color blanco o en ir forrados de tela blanca. A ello hay que añadir la mortaja blanca, los anderos y acompañantes vestidos de blanco y las flores blancas<ref>Vide los capítulos ''Amortajamiento'' y ''El Velatorio ''(el ataúd).</ref>.
En el País Vasco continental se ha recogido que el cortejo del entierro de niño era similar al de adulto con las particularidades propias de que las distintas funciones estaban encomendadas a los niños. Aun así, en Zuberoa, con carácter general según los informantes, los hombres antiguamente tampoco formaban parte del séquito. En este territorio fue común, al menos hasta los años cuarenta, que alrededor del pequeño féretro fueran cuatro niños portando cirios<ref>Antiguamente ya se consignaron costumbres similares. Así en tiempos pasados en Azkoitia (G) durante la conducción eran niños los portadores de las hachas y velas de cera blancas que en la casa mortuoria habían estado alrededor de la caja. En la iglesia las hachas y las velas permanecían junto al cadáver y sobre el féretro se ponía un rollito de cera tirada blanca. A la sepultura también le acompañaban las luces y llegados al lugar del enterramiento entregaban la caja al enterrador. Concurría mucha gente del pueblo y tanto el representante del duelo como los demás vestían ropa buena pero de color. Antonio Mª de ZAVALA y AGUIRRE. “Los funerales en Azcoitia (siglo XVIII)” in RIEV, XIV (1923) pp. 586-587.</ref>. Fue común que los anderos se correspondieran con el sexo de la criatura fallecida. También en algunas localidades de Vasconia peninsular se conoció esta costumbre y se ha recogido que eran niñas las encargadas de la conducción, si el cadáver era de niña.
[[File:7.104 Entierro de un niño. Vitoria (A).jpg|framecenter|600px|Entierro de un niño. Vitoria (A). Fuente: Archivo Municipal Vitoria.]]
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