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Apendice Urak eta suak hartua / Herida mareada

511 bytes añadidos, 06:35 25 jun 2019
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__TOC__En tiempos pasados se pensaba que en caso de infección de las heridas convenía mantenerse alejado del mar dada su nociva influencia sobre las mismas; esta creencia estaba extendida tanto entre la gente de tierra como entre los pescadores. Para evitar su influjo pernicioso se llevaba ajo y sal en el bolsillo. En Vasconia continental mantenían la costumbre incluso cuando se cruzaba un puente sobre un río<ref>Ignacio Mª BARRIOLA, ''La medicina popular en el País Vasco'', San Sebastián: 1952, p. 26.</ref>.
Se recogió a principios del siglo XX en las poblaciones guipuzcoanas de Oiartzun e Irun que cuando una persona se había hecho una herida grande y debía desplazarse hasta un lugar para llegar al cual tenía que ver el mar, para que no se le “marease la herida” llevaba en el bolsillo, en un pañuelo o en un papel, ajo y sal<ref></ref>APDTambién en Oiartzun (G) se registró que si unoCuad. 1, como consecuencia de alguna herida, temía que le sobreviniese algún vahido al viajar, llevaba en el bolsillo un diente de ajo juntamente con un poco de sal<ref>ficha 90.</ref>.
También en Oiartzun (G) se registró que si uno, como consecuencia de alguna herida, temía que le sobreviniese algún vahido al viajar, llevaba en el bolsillo un diente de ajo juntamente con un poco de sal<ref>Recogido por José Miguel de BARANDIARAN: LEF. (ADEL).</ref>.
En nuestra actual encuesta de Astigarraga (G) se ha constatado esta misma creencia: cuando había que ir a Donostia teniendo una herida o rozadura que no revistiera importancia se llevaba en el bolsillo un pequeño paquete con sal y un diente de ajo: se juzgaba que la cercanía del mar y el viento salado perjudicaban las heridas. Se ha registrado igual costumbre en Goizueta (N).
Azkue recogió en Amezketa (G) que le crecería la cortadura o el mal grano que tuviera en el rostro la mujer recién parida, si caminaba mirando al mar, salvo que llevara en el seno sal y ajo<ref>Resurrección Mª de AZKUE. ''Euskalerriaren Yakintza''. Tomo I. Madrid: 1935, p. 348.</ref>. En Zarautz (G) para que no se infectara un grano, ''karramatxoa'', o una herida lo que se llevaba en el bolsillo era queso y sal<ref></ref>Recogido por Juan IRURETAGOYENA: LEF. (ADEL). En Vasconia continental se constató que para luchar contra la sobreexcitación provocada por el aire marino había que comer nueve granos de sal y nueve trozos de ajo<ref></ref>.
=== Diagnóstico En Vasconia continental se constató que para luchar contra la sobreexcitación provocada por el aire marino había que comer nueve granos de sal y tratamiento nueve trozos de la herida mareada ===ajo<ref>DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in ''Gure Herria''. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, p. 201.</ref>.
Cuando una herida se infectaba se decía que se había ''mareado''. La ''mareadura'', ''mareoa'', ocasionaba el ''pasmo'', ''pasmoa'', de la herida, contingencia producida por distintas causas en especial por la influencia del mar. El Dr. Barriola aduce el caso de un anciano que fue panadero == Diagnóstico y que en cierta ocasión se hirió la mano con un hierro al introducir los panes en el horno. Contuvo la hemorragia y se vendó con unas hilas. Por la tarde salió con un amigo y dieron un paseo cerca del mar entre la Avenida y el barrio tratamiento de Gros, en San Sebastián (G), cruzando el puente de Santa Catalina. Al anochecer advirtió por unas punzadas en la mano lesionada que la herida se había ''mareado ''a causa de su paseo. Recurrió entonces al ''agua de mareaduras'', ''mareo-ura''. Cogió un puchero de barro, lo llenó de agua y lo puso a hervir con tres hojas de laurel y doce blancas piedrecitas, llamadas piedras de sal, ''gatzarria'', de las que se recogían en la orilla de los regatos. Cuando el agua estaba en ebullición la vertió en una cazuela ancha y en el centro colocó el puchero invertido sin dejar salir las hojas y las piedras, que quedaban bajo él. Sobre su fondomareada ==
 Cuando una herida se infectaba se decía que se había ''mareado''. La ''mareadura'', ''mareoa'', ocasionaba el ''pasmo'', ''pasmoa'', de la herida, contingencia producida por distintas causas en especial por la influencia del mar. El Dr. Barriola aduce el caso de un anciano que fue panadero y que en cierta ocasión se hirió la mano con un hierro al introducir los panes en el horno. Contuvo la hemorragia y se vendó con unas hilas. Por la tarde salió con un amigo y dieron un paseo cerca del mar entre la Avenida y el barrio de Gros, en San Sebastián (G), cruzando el puente de Santa Catalina. Al anochecer advirtió por unas punzadas en la mano lesionada que la herida se había ''mareado'' a causa de su paseo. Recurrió entonces al ''agua de mareaduras'', ''mareo-ura''. Cogió un puchero de barro, lo llenó de agua y lo puso a hervir con tres hojas de laurel y doce blancas piedrecitas, llamadas piedras de sal, ''gatzarria'', de las que se recogían en la orilla de los regatos. Cuando el agua estaba en ebullición la vertió en una cazuela ancha y en el centro colocó el puchero invertido sin dejar salir las hojas y las piedras, que quedaban bajo él. Sobre su fondo puso una tijera, un cuchillo y un peine cruzados y sobre ellos mantuvo durante unos diez minutos la región afectada cubierta con un trapo. En el caso de que la herida estuviera ''mareada ''el puchero se tragaba el agua de la cazuela y el vaho atraía, ''tiratu'', el ''pasmo''. La operación se repetía durante unos días hasta lograr la curación. Este remedio con sus variantes ha tenido una amplia difusión<ref>Ignacio Mª BARRIOLA, ''La medicina popular en el País Vasco'', San Sebastián: 1952, pp. 26-27.</ref>.
En Sara (L) cuando una herida se infectaba se decía que probablemente estaba “''ura ta suak artua''”, afectada por el agua y el fuego, pues se creía que muchas heridas se infectaban por haber sido aproximadas demasiado al fuego y mojadas por el agua. En tal caso se hervía agua en un puchero de barro, ''lurrezko eltzea'', donde se hubieran introducido previamente siete o nueve piedrezuelas. Luego se echaba todo el contenido a una cazuela o vasija de boca ancha. El puchero quedaba en ella boca abajo de suerte que tapase las piedritas. Sobre el puchero, así vuelto, se colocaban tijeras abiertas o en cruz, sobre éstas dos ramas de laurel bendito también en cruz, sobre las ramas un peine y por encima de él, el miembro herido. Se debía permanecer así hasta que el agua de la cazuela se introdujese de nuevo en el puchero, lo cual ocurría al enfriarse el aire del interior y por tanto reducirse su volumen. Si el agua no volvía al puchero era señal de que la infección no era de las que llamaban ''ura ta suak artua''.
Juan Thalamas recogió esta misma práctica en Vasconia continental. Cuando una herida tendía a infectarse se remediaba recogiendo tres piedrecitas fuera de casa de tres sitios distintos que formasen entre ellos una cruz. En lugar de tres podían ser cinco, siete o nueve, siempre en número impar. Al volver a casa había que tomar tantas hojas de laurel y tantos pedazos de ajo como piedras se hubieran recogido. Todo ello debía ponerse en un cazo y hacerlo cocer en el fuego con dos o tres pintas de agua. Cuando ésta se hallaba hirviendo había que echarla a un pandero y poner en medio de éste el cazo boca abajo. Entonces había que tomar unas tijeras, una aguja y un peine y colocarlos en forma de cruz atados
 
 
 
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