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A comienzos del siglo XIX Zamácola escribió, recordando el texto de Estrabón: "... estas mugeres apenas parian se levantaban de la cama, mientras que el marido se metia en ella con el chiquillo, como hace aun muy poco tiempo que sucedia en muchas regiones de la Cantabria, porque era un deber de la naturaleza y una costumbre entre los Bascos, que el primer sudor ó abrigo que recibiera el niño fuese el de su padre, para identificarlo con los humores y espíritu de sus genitores"<ref>Juan Antonio de ZAMAGOLA. ''Historia de las naciones bascas. ''Tomo III. Auch, 1818, p. 47.</ref>.
Tal y como recoge Caro Baroja "este párrafo del historiador vizcaíno, que no se distinguía demasiado por su rigor, fue cogido al vuelo por otro fantaseador con talento, A. Chaho, y desde entonces ha servido de base para una considerable cantidad de afirmaciones categóricas acerca de la covada entre los vascos, aunque casi nunca se cite de primera mano". Aún así este autor consideraba que el texto de Zamácola debía tenerse en cuenta, siempre con cierta reserva, y no creía que las encuestasnegativas más recientes tuviesen la categoría de "última palabra". Según el mismo la covada pudo existir hasta el siglo XVIII<ref>Julio CARO BAROJA. ''Los Pueblos del Norte de la Península Ibérica. ''3<sup>a</sup> ed. San Sebastián, Txertoa, 1977, pp. 210, 215 y 218.</ref>.
La encuesta del Ateneo sí recoge alguna información atribuida a la covada, de dudoso parentesco con ella a nuestro juicio, procedente de Asturias y de las islas Baleares y Canarias.
En el concejo asturiano de Caso se recogió de un médico que ejerció en dicha localidad una costumbre según la cual debido a que la parturienta se incorporaba pronto a sus tareas habituales no podía atender siempre a la criatura cuando ésta lloraba, y entonces el marido se metía en la cama para darle calor al recién nacido hasta que viniera la madre. Excepcionalmente algunos padres ''han dado el pecho ''(en cursiva en el original) a los niños para cortar el llanto<supref>96op. cit., p. 659.</supref>.
En la encuesta de Palma de Mallorca señalan que allí no existía la covada pero que sí existió en Ibiza, "reminiscencia sin duda de vascos y celtas". Indican que en la vecina isla de Ibiza "se ve muy marcada la covada" y aportan como testimonio probatorio que tan pronto como sepresenta el parto el marido se mete en la cama con la mujer, tomando tazas de caldo como ella, y colocando al recién nacido entre los dos<ref>op. cit., p. 664.</ref>.
Volviendo a la cuestión de la covada entre los vascos, de lo expuesto y de la abundante bibliografía sobre el tema no se prueba que tal costumbre haya existido en nuestro pueblo, más bien hasta la fecha la hipótesis que habría que sostener es la contraria. En el cuestionario planteado por Barandiarán que ha servido para la elaboración del presente tomo, ni siquiera se plantea la pregunta de su existencia. Teniendo en cuenta que dicho cuestionario lo redactó su autor atendiendo a las investigaciones teóricas y los datos de las informaciones de campo recopiladas por él mismo y en épocas anteriores, tal ausencia resulta sintomática del escaso valor que se les atribuía. Algunos de nuestros investigadores actuales han formulado a sus informantes la pregunta sobre la covada y las respuestas han sido negativas no sólo para su tiempo sino también para el que alcanza su memoria.
El estudio más completo que se ha realizado al respecto procede de uno de los detractores de la covada, Justo Gárate, a cuyo extenso artículo remitimos<supref>99</sup>. 97 op. cit., p. 664. 99 op. cit., p. 665. 99 Justo GARATE. "La covada pirenaica. Patrañas y fantasías" in ''Cuadernos de Sección. Antropología y Etnografia. ''N° 2. San Sebastián, 1984, pp. 7-148.</ref>.