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Fuentes etnograficas

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En Bermeo (B), en los años veinte, Zabala eta Otzamiz-Tremoya<ref>ZABALA eta OTZAMIZ-TREMOYA. ''Historia de Bermeo''. Tomo I. Bermeo, 1928, pp. 376-377.</ref> recogió muy gráficamente la actividad de las plañideras. Hasta hace unos años las mujeres de la familia del difunto solían armar grandes alborotos con sus sollozos y gritos, primero en la casa durante el velatorio, ''gaubelie, ''y después en la iglesia durante la función religiosa mientras ocupaban la sepultura, ''sepulturie. ''Parecía como si se hubiera producido una trasposición del papel desempeñado por aquellas mujeres contratadas a las de la casa. En la actualidad, salvo casos excepcionales, las manifestaciones de dolor son más contenidas.
Los informantes de Busturia '''(B) '''guardan memoria de la existencia de plañideras en este pueblo así como en las localidades vecinas de Mundaka y Bermeo (B).
En Kortezubi (B)<ref>AEF, III (1923) p. 41.</ref>, en los años veinte no se conocían las plañideras pero las hubo en otro tiempo. Se las denominaba ''negartiak, ''lloronas, y en la cercana localidad de Gernika, en esa década, hubo una mujer conocida como la llorona de la plaza, ''Negarti plazako, ''y a su casa se le llamaba ''Negartijjenekoa ''o ''Negartijjena, ''la (casa) de la llorona.
En Plentzia (B), los informantes no recuerdan su existencia pero se ha conservado su denominación. Se les llamaba ''sokorrulariak''.
 
 
 
 
 
En Portugalete (B), las personas encuestadas no han aportado testimonios directos aunque recuerdan haber oído hablar de plañideras de oficio. En la vecina localidad de Sestao participaron en el cortejo hasta la guerra civil.
Un informante de la citada villa portugaluja acudió en el año 1926, siendo mozo, acompañando a su padre, a un entierro en un lugar próximo a la localidad guipuzcoana de Arrasate. En la casa mortuoria había lloronas profesionales que mientras el cadáver permaneció en casa estuvieron gimoteando y despidieron el féretro desde la ventana con grandes lamentos y plañidos.
En Ataun (G), la tradición conservó el recuerdo de que en tiempos pasados, asistían a la conducción del cadáver y al entierro unas mujeres que tenían por oficio el llorar y publicar en alta voz las buenas acciones y cualidades del difunto. Eran las plañideras, ''aldizaleak. ''Al hablar de ellas era frecuente escuchar la expresión ''«aldiak eittea jute ementzien» ''(iban a hacer los lamentos o a cantar las endechas). Antes eran del mismo Ataun, en los últimos tiempos era costumbre llevarlas del vecino valle de Burunda (Navarra). Al parecer, ya cuando la Guerra de la Independencia, ''Prantzestea, ''la época de los franceses, habían  desaparecido las plañideras<supref>129 </sup> En Oiartzun AEF, III (G1923), Manuel de Lekuona recogió a principios de siglo que, antiguamente, desfilaban formando parte de la comitiva las plañideras, denominadas ''lanturuakp. ''Era conocido un dicho popular que se refería al precio por el cual prestaban sus servicios: ''Lankari erdi bategatik lanturu ''(plañidera por medio celemín de trigo)118. Constató también la existencia de unas personas que se distinguían por su soltura en rezar las preces de los funerales llamadas ''errezulariak, ''rezadores, y afirmaba que eran una verdadera <sub>130 </subref>.
En Oiartzun (G), Manuel de Lekuona recogió a principios de siglo que, antiguamente, desfilaban formando parte de la comitiva las plañideras, denominadas ''lanturuak. ''Era conocido un dicho popular que se refería al precio por el cual prestaban sus servicios: ''Lankari erdi bategatik lanturu ''(plañidera por medio celemín de trigo). Constató también la existencia de unas personas que se distinguían por su soltura en rezar las preces de los funerales llamadas ''errezulariak, ''rezadores, y afirmaba que eran una verdadera institución<supref> AEF, III (1923) p. 80.</sup><sub>131 </subref>.
El P. Donostia <ref>APD. Cuad. Nº 4, ficha 428.</ref> recogió de un informante que en Xindur (a ocho leguas de Bayona) existió una plañidera de oficio que iba a las casas   <sup>129 </sup>AEF, III (1923) p. 118.  ' <sup>30 </sup>AEF, III (1923) p. 80.  <sup>131 </sup>APD. Cuad. n." 4, ficha 428.  cuando se producía un fallecimiento, por lo que le pagaban medio robo de maíz. En cierta ocasión en que se le preguntó por su profesión, replicó: ''«Lanturun, lanturun naiz, baiñan ez dakit erregu erdi artoa izain den adar edo mukurun» ''(Plañidera, soy plañidera, pero no sé si medio robo de maíz será lo justo o demasiado).
En Aoiz (N) se ha recogido la existencia de una figura que guarda similitud con las plañideras. Se les conoce como «laderas», tal vez porque en un principio iban a ambos lados del ataúd. No mostraban actitud dramática y las que eran elegidas para realizar tal labor lo consideraban un honor. Su misión era acompañar al cadáver en señal de duelo tanto de la familia como de la localidad, «eran como devotas al cadáver». La selección se realizaba por los familiares del fallecido entre los familiares, amistades y vecinos. El número era de cuatro. Se limitaban a ir junto al féretro con la cabeza reclinada y los brazos cruzados. Durante el funeral permanecían en el interior de la iglesia, junto a las luces y el ''túmbano, ''en representación de la familia y del cadáver que había quedado en el exterior, en la época en que los funerales no eran de cuerpo presente.
Iban a la casa del difunto y acompañaban al cadáver durante todo el cortejo fúnebre, siempre detrás del ataúd. Representaban a las mujeres de la casa ya que no había costumbre de que los familiares cercanos del sexo femenino (madre, esposa, hijas) asistieran a las honras fúnebres.
Durante la ceremonia religiosa permanecían tras el «túmbano» o tras el ataúd junto al añal.    Tras despedir el cadáver en el límite del pueblo, las luteras regresaban a sus casas.
En la misma localidad de Obanos también se llamaba «luteras» a tres o cuatro mujeres, familiares lejanas o contraparientes del fallecido que, vestidas de luto, eran las encargadas de recibir en la casa el pésame de las personas que acudían a ella. Era costumbre que los asistentes al funeral subieran antes a la casa del difunto a dar el pésame. Para ello se acuñaron expresiones como «Te acompaño en el sentimiento» o «Te acompaño en la pena».
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