El café

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Hasta la segunda mitad de este siglo, una vez superada la crisis más acuciante de la postguerra, no era frecuente el consumo de café, ya que anteriormente se tomaba en casa solamente tras la comida de contadas celebraciones anuales, como fiestas patronales, bodas, Navidad, etc.

Posteriormente se generalizó el mezclarlo a la leche para el desayuno, y poco a poco ha ido ganando adictos que sienten la necesidad de tomar una taza de café tras la comida diaria, aunque sean minoría entre la población.

Actualmente también se ha convertido en la merienda preferida de muchas mujeres, acompañado de leche y galletas o pastas, tostadas, etc.

Sin embargo hay otras personas que no lo toleran si no es en pequeñas proporciones, mezclado con leche, ya que les excita y no pueden conciliar el sueño si lo toman por la noche. Por esta razón ha adquirido auge el café descafeinado, que se presenta en grano y en polvo para mezclar a la leche o al agua.

A los niños no se les da café, ni con leche, hasta los doce años o más. Se les incorpora en la leche algún derivado de cacao.

La mayoría toma el café endulzado con azúcar, -antes moreno y hoy blanco refinado- y una minoría amante de su fuerte sabor sin ningún aditivo ni mezcla.

Desde hace unos treinta años, en casi todos los establecimientos de bebidas disponen de máquinas eléctricas que, con vapor de agua, obtienen café concentrado al que se denomina café exprés, que ofrece tres posibilidades: café solo, café con leche, y el denominado cortado que consiste en café con muy poca leche. Todas éstas en la modalidad de bebidas calientes.

Como bebida fría últimamente se ha puesto de moda tomar café con hielo en verano. Y como remate de una comida el llamado escocés, mezcla de café, mantecado y una copa de «whisky».

Como resumen del consumo actual de café podemos decir que la costumbre se ha generalizado, y es la bebida ordinaria, en sus distintas variantes, hasta media mañana y, después de comer, hasta media tarde.

Estamos ya muy lejos de la época en que el de café estaba considerado como artículo de lujo e incluso superfluo, como lo demuestra el siguiente relato recogido en la Améscoa Baja (N): «Fueron los de la casa llamada de Domingo Pérez, de San Martín, a casa de Petra Basterra a pedir prestado algún dinero y, al oir la pretensión, replicó rápida la Petra: De ningún modo, han tomado café en las Fiestas Patronales...». Esta anécdota aconteció a principios de este siglo.

Aunque la base de la materia prima es el café molido una vez tostado el grano, al que se prepara en casa siempre se le ha incorporado alguna cantidad de achicoria también molida, para que la infusión resultante fuera más oscura. En tiempos pasados se atribuía la mayor proporción de achicoria respecto a la de café a la penuria económica, pero parece no haber sido esa la única razón puesto que en muchos hogares, de acuerdo con los propios gustos, continúa utilizándose.

Molinillo de café. Cafetera. Zeanuri (B). Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

Hoy en día el café se compra siempre tostado, generalmente en grano, pero puede adquirirse también molido, envasado en tarros de cierre hermético. En épocas anteriores también se vendía, en algunos pueblos, café sin tostar, operación que se realizaba en casa, en una sartén o en un pequeño tamboril preparado al efecto.

Para moler el grano, casi todas las familias contaban con un pequeño molinillo manual, en forma de cubo de madera, de unos 15 centímetros de lado. Ahora se utilizan preferentemente molinillos eléctricos.

En cuanto a la preparación de la infusión de café, y hasta que en tiempos relativamente recientes se fue disponiendo de cafeteras de vapor, tanto en domicilios como en bares se hacía «café de puchero».

La forma más común de prepararlo consistía en poner al fuego un puchero de barro con agua y cuando ésta comenzaba a hervir, se vertía el café molido correspondiente, tapando el puchero y retirándolo del fuego para que reposara la infusión. Tras esta labor, se vaciaba el café en la cafetera pasándolo por un colador de tela, en forma de embudo, sujeto con un aro de alambre con mango, txano.

Colado el café, cuanto antes se sirviera su aroma y sabor eran mejores; y cuantas más veces se recalentara por haberse enfriado, su calidad empeoraba. La práctica del «café de puchero» aún está muy extendida en Navarra. En Obanos (N), al colador de tela se le llama «la manga del café».

Cada etxekoandre sabe perfectamente la cantidad y proporción de mezcla que debe utilizar para completar su cafetera al gusto de los de casa.

En los caseríos que tenían fuego bajo en la cocina, al preparar café se proveían de un tizón de leña, illantixa en Elosua-Bergara (G), que introducían por poco tiempo en el líquido, para darle más sabor a quemado según unos, o hacerlo más concentrado según otros. En Elosua-Bergara (G), dicen que mediante esta acción desaparece el amargor del café, kafiai mikotza kentzen zaiola.

Según la encuesta de Urzainki (N), en el Valle del Roncal, la vivienda que hubiera preparado café pasaba a sus parientes o vecinos los posos u ondarras (ondarrak) para que los aprovecharan por segunda vez.

Hoy existen filtros de papel desechables pero que llevan a cabo parecida función a la del antiguo colador. También hay cafeteras de vapor de agua, para poner sobre el fuego, en las que se obtiene un café más concentrado que el de puchero.

Más que la forma doméstica de prepararlo ha cambiado el precio del café, que en 1920 costaba dos reales el kilo, y hoy en torno a mil pesetas.