Vasconia Continental
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La dote, truzoa eta sosa
En Arberatze-Zilhekoa (BN) la dote de una muchacha comprendía el ajuar (sábanas, toallas, manteles, servilletas, etc., la lencería, cosida por la propia joven o por una bordadora) y el dinero que le daban sus padres. Sobre el ajuar, se solía decir, que era conveniente que la joven llenara su armario, y suegra y nuera solían mostrar su contenido a las visitas. La joven llevaba el ajuar la víspera o la antevíspera del día del casamiento. No se acostumbraba aportar mobiliario, aperos o utensilios, lo propio era la lencería.
En Izpura (BN) los padres acordaban los bienes aportados como dote por la hija o el hijo casadero. Era muy raro que como dote con ocasión de matrimonio se entregaran tierras. La casa y sus pertenecidos poseían una cierta "inalienabilidad", este patrimonio resultaba intocable. Si no se aportaban tierras se llevaban a la nueva casa animales domésticos: ovejas, vacas o bueyes.
La dote clásica de una joven comprendía la cama -no se concebía que pudiera acostarse en otra- y el ajuar que llevaba en un arca y cuya importancia variaba según su posición económica. El número de sábanas era abundante porque la colada a fondo en la gran tina (con ceniza y agua caliente) no se hacía más que dos o tres veces al año, para proceder después al lavado en el río. Entre los labradores existió también la costumbre de que la muchacha aportara útiles que a ella le pudieran servir, como determinados utensilios de cocina, herramientas de jardinería: azadilla, etc., o incluso una máquina de coser.
En Lekunberri (BN) la dote que llevaba el hijo o hija que se casaba con el heredero o heredera de otra casa era pagada por el padre del primero al del segundo en cabezas de ganado o en metálico. Si no disponía de dinero ambos cabezas de familia, patriarches, podían convenir sustituirlo por una parcela de terreno que quedaba en garantía hasta que se hiciera efectivo el pago en dinero. Para llevar a cabo este arreglo se reunían antes de la boda en la casa en la que iba a vivir la futura pareja y después de tomar un buen refrigerio solían visitar los establos del ganado.
En esta misma localidad bajonavarra antes de la guerra de 1914-18 a los hijos que no fueran a ser cónyuge heredero, los padres de familia, etxeko nausiak, también dotaban con una cantidad en metálico o con una partida de cabezas de ganado. Si la familia no tenía dinero suficiente se recurría a los prestamistas sin que los préstamos se formalizaran ante notario. Había familias que para esta finalidad contaban con el dinero enviado de América por quienes habían ido a aquellas tierras a trabajar como emigrantes. De lo que no se podía disponer era de los bienes de la casa puesto que ésta había que transmitirla íntegra, con mobiliario incluido, al heredero.
En Liginaga (Z) diez o quince días antes del casamiento se hacía entrega de la dote de la novia consistente en ajuar y dinero, truzoa eta sosa[1].
En Sara (L) la dote consistía en la parte de la herencia que los padres señalaban y adjudicaban a sus hijos, sin merma de los bienes raíces, a cuenta de sus bienes gananciales y de otros que debía aportar el heredero de la casa. La entrega se hacía cuando se formalizaban las capitulaciones matrimoniales del hijo o hija que, por casamiento, se emancipaba.
La dote constaba de dos elementos: una cantidad de dinero y una entrega en especie. Esta última, si se trataba de una muchacha comprendía el ajuar (camas, muebles, ropa, etc.) y si de un muchacho la cama, utensilios de trabajo, grano, alguna vaca, etc.
En Uharte-Hiri (BN) el cónyuge adventicio aportaba la dote y el ajuar. Aquélla consistía generalmente en dinero que se entregaba a los padres del heredero cuando se celebraban las capitulaciones matrimoniales. El ajuar se llevaba dos o tres días antes del casamiento y esta costumbre se denominaba etxe-sartzia (entrada en la casa)[2].
En Zunharreta (Z) la dote era aportada por la joven o el chico que venía a la nueva casa. Antaño consistía en la entrega de algunos billetes de mil francos o de luises de oro.
En Hazparne (L) la dote se componía de dinero y ajuar y su entrega tenía lugar en el momento del contrato matrimonial. El ajuar lo confeccionaba la muchacha, si disponía de tiempo bordaba la ropa blanca, y consistía en sábanas, toallas y ropa para la casa. En algunas ocasiones la cantidad en metálico se aportaba después de la boda y se iba pagando poco a poco a medida que se disponía de dinero, si bien se procuraba liquidar rápidamente porque era una carga para la casa.
El ajuar era muy importante para la joven hasta el punto de que era preferible casarse con ajuar y sin dote que a la inversa. Había que llevar algo al matrimonio, aunque el hombre únicamente aportaba su persona, es decir, mano de obra y se convertía en jefe de la hacienda.
Consecuencias de la ruptura
En Arberatze-Zilhekoa (BN) los informantes recuerdan dos casos en que firmado el contrato no se celebró el matrimonio. Cada parte recuperaba lo suyo. "Es terrible -señala un informante- conocí un caso que ocurrió sien.do yo niño y no lo he olvidado".
En Lekunberri (BN) el noviazgo no se rompía de no ser por una causa grave. De ocurrir una de estas situaciones las consecuencias a veces se arreglaban ante hombres de la localidad juzgados respetables. Hoy día se acude al notario.
En Liginaga (Z) si se producía la ruptura no se exigían indemnizaciones.