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La seta o carpóforo es el aparato fructífero o reproductor de un grupo de organismos, constituido cada uno de ellos por un sistema de filamentos, a menudo no visible, que recibe el nombre de hongo. Cuando la seta llega a su último estadio de maduración libera las esporas, que en condiciones óptimas germinan produciendo nuevos hongos. Tradicionalmente existe confusión a la hora de utilizar estos dos términos, hongo y seta. En ocasiones funcionan ambos como sinónimos de carpóforo y no como hongo, referido al organismo, y seta, a una parte concreta del mismo. Se suele tomar al hongo como una especie más de seta; en concreto, dos especies de boletos, ''Boletus aereus y Boletus edulis ''reciben respectivamente los nombres de hongo negro ''y ''hongo blanco con sus correspondientes equivalentes en euskera. En algunos lugares se hace una clara distinción entre hongos y setas, cada uno con sus variedades respectivas, por ejemplo en Artajona (N). En Murchante (N), en cambio, no se emplea el término seta sino solamente hongo.
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El lugar donde crecen setas se conoce como ''setal ''(Carranza-B, Monreal-N), ''corro ''(Artajona-N) o ''zize-leku ''(Zeanuri-B). Estos lugares se descubren por el tipo de hierba que allí nace, que suele ser más alta y de un verde más intenso.
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Cuando alguien descubre un setal, es típico que lo mantenga en secreto. Entre los alaveses, el lugar donde nacen perrechicos es uno de los secretos mejor guardados. Suele pasar de padres a hijos ''y ''algunas veces hay quien se lo lleva a la tumba sin comunicárselo a nadie. En algunas localidades alavesas, el perrechical que no es conocido mas que por una persona, se le llama ''callandero ''(San Román de San Millón, Bernedo). Esta costumbre no es rara si tenemos en cuenta que los perrechicos se consideran como uno de los platos más exquisitos, usándose en ocasiones como preciado regalo.
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Generalmente son hombres los que tienen por costumbre recoger setas, aunque no siempre ocurre así. En Iholdy (Ip), por ejemplo, eran las mujeres y niños los que se levantaban temprano para ir a buscarlas; los hombres sólo lo hacían algún domingo por la tarde.
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Los buenos seteros conocen bien los hábitats donde crecen las especies que buscan, así como también la estación del año en que se desarrollan.
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El consumo de setas no parece obedecer a una pauta territorial. Se dan localidades con una importante afición micológica mientras que en otras próximas apenas sí se recoge alguna especie. El consumo más que seguir una distribución territorial parece deberse a tradiciones familiares. Existen iniciados en el tema que conocen una abundante gama de especies mientras que otros sólo consumen las dos o tres más típicas, o ninguna, sencillamente porque temen una intoxicación.
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En general, a las setas se les tiene mucho respeto. La gente que no entiende se limita a consumir las más conocidas, que, normalmente, no ofrecen dudas sobre su comestibilidad. Aun así hay muchas personas que no consumen ningún tipo de seta. En algunas casas sólo se consumen en ocasiones excepcionales, cuando las recoge algún conocedor del tema.
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Sucede que muchos aficionados a setas se ven obligados a desplazarse a otros municipios próximos para su búsqueda. Así ocurre con personas residentes en núcleos urbanos, que durante la temporada aprovechan los fines de semana para desplazarse a lugares conocidos por la abundancia de setas o donde su consumo no es habitual, ya que allí suelen encontrar buenos ejemplares. La recolección tiene entonces el aliciente adicional de una excursión por el monte.
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Tanto en zonas con una afición micológica arraigada como en aquéllas en que el consumo de setas no es frecuente, se puede asegurar que a partir de los últimos años la recogida, preparación y consumo de nuevas especies se ha generalizado, fruto del mayor y mejor conocimiento por parte de los numerosos aficionados. Se suele admitir que en el pasado no existía la fiebre actual por las setas, se consumían muy pocas especies, en parte por miedo a su nocividad, en parte por ignorancia.
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A este incremento en la afición a buscar setas se le debe añadir la costumbre cada vez más extendida de consumir las adquiridas en el mercado, envasadas en bolsas de plástico o en bandejas de poliuretano expandido recubiertas por plástico.
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Por último reseñar que en Valcarlos (N) existe la creencia de que los hongos, una vez han sido avistados por el ojo humano, ya no crecen más, por eso hay que recogerlos.
 
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Revisión actual del 07:48 17 may 2019

La seta o carpóforo es el aparato fructífero o reproductor de un grupo de organismos, constituido cada uno de ellos por un sistema de filamentos, a menudo no visible, que recibe el nombre de hongo. Cuando la seta llega a su último estadio de maduración libera las esporas, que en condiciones óptimas germinan produciendo nuevos hongos. Tradicionalmente existe confusión a la hora de utilizar estos dos términos, hongo y seta. En ocasiones funcionan ambos como sinónimos de carpóforo y no como hongo, referido al organismo, y seta, a una parte concreta del mismo. Se suele tomar al hongo como una especie más de seta; en concreto, dos especies de boletos, Boletus aereus y Boletus edulis reciben respectivamente los nombres de hongo negro y hongo blanco con sus correspondientes equivalentes en euskera. En algunos lugares se hace una clara distinción entre hongos y setas, cada uno con sus variedades respectivas, por ejemplo en Artajona (N). En Murchante (N), en cambio, no se emplea el término seta sino solamente hongo.

El lugar donde crecen setas se conoce como setal (Carranza-B, Monreal-N), corro (Artajona-N) o zize-leku (Zeanuri-B). Estos lugares se descubren por el tipo de hierba que allí nace, que suele ser más alta y de un verde más intenso.

Cuando alguien descubre un setal, es típico que lo mantenga en secreto. Entre los alaveses, el lugar donde nacen perrechicos es uno de los secretos mejor guardados. Suele pasar de padres a hijos y algunas veces hay quien se lo lleva a la tumba sin comunicárselo a nadie. En algunas localidades alavesas, el perrechical que no es conocido mas que por una persona, se le llama callandero (San Román de San Millón, Bernedo). Esta costumbre no es rara si tenemos en cuenta que los perrechicos se consideran como uno de los platos más exquisitos, usándose en ocasiones como preciado regalo.

Generalmente son hombres los que tienen por costumbre recoger setas, aunque no siempre ocurre así. En Iholdy (Ip), por ejemplo, eran las mujeres y niños los que se levantaban temprano para ir a buscarlas; los hombres sólo lo hacían algún domingo por la tarde.

Los buenos seteros conocen bien los hábitats donde crecen las especies que buscan, así como también la estación del año en que se desarrollan.

El consumo de setas no parece obedecer a una pauta territorial. Se dan localidades con una importante afición micológica mientras que en otras próximas apenas sí se recoge alguna especie. El consumo más que seguir una distribución territorial parece deberse a tradiciones familiares. Existen iniciados en el tema que conocen una abundante gama de especies mientras que otros sólo consumen las dos o tres más típicas, o ninguna, sencillamente porque temen una intoxicación.

En general, a las setas se les tiene mucho respeto. La gente que no entiende se limita a consumir las más conocidas, que, normalmente, no ofrecen dudas sobre su comestibilidad. Aun así hay muchas personas que no consumen ningún tipo de seta. En algunas casas sólo se consumen en ocasiones excepcionales, cuando las recoge algún conocedor del tema.

Sucede que muchos aficionados a setas se ven obligados a desplazarse a otros municipios próximos para su búsqueda. Así ocurre con personas residentes en núcleos urbanos, que durante la temporada aprovechan los fines de semana para desplazarse a lugares conocidos por la abundancia de setas o donde su consumo no es habitual, ya que allí suelen encontrar buenos ejemplares. La recolección tiene entonces el aliciente adicional de una excursión por el monte.

Tanto en zonas con una afición micológica arraigada como en aquéllas en que el consumo de setas no es frecuente, se puede asegurar que a partir de los últimos años la recogida, preparación y consumo de nuevas especies se ha generalizado, fruto del mayor y mejor conocimiento por parte de los numerosos aficionados. Se suele admitir que en el pasado no existía la fiebre actual por las setas, se consumían muy pocas especies, en parte por miedo a su nocividad, en parte por ignorancia.

A este incremento en la afición a buscar setas se le debe añadir la costumbre cada vez más extendida de consumir las adquiridas en el mercado, envasadas en bolsas de plástico o en bandejas de poliuretano expandido recubiertas por plástico.

Por último reseñar que en Valcarlos (N) existe la creencia de que los hongos, una vez han sido avistados por el ojo humano, ya no crecen más, por eso hay que recogerlos.