Cultivo y elaboración domésticos del tabaco

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Al tabaco, ta(b)ako/tabaku (común), le llamaban belarra y pipa-belarra en Sara (Ip). En Zeanuri (B), aún hoy en día, tabakorrie, literalmente hoja de tabaco, se emplea como sinónimo de tabaco, incluso aunque éste venga elaborado en forma de cigarrillos. Se trata de una reminiscencia de la época en que el tabaco se vendía en hojas enteras y plegadas.

En el pasado y para intentar paliar su escasez, en algunas comarcas se sembró tabaco en el huerto familiar con mayor o menor éxito. En general, esta siembra tuvo un carácter experimental y el desconocimiento de cómo debía realizarse su transformación posterior, acarreó una mala calidad del producto final por lo que su cultivo se abandonó con el tiempo. El auge coincidió con las épocas de mayor escasez, durante la postguerra y el racionamiento tras la última guerra civil. Ahora bien, con anterioridad a este evento ya se había experimentado en algunas zonas coincidiendo también con periodos de escasez en el mercado.

Liando el cigarrillo. Encartaciones de Bizkaia. Fuente: Las Encartaciones. Bilbao, 1978.

En Eugui (N) se dice que se cultivó a principios de siglo. Como no estaba permitido se escogieron lugares escondidos y tapados con abundante vegetación. El tabaco obtenido se mezclaba con el comprado, si lo tenían, y si no se fumaba directamente.

En Carranza (B) hay constancia de su cultivo a finales del siglo pasado:

«El tabaco se cultivó en Carranza con anterioridad a 1873; recuerdo haberlo visto en muchos huertos en Sierra y otros pueblos; los carboneros lo cultivaban en el monte, en los parajes en que habían cocido hoyas para beneficiar las cenizas y obtener buenas plantas. En 1896 lo ensayó un natural de Carranza que vivió en Cuba, donde fue cultivador y tabaquero en Vuelta Abajo, obteniendo buenas hojas, preparándolo bien y haciendo excelentes puros».[1]

El tabaco se recolectaba a principios de otoño y su preparación posterior seguía varios pasos:

Primeramente se secaba en casa. Mediante cuerdas o alambres que se pasaban por las hojas se colgaban éstas en lugares aireados y protegidos del sol, como podían ser los camarotes. Así se dejaban hasta que se secasen. En Goizueta (N), previamente al secado, se golpeaban las hojas, ostoak, hasta que quedasen suaves y delgadas.

El secado no iba acompañado de fermentación, si bien en algunos casos, se notaba que las hojas fermentadas eran las más suaves (Sangüesa-N). En Carranza (B), algunos tuvieron la costumbre de coger las hojas y meterlas, ya medio secas, en un saco de esparto que se introducía en un hoyo realizado en el abono del ganado. De este modo se lograba que el tabaco fermentase. También se dio la variante de introducirlas entre helechos y no en abono. En Viana (N), después de la guerra civil, la administración autorizó la plantación de tabaco. Fueron bastantes los que cultivaron esta planta en tierras de regadío. La cosecha íntegra debían entregarla en Logroño, pues era artículo intervenido, pero el agricultor se quedaba algunas hojas, las secaba, las hacía fermentar como podía y confeccionaba tabaco y puros que se vendían a buen precio.

A continuación el tabaco se picaba con el hacha , con unas tijeras, con una navaja o con un trozo de hoz. Juntando varias hojas y arrollándolas se cortaban formando tiras a modo de hebras (Carranza-B). También se machacaba con la ese (Artziniega A). Los que practicaban un secado más intenso lo deshacían con las manos (Sangüesa-N).

Por fin y sin más preparación, este tabaco se fumaba. En Artajona (N) le llamaban kifi.

Se han diferenciado algunas variedades entre el tabaco cultivado. Así, en Sangüesa (N), la planta era de dos tipos: de hoja larga y de hoja corta; en El Regato (Barakaldo-B) se distinguía entre hojas de punta y hojas redondas; y en Irouleguy (Ip) una de las clases tenía la hoja muy pequeña y la otra amplia.


 
  1. VICARIO DE LA PEÑA, Nicolás. El Noble y Leal Valle de Carranza, op. cit., p. 166.