Cambios

Saltar a: navegación, buscar

Variacion latitudinal en el poblamiento

1 byte añadido, 09:00 23 nov 2018
m
Texto reemplazado: «Mª» por «M.ª»
Gipuzkoa está íntegramente incluida en la vertiente atlántica ya que su frontera meridional coincide en líneas generales con la divisoria hidrográfica. Bizkaia únicamente tiene dos municipios que no pertenecen al sistema atlántico: Otxandio y Ubide. En el caso de Álava se invierten los términos, ya que la mayor parte de la provincia está comprendida en la cuenca del Ebro, a excepción de las zonas de Amurrio, Artziniega, Llodio, Okendo y Orduña, en el extremo septentrional de la provincia. Navarra pertenece también en líneas generales a la vertiente mediterránea, excepto los valles surcados por los ríos Bidasoa, Urumea, Leitzaran y Araxes, que desembocan en el Cantábrico. Resulta que las provincias de Gipuzkoa y Bizkaia presentan abundantes caseríos lo mismo que la Navarra atlántica; Álava, en cambio, y la mayor parte de Navarra, que es la que vierte sus aguas al Ebro, no tienen caseríos. Se da el caso de que Otxandio y Ubide son también pueblos agrupados que se apartan del modelo de Bizkaia. La consecuencia que se desprende es bastante clara: el caserío vasco es un producto típico de la zona atlántica. Como excepción tenemos el valle navarro de Basaburua, que trasvasa a la cuenca meridional el sistema de poblamiento de viviendas diseminadas. Los pueblos alaveses de Artómaña, Délica, Aloria y Tertanga, en la región atlántica de Orduña, como contrapartida, son pueblos agrupados que no tienen caseríos<ref>José María SATRÚSTEGUI. “Caseríos y aldeas en el País Vasco” in ''Páginas de historia del País Vasco. Homenaje de la Universidad de Navarra a D. José Miguel de Barandiaran (Abril-Mayo, 1977)''. Pamplona: 1980, pp. 139-159, 163-164. </ref>.
En cuanto al caso particular de Navarra la orografía y en especial la hidrografía son dos elementos que han condicionado notablemente los asentamientos desde épocas remotas. La orografía obliga a distinguir una Navarra de montaña y otra de riberas, aunque la del Ebro sea para algunos la Ribera por antonomasia. Estos dos elementos condicionan la aparición de un hábitat disperso en la zona Atlántica y de pequeñas aldeas, poco distantes entre sí que ofrecen un sistema a la vez concentrado y disperso, en la Navarra Subpirenaica. Esta distribución en pequeños núcleos de población también se aprecia en la Navarra Media. En la Ribera y en particular en la zona colindante al Ebro, la concentración de casas adopta formas de grandes núcleos amurallados o con fortificaciones. Aquí las características del relieve permiten una fácil comunicación entre las poblaciones a pesar de las distancias. Las casas integradas en un núcleo de población se disponen próximas a una senda que pasa a formar una calle o calleja cuando la concentración se hace mayor. Deben tener en cuenta la ordenación del pueblo: la proximidad de la iglesia, la fuente, sobre todo en la Ribera, las eras, la plaza, los caminos vecinales y las carreteras generales. En los pueblos del norte la independencia de la casa se sigue manteniendo mediante ''belenas'', ''arketas ''o ''erteas'', a menudo cerradas, que se convierten en callejas al ser algo más anchas y tener salidas. La existencia de la ''belena ''se podía deber al miedo a los incendios, dado que las casas poseían un entramado de madera y la excesiva cercanía podía provocar una rápida propagación del fuego. Otra razón es que resolvía un problema causado por el clima, el asunto de los desagües en los pueblos de la Montaña navarra. Esta independencia desaparece en los pueblos más meridionales donde predominan las casas unidas mediante pared medianil<ref>Inmaculada ÁVILA OJER y M.ª Carmen LÓPEZ ECHARTE. “La casa en Navarra” in ''Etnografía de Navarra''. Pamplona: 1996, pp. 34-36.</ref>.
Caro Baroja al estudiar este mismo territorio observa una distinción radical entre la zona sur, la alto pirenaica y la atlántica, como zonas extremas y hasta cierto punto marginales, y la gran zona central con sus dos partes, una oriental y otra occidental más o menos bien definidas y con Estella, Pamplona y Sangüesa sirviendo de centros urbanos, de donde parecen irradiar también algunos estilos e influencias. Esta es, más o menos, la clasificación que propuso Urabayen, atendiendo a distintos criterios, sobre todo físicos. Las casas quedan casi siempre apiñadas, concentradas, en la zona meridional, en la media forman pequeños grupos, más o menos irregulares y en la zona atlántica se da, además del pueblo o casco urbano, un tipo particular de diseminación de casas, por valles, altos y laderas<ref>Julio CARO BAROJA. ''Etnografía histórica de Navarra''. Tomo II. Pamplona: 1972, p. 166.</ref>.
127 728
ediciones