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En Lekunberri (N) se llamaba pan ''de almas ''al pan que la familia del difunto llevaba a la iglesia durante el novenario y el año de luto. Un familiar, de ordinario la ''etxekoandre, ''depositaba el pan en una cesta al efecto y besaba la estola del cura. En la postguerra y ante la penuria de pan, llevaban durante todo el año el mismo bollo de pan duro para cumplir el rito, y luego pagaban al cura el equivalente en dinero del pan fresco que en circunstancias no tan penosas hubieran aportado más el precio establecido por el responso.
Durante todos los domingos del primer ano año de luto, en San Román de San Millán (A) se asistía a la iglesia con una otana de pan, ''oblada, ''que se ofrecía al celebrante al tiempo del ofertorio. Ciertos días se troceaba y los comulgantes lo comían al besar la paz, ''Pax tecum, ''como pan bendito. También se ofrendaban obladas en los días de aniversario, dando cumplimiento a la voluntad del difunto expresada en su testamento.
En tiempos pasados en Améscoa Baja (N) se conocía como ''pan añal, ''al trozo de pan que la familia del difunto llevaba a la Iglesia durante el año siguiente a su muerte para ofrecerlo en la misa. Como resto de esta práctica antigua quedaba aún, a principios de este siglo, la costumbre de que las familias pudientes del pueblo hicieran ofrenda de pan en la misa cantada de Difuntos que se celebraba el día de Animas (2 de Noviembre) y el día de San Lázaro (lunes de la semana de Pasión). Este pan lo repartía el cura en la sacristía entre los niños de la localidad, una vez concluida la misa y los responsos. «No faltaba a este reparto ni un chico, y aquel pan parecía tener algo especial».
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