Diferencia entre revisiones de «El agua»
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Revisión del 11:05 28 nov 2018
Hasta mediados de este siglo, era el agua de la fuente, iturriko ura, la bebida que más comúnmente se tomaba en las ingestas familiares ordinarias. Se procuraba que esta agua fuese «fresca», esto es, recién traída del manantial o de la fuente.
En tiempos anteriores a la instalación de agua corriente en las casas, este acarreo de agua para la comida o cena solía estar encomendada, por lo general, a los niños y a los jóvenes de la familia, que, provistos de recipientes, acudían a un manantial próximo o a la fuente del pueblo. Estos lugares se convertían, por ello, en puntos de encuentro cotidiano.
Durante la comida los comensales bebían de la misma jarra, pitxarra, yarroa, o del botijo, potixe, en el que se había traído el agua de la fuente.
Otros recipientes utilizados para su acarreo eran la herrada (Carranza-B y Monreal-N), la ferreta y el cántaro, pegarra (Iparralde) o la caldera y la cantina. En algunas localidades como Zeanuri (B) tenían cierta aprensión a los recipientes ciegos como el botijo.
En Mélida (N) el sistema de transporte habitual cuando los hombres se marchaban a la Bardena era el botijo, rallo, con agua. También llevaban, cuando iban para muchos días tinajas de tierra llenas de agua con vinagre y azúcar.
El aprecio por el agua de determinados manantiales locales fue una constante en las estimaciones populares de antaño. Bien fueran «de hierro», urgorri o metal ure, o bien fueran calizas, atxure, estas aguas constituían un timbre de gloria, sobre todo ante los foráneos.
No eran estimados los manantiales de «agua dura», ur gordin, ur gogor. En esta consideración entraban aquellas aguas que no habían tenido suficiente recorrido bajo tierra. Se apreciaban sobre todo los manantiales en los que el agua manaba a temperatura constante; fresca en verano y no fría en invierno.
Ya se indicará más tarde que el vino fue, hasta mediados del siglo actual, una bebida extraordinaria de carácter festivo. En todo caso en las comidas ordinarias el vino estaba reservado a los hombres. Las mujeres y los niños bebían comúnmente agua o, en ocasiones, algo de vino rebajado con agua. Más tardíamente se empleó el agua de seltz o la gaseosa, llamada también limonada, para mezclarla con el vino.
Las bebidas gaseosas que contienen extractos de limón o naranja se han ido incrementando a partir de los años setenta y en buena medida han sustituido al agua natural en las comidas domésticas.
Paralelamente se ha ido introduciendo, aunque no de forma general, el consumo de agua embotellada que se vende en los comercios. Tal hecho se debe fundamentalmente a la mayor preocupación por la calidad higiénica del agua y al poco aprecio de que goza el agua corriente, generalmente dorada.
Entre las prescripciones populares sobre la ingestión de agua citaremos estas dos muy extendidas: No es saludable beber agua fresca estando sofocado o sudoroso; beber agua después de haber comido frutas como cerezas o ciruelas causa diarreas.
Una práctica en tiempos muy extendida consistía en decir «Jesus!» antes de ingerir agua. Esto se decía sobre todo cuando se bebía entre horas. En tiempos anteriores, era costumbre aún recordada en ciertos lugares como Zeanuri (B) introducir en el agua que se traía de la fuente al anochecer el extremo de un tizón encendido, illintie, después del toque de ánimas. Según Barandiarán, tal práctica obedecía a la creencia de que las aguas exteriores a la casa, durante la noche, estaban bajo el dominio de genios o espíritus malignos.