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En la vertiente atlántica, como ya se ha indicado antes, se ha aprovechado al máximo el forraje. Teniendo en cuenta que su producción es estacional se han desarrollado varios procedimientos para conservarlo y destinarlo a alimentar al ganado estabulado durante el periodo invernal. El sistema tradicional ha sido la henificación o secado al sol. A principios de los años sesenta se difundió la práctica del ensilado; en un principio se hicieron silos de ladrillo u hormigón de forma cúbica y cilíndrica, después silos de zanja, de montón y por último bolas. Tanto una técnica como la otra han experimentado una notable evolución a raíz de la introducción de maquinaria que ha permitido reducir el esfuerzo físico que requerían estas tareas a la vez que recoger un mayor volumen de hierba. Ha sido habitual suministrar al ganado forrajes cultivados como el ballico y la alfalfa además de maíz durante el periodo otoñal y remolacha y sobre todo nabos en el invernal, todos ellos también cultivados en casa. También se ha recurrido a los cereales, que generalmente ha habido que comprar. En un primer momento se solían adquirir en grano y se molían en los molinos de cada localidad. Con posterioridad se comenzaron a comercializar piensos, primero simples y después compuestos.
En Urkabustaiz (A) si se quiere conseguir una buena producción de leche se les da una alimentación mejor, pero normalmente se limita a peladuras de patatas, patatas pequeñas y un poco de salvado, maíz verde y alfalfa. Los informantes reconocen que la misma no se cuida en exceso porque tan sólo se pretende que tengan la leche necesaria para criar y abastecer el consumo familiar. Con la construcción de silos se permitió mejorar la alimentación de estos animales. La alholva o alcacer no se considera conveniente para el ganado de carne porque confiere mal sabor a ésta. Lo mismo puede decirse de la leche. Sin embargo es muy buena para engordar el ganado por lo que mucha gente la utiliza, lo que ha llegado a provocar problemas porque se devolvía la carne o se quemaba. Los ''pajotes'', esto es, lo que le queda a la planta de maíz cuando se le quita la espiga una vez madura, sirven «para llenar la tripa y poco más». Otro alimento para el invierno son las puntas de maíz; si en agosto aún hay comida en verde se arrancan para facilitar la maduración y se guardan para la época fría. Las ricas y los yeros, un cultivo similar al guisante, se consideran buenos para el ganado vacuno. Sin embargo se asegura que si los cerdos comen yeros se mueren. La paja y el bálago de avena, esto es, la avena trillada sólo una o dos veces, también sirven de alimento.
En la vertiente mediterránea los cereales y las legumbres han constituido una parte importante de la alimentación del ganado. En las descripciones de las dos últimas poblaciones alavesas, a pesar de pertenecer a la vertiente atlántica, se observa una creciente importancia de éstos. Del mismo modo en algunas de las siguientes localidades, las más próximas a la divisoria de aguas, los forrajes verdes han supuesto una parte importante de la dieta de estos animales.
En Mélida (N) las vacas lecheras comían pienso preparado en casa a base de avena, cebada y maíz. Estos cereales se molturaban en el molino del pueblo. También se les suministraban hierba, alfalfa y veza, especialmente en invierno, aunque si las hojas de esta última se secaban podían durar todo el año. La paja, en ocasiones, se les mezclaba con el pienso. A mediados de los años sesenta comenzaron a comprar pienso en sacos, que por su textura se ha solido llamar genéricamente ''granulau''.
En lo referente al suministro de agua, mientras no existió el agua corriente en las casas era necesario llevar a diario el ganado a los ríos o manantiales. Con el paso del tiempo se construyeron abrevaderos públicos. Una vez llegó el agua a las casas algunos prepararon sus propios abrevaderos en las cuadras o junto