La mediación. Errekadua bota

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Amigos o familiares

Algunos jóvenes que deseaban salir con una chica se valían de amigas comunes para que intervinieran en su favor ante la muchacha elegida y le comunicaran su interés por ella. De esa forma conocían de antemano los sentimientos de la joven y la posibilidad de éxito existente. Además de las amigas también intervenían de mediadoras las madres. Ambas actuaban en los casos de muchachos excesivamente tímidos o de hombres ya entrados en años, mozos viejos.

En Allo (N) había veces en que un muchacho antes de "pasar recau" a una chica recurría a una tercera persona, siempre de mucha amistad y absoluta confianza, quien se encargaba de tratar el asunto con la interesada o cuando menos de tantear el terreno. Era lo que se decía "echar un envido". En Aoiz (N) se valían de las amistades comunes para que a petición de una de las partes la persona elegida intermediara ante la otra para concertar el encuentro. En Lezama (B) era usual que en el inicio de la relación entre un chico y una chica intervinieran los amigos y amigas respectivos, posibilitando entrevistas o situaciones propicias para que se fijaran o hablaran entre ellos. En Hondarribia (G) y Ezkurra[1] (N) se consideraba recurso usual el que un chico diera a conocer sus intenciones a la chica por mediación de un amigo o amiga común. Lo mismo ocurría en Garde (N) donde el interesado, tras comunicarles a las amigas su inclinación hacia una chica, salía a pasear con ellas. Se situaba en uno de los extremos del grupo y poco a poco la muchacha se le iba acercando para acabar conversando discretamente.

A esta intervención practicada por los enamorados se le denomina en euskera errekadua bota. En Bermeo (B) además de la relación verbal directa tanto para entrar en relaciones como para romperlas, existía lo que se llamaba mandar un recado, errekadue, del chico a la chica a través de una amiga o conocida común. Esta misma intermediaria había de volver adonde el muchacho con la respuesta. En Amorebieta-Etxano (B) el interesado mandaba a la persona de su confianza a la casa de la chica para proponerle relaciones. Era una forma bastante usual de efectuar declaraciones amorosas que llamaban errekadue bota. En Busturia (B) también se podían comenzar las relaciones mandando recado, errekadue, a la chica mediante un amigo. Se solía decir errekadue entso urlieri, le ha hecho el recado a fulana. Se iniciaban las relaciones en función de la contestación. En Gorozika (B), antaño, el que hacía "el recado", errekadue egin, acompañaba a la pareja. Cuando paseaban juntos delante de todo el mundo se consideraba que la relación iba ya por buen camino. El arreglo de estas uniones se hacía de palabra.

Además de los amigos, también los padres u otros miembros de la familia han sido en ocasiones intermediarios que actuaban en favor de sus hijos para el ajuste o arreglo de una boda. Estos matrimonios arreglados por los padres se daban sobre todo cuando la edad de los contrayentes era avanzada, también por timidez o por necesidad (Amézaga de Zuya, Gamboa-A), siendo más elevado el número de casos propuestos a mayor edad de los contrayentes. Los padres actuaban a modo de casamenteros y elegían a una persona que diera el recado a los responsables de la otra parte. En Gamboa (A) intervenían los padres cuando los hijos no elegían pareja por iniciativa propia. Les ayudaban u obligaban a encontrar una persona que se adaptara a las características personales, fisicas y económicas. La timidez, la falta de personalidad y los intereses económicos eran los factores que llevaban a los padres a intervenir en favor de sus hijos formándose en muchas ocasiones parejas insólitas. En Obanos (N) el que terceras personas "pasaran recau" o "hicieran la boda" se practicó en los casos de personas tímidas o de edad. En Monreal (N) intervenían cuando se trataba de mozos viejos.

En Sangüesa (N) se mandaba el recado sobre todo cuando la unión iba a efectuarse entre miembros consanguíneos, lo mismo que en San Martín de Unx (N). En esta última localidad cuando los padres querían casar a la hija con un primo, la madre de la futura novia acudía al pueblo de los parientes a la búsqueda de consorte. A esta costumbre se le llamaba también "pasar recau".

En Izurdiaga (N) hasta los años treinta era la madre del chico quien iba a casa de la muchacha para comunicarle el interés de su hijo por ella y pedirle una contestación. Otro tanto sucedía en Urdiain (N) donde solía ser la madre la que generalmente daba los primeros pasos en la iniciación de relaciones de los hijos casaderos[2]. El mismo Satrústegui relata en euskera que los días más apropiados para que el novio mandara a su madre a casa de la chica para mostrarle sus sentimientos eran los de Reyes, Santa Agueda, San Juan y San Pedro, Mutilak bere asmoa agertzeko trebe ez bazen, ama bialtzen zuen neskiaren etxera. Berek esateko egunik egokienak, Errege, Santa Ageda, San Juan eta San Pedro izaten ziren[3].

En Artziniega y Bernedo (A) los padres también eran en muchas ocasiones los promotores de las relaciones entre sus hijos. En San Martín de Unx (N) era bastante corriente recurrir a la mediación de una persona que interviniera entre dos posibles enamorados, siendo a veces los mismos padres quienes arreglaban la unión entre sus hijos. En Ezkurra (N)[4] eran harto frecuentes los casos en que los padres lo solucionaban todo.

Casamenteros. Ezkontzaginak

Frente a la intervención esporádica de amigos y padres como intermediarios existió también la figura del casamentero cuya misión era similar, con la única diferencia de que la desempeñaba de forma habitual. Ejercían como tal tanto hombres como mujeres y había situaciones que propiciaban su intervención: ser pobre, tener mala fama, una enfermedad hereditaria o estar entrado en años podían ser motivos para que el casamentero desarrollara su función (Amézaga de Zuya-A). Esta era valorada de distinta forma según localidades, así mientras que en la anterior población alavesa se consideraba más conveniente que actuara un casamentero a que lo hiciera cualquier otro familiar, en Apodaca (A) estos personajes no estaban bien vistos pues se pensaba que se entrometían demasiado.

Se han recogido varias formas de denominar a los casamenteros tanto en castellano como en euskera: ajuntaparejas (Apodaca-A), celestinas (Mendiola-A), remediadoras (Moreda-A), boderos (Lezaun-N), kasamenterua / kasamenterea (Busturia, Markina, Urduliz-B), ezkontzagilea (Beasain, Elgoibar, Hondarribia-G), sasiezkontzailea (Berastegi-G), uztargina (Gatzaga-G)[5].

En Busturia (B) a mediados de siglo todavía había mujeres y también hombres que ejercían de casamenteros y que se dedicaban a entablar contactos entre los jóvenes. Aprovechaban sobre todo los días de feria para dar a conocer entre los visitantes la noticia de las proposiciones matrimoniales que deseaban hacer. Concertaban un primer encuentro y en adelante la pareja se encargaba de formalizar su relación. Este sistema fue bastante común hasta los años cincuenta, pero en tiempos recientes sólo han recurrido a él las personas de edad. En esta zona gozó de gran fama para concertar matrimonios, ezkontzak konpontzen, un tratante de ganado.

En Beasain (G) los casamenteros, ezkontzagiñek, también hacían los arreglos los días de la feria semanal, que era la ocasión en que bajaban los caseros.

En Orozko (B) los casamenteros hacían de correo entre las familias con hijos casaderos de los pueblos cercanos. Su labor consistía en contar las excelencias de un joven y su familia ante la otra parte, en transmitir la disposición mostrada y en concertar una entrevista, errekadue ein. Parece ser que las mujeres eran más proclives que los hombres a hacer de casamenteras. Estas personas no ejercían como tales por oficio, muchas veces se trataba de situaciones esporádicas en que por amistad o parentesco entre las partes actuaban de intermediarias. Ante la repetición de estos hechos a algunas de ellas se les conocía como casamenteras, kasamenteruek. Los casamenteros ejercían sus funciones sobre todo cuando los posibles novios hubieran superado la edad ordinaria de casamiento.

En Lemoiz (B) la casamentera, una vez seleccionada la pareja, acudía a comunicárselo. Cuando la persona elegida aceptaba la proposición, se dirigía a los padres para pedir su consentimiento. Este sistema tuvo relativa importancia hasta la última guerra civil.

En Artziniega (A) era habitual la intervención de la casamentera. Su labor consistía en poner en contacto a los jóvenes y una vez conseguido desaparecía de escena. En ocasiones concertaba una cita mediante la madre de la joven, le hablaba de la conveniencia de uno o de otro chico para que transmitiera la información a su hija.

En Ribera Alta (A) cuando alguien estaba interesado en mantener relaciones con una persona en concreto y no quería o no se atrevía a afrontar la cuestión de forma directa solicitaba los servicios de una casamentera para que ésta indagara la voluntad de la persona pretendida. La casamentera hacía sus averiguaciones y en caso de observar buena voluntad por las dos partes acompañaba al novio a casa de la novia "pretendida" o a un lugar neutral y permanecía con la pareja en lo que era su primera cita.

En Valdegovía (A) los casamenteros además de hacer de intermediarios entre dos personas que por los motivos que fueran no se atrevían a ponerse en contacto por ellos mismos, buscaban pareja a quien lo solicitase.

En Artajona (N) era sobre todo a las mujeres a quienes "les gustaba hacer bodas". La casamentera hablaba por separado con las dos personas implicadas, haciéndoles ver el interés del uno hacia el otro. Su papel consistía "en hacer arreglicos", en "prepararles el terreno" para que se convirtieran en novios y se casaran.

En Zerain (G) antiguamente, sobre todo cuando el noviazgo afectaba al mayorazgo, los padres indicaban las cualidades que había de tener su futura nuera. Había intermediarios que a cambio de una determinada cantidad de dinero se dedicaban a buscar a la joven que reuniera las condiciones fijadas.

En Gatzaga (G) se recuerda a un anciano que hace muchos años ejercía la profesión de casamentero, uztargiña. Su intervención se hacía más acentuada cuando los mayorazgos eran propietarios del caserío y de las tierras[6].

En Lezaun (N) los boderos ponían en contacto a las futuras parejas, generalmente de casas pudientes y con dote. Cuando los jóvenes no se conocían el bodero concertaba una entrevista y entonces se decía que "habían salido a vistas". Si la pareja se gustaba se preparaba el matrimonio, en caso contrario el bodero iba proporcionando otros pretendientes. En Ribera Alta (A) a la primera cita concertada por la casamentera para verse y conocerse también se le llamaba "salir a vistas". En Aoiz (N) recibía igualmente el nombre de "ir a vistas". Se citaban el mozo, la moza y la intermediaria en una cafetería de Pamplona, acudiendo a veces los padres. Cuando el encuentro acababa en matrimonio se decía que a fulanita "le hicieron la boda".

En algunas localidades hay constancia de que se pedía a los curas que actuasen de intermediarios. En Bidegoian (G) los padres le pedían concertar la boda de sus hijos y él elegía las parejas que considerara adecuadas. En Hondarribia (G) los informantes oyeron hablar a sus mayores de ciertos curas que a principios de siglo hacían la labor de intermediarios hablando con los chicos que deseaban casarse y buscándoles pareja en la misma o en distinta comarca. En Hazparne (L) recuerdan que desempeñaban un papel importante en la orientación de los matrimonios, haciendo de intermediarios y de consejeros, en particular en los casos de personas tímidas. Conocían bien las cualidades de la gente y podían saber si los caracteres iban a congeniar. En Nabarniz (B), Telleriarte (G) y Artajona (N) también recuerdan la labor de intermediario de los curas.

En cuanto a la retribución a los casamenteros por la labor realizada variaba según las localidades ya que algunos de ellos ni tan siquiera cobraban por sus servicios pues los prestaban por ayudar (Amézaga de Zuya, Ribera Alta-A). En Orozko (B) en tiempos pasados se les retribuía su cometido comprándoles unas alpargatas, abarketa batzuk erosten jakiezan, y si la gestión tenía éxito un par de zapatos, eta ezkondu ezkero zapata parea, paguz, emoten jakon kasamentereari. En Markina (B) el casamentero pedía por cada enlace una cantidad determinada. En Zerain (G) se dice que algunos casamenteros de la zona cobraban una onza de oro y en la localidad navarra de Viana, la casamentera pedía por su trabajo un robo de trigo, 21 kg.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. “Estudio etnográfico de Ezkurra” in AEF, XXXV (1988-1989) p. 57.
  2. José Mª SATRUSTEGUI. Comportamiento sexual de los vascos. San Sebastián, 1981, p. 198.
  3. José Mª SATRUSTEGUI. “Ezkontza eta Urdiain'go ohitura zaharrak” ín Munibe, XXIII (1971) p. 610.
  4. José Miguel de BARANDIARAN. “Estudio etnográfico de Ezkurra” in AEF, XXXV (1988-1989) p. 58.
  5. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 142.
  6. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, pp. 142-143.