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:«Tal comida, en momentos de tristeza y de desgracia para la familia, parece que es gravosa y desentona, por ello han existido disposiciones eclesiásticas y civiles para acabar con esa costumbre, que, dados los excesos en gastos de comida y bebida, era ruinosa para las familias pobres ''y ''producían un contrasentido entre la tristeza y el llanto de la pobre viuda y los hijos huérfanos, con la alegría y la algazara de los asistentes, que se exceden algo en la bebida»<ref>Nicolás VICARIO DE LA PEÑA. ''El Noble y Leal Valle de Carranza''. Bilbao, 1975, pp. 324-325.</ref>.
Las comidas ligadas a las exequias perduraron de forma general hasta la década de los años sesenta, época en la que los entierros y funerales tenían lugar por la mañana. '''En '''las poblaciones rurales perdura aún la costumbre de ofrecer algunos agasajos de alimentos y bebidas a familiares y allegados que se desplazan de otras localidades, si bien estos obsequios no tienen la significación de antaño.
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