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Inspeccion de las reses

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En primer lugar, el ganado que se vendía en las ferias era objeto de atenta inspección por el comprador, en ocasiones con ayuda de terceros, antes de tomar la decisión de adquirirlo.
En Sangüesa (N) cuando se compraban animales de labor o vacas, principalmente en las ferias, se miraba primero la dentadura del animal para distinguir si era joven o viejo; se tenía en cuenta su gordura o delgadez y si eran caballerías se les hacía correr para detectar si cojeaban, incluso se les llegaba a uncir a un carro para saber si estaban acostumbradas a tirar de él o a llevar [[Fuerza_animal|carga<ref>De los animales de carga y tiro se tratará en el tomo de este Atlas, ''Agricultura en Vasconia''.</ref>]]. «Por la cara y el pelo sabían el estado del animal» –señalan los informantes–. Si se le miraba fijamente al ojo y no lo cerraba, significaba que era tuerto. La costumbre de revisar e inspeccionar las diversas partes del animal tales como dientes, cuernos, pezuñas... ha estado bastante generalizada, y así se ha constatado también en Aoiz y Ultzama (N).
En Moreda (A) antes de formalizar la compra se miraba la dentadura al ganado para saber su edad. Algunos ejemplares podían presentar dientes «a picón», es decir, dientes que no igualaban y por tanto tendrían dificultades para comer bien en el campo. También se observaba si padecían alguna anomalía como cojera, asma (para lo que se les hacía trotar), etc. Se llevaba a cabo el examen del carro para saber si el animal tiraba bien. Ultimado el acuerdo, el veterinario del ferial inspeccionaba el animal y si no apreciaba ninguna anomalía se cerraba el trato y se daban la mano. Al día siguiente, en casa, se le sometía a otro tipo de pruebas, le ponían el brabante y le hacían labrar. Si el animal adquirido no resultaba bueno, se volvía a vender en la feria de San Bernabé, 11 de junio.
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