Álava
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La dote
En Amézaga de Zuya dotar era "dar hacienda tanto a la novia como al novio". La dote solían entregarla los padres del novio y de la novia. Podía consistir en dinero, casa, tierras. Si el hijo era el heredero recibiría la casa y la mayoría de las tierras y como contrapartida en las capitulaciones o mandas que se hacían antes de la boda quedaban fijadas unas ciertas obligaciones.
La dote se solía entregar antes de la boda. Las jóvenes que profesaban recibían también tierras y/o dinero en concepto de dote, en mayor o menor cantidad en función de las posibilidades familiares, que iba destinada a las comunidades religiosas a las que se incorporaban.
La joven casadera aportaba también al matrimonio lo que se conoce con el nombre de ajuar o arreo: sábanas, colchones, ropa interior, manteles, menaje de cocina y la habitación matrimonial. Lo solía preparar la propia novia ayudada por su madre, sus amigas y hermanas.
En Apodaca si eran labradores la dote consistía en aperos de labranza, algunos animales domésticos (gallinas, cerdos, conejos, a veces una vaca), ropa, mantas y dinero. Tanto si el matrimonio joven se establecía en una nueva casa de labranza perteneciente a uno de ellos como si se iban a una casa de otro pueblo a labrar tierras, la dote la constituían ambas familias. La dote de los hojalateros (los que no son de la localidad) era poca cosa: baúl, ropa, algo de dinero, gallinas y algún conejo.
En Artziniega la dote era el inventario de los diferentes bienes que aportaba cada una de las familias al matrimonio de sus hijos: calderos de cobre, pucheros, una vaca, unas gallinas, un cerdo... Antiguamente había unas mujeres que tenían una función preeminente en la boda. Eran las encargadas de leer este inventario de obsequios aportados por cada una de las familias, pero esta lectura no se efectuaba en público, sino en privado ante los padres de ambos cónyuges y con la presencia de dos personas que actuaban de testigos. La novia llevaba también el arreo que era la ropa que ella misma había cosido para la ocasión a lo largo de su vida: sábanas, mantas, etc.
En Berganzo la dote se constituía en dinero o en especie, tal que tierras o alguna casa. La daban los padres del esposo o de la esposa según la posición familiar. La entrega se hacía mediante escritura notarial, con la conformidad de los padres y de los novios.
En Gamboa la dote consistía en una cantidad en metálico correspondiente a la parte de la herencia de uno de los novios, generalmente la joven que era la que se casaba a la casa del muchacho. De ordinario eran los padres quienes negociaban la dote. Muchas familias tenían dificultades para reunir una pequeña cantidad de dinero con la que dotar a sus hijos y a veces tenían que vender tierras o ganado. Un informante señala que en la década de los cuarenta en esta localidad lo normal era aportar como dote unas mil pesetas. La costumbre era que las familias fueran ahorrando ciertas cantidades de dinero para tenerlo disponible cuando se casara alguno de los hijos.
Además la novia llevaba el ajuar que se componía de diferentes enseres domésticos: sábanas, colchas, una cómoda, una cama, ropa interior, manteles, etc. Excepcionalmente la muchacha podía aportar tierras bien porque fuera el primer miembro de la familia en casarse o porque el hermano mayor no se hiciera cargo de la casa.
En Mendiola los bienes que los padres dejaban a los futuros cónyuges, cuyo contenido debía figurar en el contrato matrimonial, constituían la dote. Su mayor o menor importancia dependía de la posición económica familiar, pero siempre difería de un hombre a una mujer. Si era un varón, la dote podía presentar las siguientes variantes: propiedades como fincas o huertas, carros y aperos de labranza, ganado o en raras ocasiones, casas o bordas. Si se trataba de una mujer, los padres le dotaban con dinero y ella aportaba el ajuar. Era costumbre que el que se casara a casa, fuera hombre o mujer, recibiera mayor dote que el resto de los hermanos. La entrega tenía lugar una vez celebrado el matrimonio.
En Pipaón los progenitores eran quienes pagaban la dote consistente en la donación de algunos bienes raíces, que a veces daban a los hijos al casarse y otras al fallecimiento de los padres. La muchacha llevaba además como dote un dormitorio con colchón de lana y si no alcanzaba se iba prácticamente sin nada. Si se casaba a casa se le dejaba todo el mobiliario y la ropa que hubiere, además de alguna sábana, ropa interior y de calle que se hacía nueva para la ocasión.
En Ribera Alta los encuestados entienden como dote los bienes que se entregaban en las capitulaciones matrimoniales. El padre del novio y de la novia decidían la contribución de cada parte al matrimonio. Si la joven se casaba a la casa de un muchacho propietario ella aportaba una cantidad de dinero que en la década de los cincuenta podía suponer de veinte a treinta mil pesetas. Si la nueva pareja por razones de trabajo se iba a vivir a la capital (Vitoria), lo normal era que los padres les dieran una cantidad en metálico o que los padres de una parte les regalaran el piso y los de la otra, dinero.
En Valdegovía la dote podía ser en metálico para emprender la nueva vida, el ajuar de la novia, una habitación, un piso, ropas, tierras... Los bienes podían ser adquiridos o corresponder a una porción de los bienes raíces de la familia. Se pagaba entre las dos familias de los novios en la medida de sus posibilidades. No había una costumbre establecida para la entrega pero se hacía en los días inmediatos anteriores o posteriores a la boda.
En Bernedo no se conocía la exigencia de aportar una dote como tal. No obstante, según señalan los informantes de Obecuri, si la moza se casaba a la casa del chico los padres de ella aportaban algún dinero, no en el supuesto contrario porque se entendía que el varón contribuía con su esfuerzo físico. En opinión de los encuestados los padres de los novios establecían un acuerdo equilibrado para ayudar a la nueva pareja. Quienes se casaban e iban a vivir con los padres no llevaban nada, pues ya lo tenía la casa. Los que se casaban fuera contaban con lo que les daban sus progenitores: la chica, un dormitorio completo y el muchacho, ropa de vestir para él. Lo recibían antes de la boda. Antiguamente las diferencias económicas entre familias era algo a tener en cuenta pero hoy día es un factor que ha quedado mitigado.
En Moreda no se acostumbraba dotar sino que generalmente los padres repartían la herencia entre los hijos. La dote, siempre una cantidad en metálico, sólo la traían los forasteros, sobre todo los que venían de Navarra a casarse a esta villa. En los años cuarenta, mil duros se consideraba una buena dote. Con estos dineros se solían comprar fincas, de ahí el dicho: "Casa la que puedas vivir / y hacienda toda la que puedas adquirir".
Se entregaba una pequeña dote a quienes ingresaran en alguna orden religiosa. La cantidad era la exigida por estas comunidades que en los años de la posguerra ascendía a unas tres mil pesetas.
En Treviño normalmente no se establecía dote, aunque en algunos lugares como en Laño se consignaban por escrito los bienes que se entregaban.
Consecuencias de la ruptura
Con carácter general se ha recogido que en tiempos pasados apenas se conocieron casos de ruptura de noviazgos una vez que se había llegado al acuerdo o a la firma del contrato matrimonial (Amézaga de Zuya, Apodaca, Artziniega, Bernedo, Mendiola, Moreda, Ribera Alta, Salvatierra, Valdegovía).
En Amézaga de Zuya de ocurrir un caso de ruptura lo peor era la vergüenza que sentían la novia o el novio en su caso y su familia.
En Artziniega las rupturas se castigaban con la repulsa popular. No se exigía indemnización, se devolvía a cada parte lo suyo. No ocurría casi nunca.
En Mendiola se ha recogido que era muy dificil que se diera esta situación. Los encuestados coinciden en señalar que sólo se producían, en su caso, rencillas familiares, pues la dote no se entregaba hasta después del casamiento.
En Berganzo en caso de no llegar a celebrarse el matrimonio se anulaba lo acordado en la escritura notarial donde constaban las aportaciones. En Valdegovía no se conoce ningún caso en que esto sucediera, mas los informantes creen que de ocurrir una ruptura así, los acuerdos dejaban de tener validez. En Treviño si se rompía el compromiso y se habían establecido las condiciones en un documento escrito, éste quedaba anulado.
En Moreda y Ribera Alta los encuestados advierten que siendo la boda inminente era muy raro que a esas alturas de compromiso se rompiera el acuerdo matrimonial. En todo caso si ocurría cada una de las partes se quedaba con lo que hubiera aportado sin ningún tipo de indemnización.