Cuidados de la puérpera
Una vez finalizado el alumbramiento la partera lavaba a la puérpera con agua templada (Ezkio-G; Moreda-A). Para ello en Monreal (N) utilizaban trozos de sábanas a modo de toallas. Además de lavarla le cambiaban su ropa y la de la cama (Bidegoian, Zerain-G). En Berastegi (G) ponían con este motivo las mejores sábanas y sobrecama.
Durante el tiempo que la puérpera permanecía en cama, recibía la ayuda de mujeres de la casa y en ocasiones también de la partera, que vigilaba su evolución y la del niño.
En Mendiola (A) era atendida por su madre, las hijas mayores o la suegra y si carecía de familia, la vecina más allegada se ocupaba de las tareas de la casa. En Gamboa (A) la madre o la suegra y en su ausencia alguna de las mujeres que habían estado presentes en el parto. En Carranza (B) la familia.
En Zeanuri (B) la parturienta era atendida por su madre durante los días de convalecencia. Para ello se desplazaba a vivir a la casa de ésta. Se recuerda el caso de una mujer que venía andando por camino de monte desde el Valle de Orozko siempre que su hija daba a luz. Tuvo doce hijos entre 1881 y 1906 y acudió todas las veces trayendo sobre su cabeza una cesta de obsequios y una gallina viva bajo el brazo. Pasaba atendiendo a su hija un periodo de ochos días. En la actualidad las madres suelen permanecer en el centro hospitalario donde las puérperas están ingresadas.
En Bermeo (B) las mujeres de la vecindad se encargaban de todos los trabajos de la casa durante el tiempo en que la puérpera no pudiese ocuparse de ellos.
En Apodaca (A) la partera acudía todos los días a lavar a la madre hasta que ella pudiera hacerlo por sí sola. Cuando empezaba a levantarse se sentaba al lado del fuego y si la temperatura era baja se cubría con una manta cuidando de no coger frío en los pechos para evitar que pudiera "darle pelo a la leche".
En Orozko (B) la partera, después del alumbramiento volvía cada día durante una semana para atender a la puérpera y al recién nacido.
En Artajona (N) la comadrona acudía a la casa de la recién parida mañana y tarde durante siete u ocho días hasta que se le caía el ombligo al niño. A lo largo de este tiempo también le tomaba la temperatura a la madre, la lavaba y le limpiaba la cama. En Sangüesa (N) regresaba igualmente a atender a la madre y al niño.
En Portugalete (B) durante los ocho días siguientes al parto la comadrona acudía a visitar a la madre y se encargaba de su aseo y cura. En algunas ocasiones estas visitas se mantenían hasta el desprendimiento del ombligo de la criatura.
En tiempos pasados parece ser que se hallaba extendido un tabú que impedía lavarse a la mujer después del alumbramiento.
En Amézaga de Zuya (A) consideraban peligroso que la madre se lavase al menos durante los primeros nueve días, de ahí provienen dichos como "mujer parida, mujer podrida" o "mujer parida, mujer cocida".
En Ribera Alta (A) jamás se lavaba a la parturienta después de dar a luz, ella misma se iba colocando paños que iba guardando a medida que se ensuciaban para lavarlos una vez recuperada del parto.
En Abadiano (B) no se le cambiaban las sábanas a la cama porque se consideraba malo mover a la mujer, así que si se manchaban había que poner un paño encima.
En Aoiz (N) se creía que la puérpera no podía bañarse o lavarse la cabeza durante la llamada cuarentona por temor a tener una recaída.
En Portugalete (B), pasada la convalecencia, se le recomendaba que tuviese cuidado cuando anduviese con agua, "cuidado con el andar en aguas", o con el lavado de los pies, así como con los golpes bruscos; la razón aducida era impedir que se provocase una hemorragia.