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La mortaja y sus tipos

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== Sudario. Gorputz-izara ==
Como sudario se empleó antiguamente un lienzo blanco especial (Bernedo-A, Bermeo-B, Viana-N y País Vasco continental) . En Ezkioga (G) este lienzo tenía por nombre ''katon. ''En Larraun (L) ''eskuetako euna, ''lienzo de las manos y en Arratia ''anda-izara, ''sábana de las andas<ref>Resurrección Mª de AZKUE. ''Euskalerriaren Yakintza''. Tomo I. Madrid, 1935, p. 230.</ref>. En el País Vasco continental es común la denominación ''hilmisia ''para designar al sudario. Cuando se trataba de «pobres de solemnidad» la misma sábana que tenían en la cama servía como tal (Artajona, Murchante, Sangüesa<ref>Un documento del siglo XIX del archivo parroquial de Sangüesa dice que los hermanos de la Orden Tercera, a un ajusticiado para amortajarle lo envolvieron en “el Paño de Animas”.</ref>, Viana-N). Era también el modo de enterrar a los que morían de epidemia (Hondarribia-G; Mélida-N).
En Zerain (G) recuerdan los informantes que cuando el cadáver se llevaba a la iglesia y a darle tierra, envuelto en una sábana, ''garputz-izara, ''ésta había sido confeccionada por la mujer de la casa o había formado parte del arreo de novia.
Caso de utilizar hábitos, ha sido el de franciscano, sayo marrón con capucha, ajustado a la cintura con un cíngulo blanco, el preferido para hombres casados en la mayor parte de Alava como se ha constatado en Apodaca, Aramaio, Artziniega, Berganzo, Bernedo, Galarreta, Gamboa, Llodio, Mendiola, Moreda, Narvaja, Pipaón, Ribera Alta, Salcedo, Salvatierra, San Román de San Millán y Valdegovía. En unos casos se custodiaba en el Concejo, en otros eran las Cofradías quienes tenían siempre uno en depósito para cuando hiciera falta. La familia posteriormente lo reponía. El cíngulo servía para atar los pies hasta que se enfriaba el cadáver.
También en Bizkaia y Gipuzkoa era el de franciscano el más frecuente para hombres casados. Su empleo se menciona en Abadiano, Bedia, Bermeo, Busturia, Carranza, Durango, Lemoiz, Meñaka, Orozko, Plentzia, Portugalete, Zeanuri y Zeberio (B); Amezketa, Arrasate, Bea- sain, Bidegoian, Deba, Elgoibar, Elosua, Ezkio, Getaria, Hondarribia, Urnieta y Zerain (G) .
En Portugalete (B) indican que los hábitos eran unos sayones de arriba a abajo con capucha y cordón negro o marrón generalmente. En otros casos el color del cordón dependía de la cofradía a la que perteneciese el difunto; el color gris claro correspondía a la del Cristo del Amparo.
En Zeanuri (B) señalan que, antes de la guerra (1936-1939), era muy corriente que el cadáver, ''gorpua, ''fuera vestido con el hábito de San Francisco que se ponía encima de una larga camisa, ''alkondara luzea, ''en los hombres, o de una saya también larga, ''atorrea, ''en las mujeres. Los pies calzados con medias negras, ''medi baltzak. ''También se utilizó como mortaja el hábito del Carmen. Para amortajar con alguno de ellos se tenían en cuenta los votos o promesas que el difunto o difunta hubiera hecho en vida ''Opatute eukela Karmengo habitue eroatea, ''(Que tenía ofrecido llevar [como mortaja] el hábito del Carmen) . Tales hábitos eran adquiridos en vida en los conventos.
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Tanto para los hombres como para las mujeres se ha utilizado el hábito del Carmen en Amézaga de Zuya, Apodaca, Aramaio, Artziniega, Berganzo, Llodio, Mendiola, Moreda, Salvatierra (A) ; Amorebieta Etxano, Busturia, Carranza, Lemoiz, Plentzia, Portugalete, Zeanuri (B) ; Arrasate, Beasain, Zerain (G) ; Aoiz, Sangüesa y Viana (N) .
A los jóvenes solteros que pertenecían a la Congregación de San Luis Gonzaga, popularmente «los Luises» se les vestía con sotana negra y roquete blanco en Amézaga de Zuya (A), Berriz, Bedia y Durango (B) .
Las solteras y las «Hijas de María» eran amortajadas de «Purísima» o «Inmaculada»: túnica blanca y manto azul ajustado a la cintura con un cordón blanco, según se ha constatado en Amézaga de Zuya, Galarreta, Gamboa, Llodio, Mendiola, Salvatierra (A) ; Abadiano, Bedia, Bermeo, Berriz, Durango-B; Amezketa, Arrasate, Berastegi, Getaria, Elosua, Hondarribia, Urnieta, Zerain (G) y Goizueta (N). En Apellániz (A) a las Hijas de María les amortajaban otras congregantes y les colocaban en la cabeza una corona de flores artificiales o naturales<ref>Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Apellániz. Pasado y presente de un pueblo alavés” in ''Ohitura'', 0 (1981) p. 214.</ref>.
Además de los mencionados se han utilizado también como mortaja hábitos pertenecientes a congregaciones o cofradías locales. En Berganzo (A) se usaba el hábito de la Cofradía de la Vera-Cruz; en Moreda (A) el de San Francisco Javier; en Sangüesa (N) señalan haber usado los hábitos de la Trinidad y el de la Hermandad de la Pasión y en Viana (N) los de San Antonio de Padua y San Agustín; en Hondarribia (G) el de Santa Clara para las mujeres.
Tratándose de un sacerdote se le amortajaba comúnmente con los ornamentos propios para la celebración de la misa: alba, casulla y estola (Aramaio, Amézaga de Zuya-A; Bermeo, Durango, Orozko, Zeanuri-B, Baigorri y Arberatze-Zilhekoa-BN) . En las manos o encima del pecho se le colocaban el cáliz y la patena hasta el momento de darle tierra (Aramaio-A, Arnezketa-G) .
En muchas localidades de Alava y Navarra, cuando moría un párvulo, «mortichuelo», se le enterraba de blanco con tules y encajes, rodeado de flores, «como ángeles»<ref>La costumbre debe ser antigua puesto que al restaurar el suelo de la parroquia de Aoiz (N), salió un pequeño féretro blanco con un niño vestido de este modo.</ref>. La costumbre debe ser antigua puesto que al restaurar el suelo de la parroquia de Aoiz (N), salió un pequeño féretro blanco con un niño vestido de este modo. </ref>. También en Zerain (G) se le vestía de ángel, ''aingeru txuriz jazten zen. ''Se pretendía, según los informantes, «alejar toda impresión de sufrimiento y dar sensación de pureza» (Aoiz-N). En Pasajes (G) la Cofradía del Rosario completaba la mortaja de los párvulos con una corona de media luna, rosarios y zimbalillos o campanillas, si era niña, y con rosario, manto y campanillas si era niño<ref>Fermín ITURRIOZ. ''Pasajes. Resumen histórico''. San Sebastián, 1952, p. 188.</ref>.
Este traje era el propio de la época de la zona y representaba el nivel social del difunto. Las variantes van desde el calzón, camisa blanca, medias y chaleco de principios de siglo (Izal-N), con capa negra encima (Getaria-G), hasta el traje actual que es más variado en hechura y formas. En Arberatze-Zilhekoa (BN) resaltan que al difunto se le vestía con traje oscuro, pero que no fuera negro; más antiguamente con camisa blanca con botón de oro de cierre al cuello, zapatos y boina.
Como norma general se les amortaja con la ropa que determina la familia. En Bermeo (B), ante la pregunta ''«Zer imingo deutsagu?» ''(¿qué le pondremos?) la respuesta fue: ''«Onena imiñi, onena, gorbata ta guzti, kaltzerdijjek be bai, otzik izan ez daien!» ''(Ponerle lo mejor, también corbata y los calcetines, ¡no sea que pase frío!) . A una mujer se le ponía camisa, ''kamisie, ''enagua, ''azpiko gonie, ''y sobre ella la ropa exterior, ''ganeko erropie.''
La boina ha completado la mortaja de los varones hasta la segunda guerra mundial en Behe Nafarroa, Lapurdi y Zuberoa. Normalmente era depositada en un lateral del féretro. También la corbata formaba parte del atuendo con carácter casi general. En el País Vasco peninsular los testimonios a este respecto son escasos. Se ha registrado de modo aislado en Carranza (B), Elgoibar (G), Artajona e Izal (N). Más raro ha sido todavía el empleo del sombrero, como lo era también en la vida diaria. Lo mismo cabe decir de la corbata que era un signo de categoría social tanto en vida como en la muerte.
Otro aspecto a tener en cuenta tratando de la mortaja es el del calzado. En algunas localidades (Bernedo, Berganzo-A; Bedia, Busturia, Zeanuri-B) se limitaban a ponerles calcetines o medias.
En Bermeo (B) la creencia en las almas en pena ha estado tan arraigada que se les enterraba con calcetines y zapatos porque «quizás, en la nueva vida necesitarían andar para cumplir las promesas que en vida no habían cumplido». También en Gipuzkoa y en el País Vasco continental se le calzaba, lo mismo que en Navarra, lustrando con betún incluso las suelas (Aria) . No ha faltado amortajadora que, conociendo la necesidad de algunas familias, dejaba «olvidadas» debajo de la cama las botas del difunto: «para que no se fueran a la tierra ya que les hacían más falta a sus familiares vivos» (Artajona) .
No debía ser raro de todos modos enterrarlos sin calzado «por no caber en la caja» (MélidaN) . A este respecto, J. Garmendia recogió una anécdota ocurrida en el Valle de Ollo (N) . Resultando pequeño el ataúd que había preparado el carpintero para el niño recién muerto, lo metieron descalzo. Su padre mostró inquietud de cómo se iba a presentar descalzo en el Valle de Josafat, mandó abrir la caja y dejó en uno de los costados el par de alpargatas de la criatura<ref>Juan GARMENDIA LARRAÑAGA. ''Costumbres y ritos funerarios en el País Vasco''. San Sebastián, 1991, p. 72.</ref>.
En la década de los años setenta ha comenzado a utilizarse tanto en clínicas (Beasain-G) como en funerarias (Llodio, Salcedo-A; Bidegoian, Elgoibar, Getaria, Urnieta-G; Garde, Mélida, Sangüesa-N) una suerte de sudario consistente en una sábana especial: por dentro tiene un saco higiénico en evitación de que se aprecien humores y malos olores. Cuando la muerte se produce en el pueblo, una simple sábana blanca limpia sirve de sudario, dejándoles por dentro la ropa que llevaban puesta, «para no marearles» (Obanos-N).
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