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Apendice Urak eta suak hartua / Herida mareada

1017 bytes añadidos, 06:40 25 jun 2019
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En Sara (L) cuando una herida se infectaba se decía que probablemente estaba “''ura ta suak artua''”, afectada por el agua y el fuego, pues se creía que muchas heridas se infectaban por haber sido aproximadas demasiado al fuego y mojadas por el agua. En tal caso se hervía agua en un puchero de barro, ''lurrezko eltzea'', donde se hubieran introducido previamente siete o nueve piedrezuelas. Luego se echaba todo el contenido a una cazuela o vasija de boca ancha. El puchero quedaba en ella boca abajo de suerte que tapase las piedritas. Sobre el puchero, así vuelto, se colocaban tijeras abiertas o en cruz, sobre éstas dos ramas de laurel bendito también en cruz, sobre las ramas un peine y por encima de él, el miembro herido. Se debía permanecer así hasta que el agua de la cazuela se introdujese de nuevo en el puchero, lo cual ocurría al enfriarse el aire del interior y por tanto reducirse su volumen. Si el agua no volvía al puchero era señal de que la infección no era de las que llamaban ''ura ta suak artua''.
Juan Thalamas recogió esta misma práctica en Vasconia continental. Cuando una herida tendía a infectarse se remediaba recogiendo tres piedrecitas fuera de casa de tres sitios distintos que formasen entre ellos una cruz. En lugar de tres podían ser cinco, siete o nueve, siempre en número impar. Al volver a casa había que tomar tantas hojas de laurel y tantos pedazos de ajo como piedras se hubieran recogido. Todo ello debía ponerse en un cazo y hacerlo cocer en el fuego con dos o tres pintas de agua. Cuando ésta se hallaba hirviendo había que echarla a un pandero y poner en medio de éste el cazo boca abajo. Entonces había que tomar unas tijeras, una aguja y un peine y colocarlos en forma de cruz atadoscon un hilo, encima de la parte trasera del cazo. A continuación se colocaba la parte dañada del cuerpo encima de esta última cruz y todo tenía que quedar cubierto con una manta, hasta que el agua se enfriase. Se podía repetir esta operación varias veces, empleando siempre la misma agua<ref>Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in ''Anuario de Eusko-Folklore''. Tomo XI. Vitoria: 1931, pp. 63-64.</ref>.
    con un hilo, encima de la parte trasera del cazo. A continuación se colocaba la parte dañada del cuerpo encima de esta última cruz y todo tenía que quedar cubierto con una manta, hasta que el agua se enfriase. Se podía repetir esta operación varias veces, empleando siempre la misma agua<ref></ref>. En Goizueta (N) se conocía con el nombre de ''mareoa ''o ''mareora ''la situación en que las heridas presentaban un estado rebelde o de difícil curación. Los informantes señalan la relación entre ''mareora ''y la causa del empeoramiento de la herida que se atribuía a que se había mareado al sentir cerca la presencia del agua. Para evitar ''mariura ''se tomaban nueve hojas de laurel y el mismo número de pedazos de teja y de piedras blancas en un trapo con el que se hacía un hato. Se depositaba en una cazuela con agua fría al fuego y al romper a hervir se retiraba y se ponía invertida en el interior de una cazuela más grande; sobre su fondo se colocaban un peine y unas tijeras abiertas. El miembro afectado –normalmente se trataba de extremidades– se colocaba situando la herida justo encima del pasador de las tijeras. Si el agua subía al interior de la cazuela pequeña, era señal de que la herida estaba mareada; en caso contrario el dolor y el pus terminarían pronto. La operación se repetía tres veces.
En Liginaga (Z) para predecir el curso de una infección se empleaba el siguiente procedimiento, llamado ''suharraren egitea''. En una artesa o vasija que contuviese agua hirviendo se echaban tres piedritas. En la misma vasija se metía boca abajo una taza de barro de modo que tapase las tres piedras. Sobre la taza se colocaban cruzadas dos llaves y sobre éstas un peine de boj y una aguja. Si pasado un tiempo el agua se recogía dentro de la taza era señal de que la infección se curaría. De lo contrario no sanaba. Esta operación se repetía en tres ocasiones.
En Valcarlos (N) este remedio se utilizaba en la década de los setenta del siglo XX contra las infecciones fuertes y la erisipela. Se tomaban tres hojas y tres granos de sal; se recogían piedras en tres cruces de caminos. Se hervía  todo ello en una caldera, ''pertza'', y se introducía un puchero de loza, ''dupin lurrezkoa'', boca abajo. Se colocaban sobre él una cuchara y un tenedor de boj, ''ezpelezkoa'', en forma de cruz y encima de todo las tijeras, ''aizturrak''. Si la infección interesaba la pierna, se colocaba ésta encima de todos los objetos y se cubría con una manta. Señala la informante que no existía medicina como ésta para las infecciones de los pies<ref></ref>José Mª SATRUSTEGUIEn Oiartzun (G) para infecciones e hinchazones que venían, según se decía, del mareo empleaban este procedimiento: Se hacía hervir agua en un puchero de barro donde se hubieran introducido previamente cinco piedras blancas y cinco hojas de laurel. Se vaciaba el puchero, derramando su contenido en una caldera y poniendo aquél, boca abajo en este recipiente de suerte que cubriera las piedras y las hojas. Sobre el puchero se colocaban tijeras en cruz o abiertas; sobre éstas, dos ramitas de laurel también formando cruz; sobre el laurel, un peine; sobre éste, el miembro herido. Si el agua se retiraba introduciéndose espontáneamente en el puchero, era señal de que se retiraba la causa de la infección y ésta se curaría. Se repetía la operación varias veces, en número impar. En Lizartza (G) se ha constatado la misma práctica pero sin piedras<ref></ref>. En Banka (BN), según Azkue, a principios del siglo XX, para curar las inflamaciones, ''usiak'', se hacía hervir agua “La medicina popular en un puchero de barro, ''eltzea'', y el agua hirviente se echaba a una caldera, País Vasco” in ''bertza''. Se ponía luego el puchero boca abajo en la caldera y encima del puchero tres hojas Gaceta Médica de laurelBilbao, ''erramu-ostoa'', tres granos de sal, un peine y unas tijeras, ''aizturrak'', y sobre ellas se apoyaba el miembro inflamado: piedra, brazo, mano..LXXIII (1976) p. El agua penetraba en el puchero invertido523. Se hacía esta operación tres veces y así quedaba la inflamación curada<ref></ref>. En Lekaroz (N) recogió el P. Donostia en la primera década del siglo XX, que cuando el panadizo, ''inguruko mina'', se enconaba y presentaba mal aspecto, se decía que estaba “''urak'' 
''eta suak artua” ''En Oiartzun (atacado por el agua y el fuegoG). Para curarlo para infecciones e hinchazones que venían, según se decía, del mareo empleaban este procedimiento: Se hacía hervir agua en un puchero de barro donde se hubieran introducido previamente cinco piedras blancas y se vertía a una vasija; cinco hojas de laurel. Se vaciaba el puchero se ponía , derramando su contenido en una caldera y poniendo aquél, boca abajo dentro en este recipiente de ella suerte que cubriera las piedras y encima del las hojas. Sobre el puchero un peinese colocaban tijeras en cruz o abiertas; sobre éstas, sobre él dos ramas ramitas de laurel en forma de también formando cruz y encima unas tijeras abiertas; sobre el laurel, también en forma de cruz y un peine; sobre todo ello la parte dañadaéste, el miembro herido. Si la enfermedad era de las “tocadas” o ''urak eta suak artua'', toda el agua entraría dentro del se retiraba introduciéndose espontáneamente en el puchero , era señal de que se retiraba la causa de la infección y quedaría recogida dentroésta se curaría. Había que hacerlo Se repetía la operación varias veces, en cada ocasión, tres vecesnúmero impar. Si el mal no era del tipo En Lizartza (G) se ha constatado la misma práctica pero sin piedras<ref>José Miguel de BARANDIARAN. ''urak eta suak artuaMitología Vasca''. Madrid: 1960, el agua no se recogería en el puchero<ref>p. 41.</ref>.
En Ollo Banka (NBN), según constató también este autor por la misma épocaAzkue, a principios del siglo XX, para curar el panadizolas inflamaciones, ''inguruko mina usiak''o , se hacía hervir agua en un puchero de barro, ''barnetik ateraiaeltzea'', y el agua hirviente se recurría echaba a un remedio similaruna caldera, ''bertza''. En una cazuela de barro se ponían nueve piedras pequeñas y en ella se vertía Se ponía luego el agua hirviendo de otra cazuela que se colocaba puchero boca abajo dentro de en la primera caldera y cubriendo las nueve piedras. Sobre el recipiente invertido se posaban dos encima del puchero tres hojas de laurel en cruz, unas tijeras abiertas en forma ''erramu-ostoa'', tres granos de cruz también y sal, un peine. Se tomaban los vahos de esta agua caliente en la parte dolorida. Como llamaban a ésta una enfermedad del agua y fuegounas tijeras, entraba ''aizturrak'', y sobre ellas se apoyaba el miembro inflamado: piedra, brazo, mano... El agua penetraba en el puchero invertido. Se hacía esta operación tres veces y así quedaba la inflamación curada<ref>Resurrección Mª de arriba39AZKUE. ''Euskalerriaren Yakintza''. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 260.</ref>.
En Bozate Lekaroz (N) recogió el P. Donostia en los años setenta la primera década del siglo XX , que cuando el panadizo, ''inguruko mina'', se enconaba y presentaba mal aspecto, se decía que estaba “''urak eta suak artua''” (atacado por el agua y el fuego). Para curarlo se seguía practicando hacía hervir agua en un puchero y se vertía a una operación denominada vasija; el puchero se ponía boca abajo dentro de ella y encima del puchero un peine, sobre él dos ramas de laurel en forma de cruz y encima unas tijeras abiertas, también en forma de cruz y sobre todo ello la parte dañada. Si la enfermedad era de las “tocadas” o ''zeinatu urak eta suak artua''para averiguar la gravedad , toda el agua entraría dentro del panadizopuchero y quedaría recogida dentro. Había que hacerlo en cada ocasión, tres veces. Consistía Si el mal no era del tipo de ''urak eta suak artua'', el agua no se recogería en colocar unael puchero<ref>APD. Cuad. 1, ficha 58.</ref>.
En Ollo (N), según constató también este autor por la misma época, para curar el panadizo, ''inguruko mina'' o ''barnetik ateraia'', se recurría a un remedio similar. En una cazuela de barro se ponían nueve piedras pequeñas y en ella se vertía el agua hirviendo de otra cazuela que se colocaba boca abajo dentro de la primera y cubriendo las nueve piedras. Sobre el recipiente invertido se posaban dos hojas de laurel en cruz, unas tijeras abiertas en forma de cruz también y un peine. Se tomaban los vahos de esta agua caliente en la parte dolorida. Como llamaban a ésta una enfermedad del agua y fuego, entraba el agua en el puchero de arriba<ref>APD. Cuad. 7, ficha 778.</ref>.
En Bozate (N) en los años setenta del siglo XX se seguía practicando una operación denominada ''zeinatu'' para averiguar la gravedad del panadizo. Consistía en colocar una palangana con agua y taparla con un puchero puesto sobre ella. Encima del puchero volcado se ponía un peine, unas tijeras y un dedal. Si el agua ascendía por el puchero era señal de que el hueso estaba dañado y había que acudir al médico, porque todo este procedimiento no era curativo sino informativo<ref>Mª del Carmen AGUIRRE. ''Los agotes. ''Pamplona: 1978, p. 222.</ref>.
En Lapurdi para curar los edemas de los pies y de las manos se aplicaba el siguiente remedio: se ponían en un recipiente nueve granos de sal y el mismo número de guijarros pequeños, de dientes de ajo, de hojas de laurel y nueve gotas de agua bendita. Se volcaba este recipiente en un caldero de agua hirviendo y encima se colocaban unas tijeras y una gran aguja formando una cruz. Se ponía sobre ello el miembro afectado recubierto por un paño y en nueve días se curaba<ref>DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in ''Gure Herria''. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, pp. 201-202.</ref>.
Complementamos los testimonios etnográficos arriba transcritos con esta nota documental. En 1725 un decreto del Tribunal de la Inquisición de Logroño, prohibió en Navarra esta práctica que se utilizaba como remedio de las inflamaciones. El procedimiento consignado se describe como sigue: Calentaban agua con algunas yerbas y la echaban en una gamella, en la que ponían una olla boca abajo, sobre ésta un peine, sobre él unas tijeras, encima una aguja de coser y sobre todo ello la parte inflamada y cubriéndola con alguna ropa recitaban algunas palabras y oraciones y a veces el agua de la vasija se retiraba y se metía en dicha olla puesta boca abajo<ref>Tomás de ASCARATE. “De Historia Navarra. Supersticiones” in ''Juventud Católico-obrera''. Núm. 18. Tafalla: 29-VI-1924, pp. 2-3. A pesar de las prohibiciones esta práctica, con variantes, ha pervivido hasta nuestros días. Vide José Mª SATRUSTEGUI. “La medicina popular en el País Vasco” in ''Gaceta Médica de Bilbao, ''LXXIII (1976) p. 523.</ref>.
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