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En Navarra, los carasoles en laderas han sido las mejores tierras para plantar viñas, pues se asegura una buena maduración, y sobre todo las tierras pedregosas de cascajo, porque guardan bien la humedad del invierno, pero tienen el inconveniente de que es difícil introducir en ellas la maquinaria y había que edrarlas con layas. En cambio, no eran recomendables las tierras arcillosas, ni las de grano muy fino, “tierras azucaradas”, porque chupaban mucha agua, así como las que contienen mucho yeso, ni los barrancos, pues, como son zonas húmedas, la producción de uva es mayor pero de peor calidad.
Las viñas situadas en ladera, algo frecuente en tierras al norte dentro de Vasconia, tenían el inconveniente de la pérdida de la tierra al tener que trabajar el campo en pendiente, por lo que era precisa una labor de ''deshondar ''(BerganzoABerganzo-A), es decir, redistribuir en ellas nueva tierra traída a lomos de burra o mulo mediante unos cajones colocados a lomo que en su parte inferior tenían una tapa sujeta con un cinto y hebilla, que en el momento oportuno se hacía abatir para soltar la tierra en el lugar deseado.
En Rioja Alavesa la tradición ha sido cultivar las viñas en terrazas formadas por pequeñas parcelas orientadas al carasol, sobre suelos arcillosos calcáreos muy aptos para obtener un vino de calidad. Este tipo de suelos, coincidentes también con los de San Martín de Unx (N), localidad famosa por sus vinos (rosado en especial) “retiene muy bien la humedad en invierno y aguanta bien el calor durante el verano”, según información recogida en esta villa. Otro factor importante para el buen resultado esperado es que, en esta población, se deja descansar la tierra, de modo que cada cuatro años se planta cereal sobre la viña y se pone viña joven.
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