Fajado de los bebés. Paxa
Fue muy común en tiempos pasados fajar el vientre de los niños mediante fajas rígidas. Se atribuía a esta práctica un fin preventivo si bien se aplicaba además para corregir problemas como hernias.
Como ya se ha visto en un apartado anterior las fajas también se utilizaban durante los primeros días de vida para proteger el ombligo y sujetar los paños que se aplicaban sobre el mismo mientras cicatrizaba y se curaba.
Otra de sus finalidades era la de sujetar los pañales y la ropa del niño.
El caso más extremo de fajado se ha constatado en dos localidades navarras y tuvo lugar hasta principios de siglo. En Lezaun en las primeras décadas de este siglo se envolvía a los críos con una faja larga desde los hombros y con los brazos pegados al cuerpo y dentro de la faja. En Obanos también se fajaban completamente, "eran como un fardo, no se podían mover".
En Romanzado y Urraul Bajo (N) se le sujetaban los brazos al cuerpo con un pañuelo de tres puntas y lo llevaban constantemente[1]. En Améscoa (N) le cruzaban los brazos sobre el pecho y también se los sujetaban con un pañuelo[2].
En Pipaón (A) además de para sujetar los pañales, las fajas se utilizaban para prevenir la aparición de hernias. Si ya estaba herniado se fajaba fuertemente dicha parte con un cartón forrado. En Carranza (B) era una práctica habitual, consistía en envolver al bebé con una faja desde el vientre hasta el pecho. La finalidad era evitar que se herniase al llorar, pero si ya estaba herniado también se le ponía.
En Treviño (A) aunque no era muy habitual la utilización de fajas rígidas, hace unos cincuenta años cuando se producían problemas de hernias se utilizaban para corregirlas.
En Zeberio (B) se les ponían fajas, paxeak, para que la tripa tomara forma y cuando se herniaban. En este último caso por debajo de la faja se colocaba una especie de bola en el punto donde se localizaba la hernia. También se ponía una faja por encima del ombligo para que no sobresaliera demasiado.
En Lemoiz (B) la partera le enrollaba a la cintura una faja de un metro de longitud "para que no se moviera el ombligo y no se herniara". En Muskiz (B) se le colocaba cuando se le salía el ombligo. En Orozko (B) se creía que servía para que el niño no se herniase y para que estuviera derecho.
En Ezkio (G) se utilizaron hasta los años cuarenta para que el ombligo tomase una forma bonita además de para mantenerle la tripa caliente. Primero lo envolvían con una tela que se denominaba pasea, encima de ésta ponían otra de peor calidad y finalmente lo cubrían con una de punto que recibía el nombre de gonauntza.
En Urduliz (B) también se conoció el uso de las fajas rígidas, paxee. Según algunas informantes se utilizaban para sujetar el ombligo del niño. Se envolvía a éste con la faja dándole muchas vueltas, hasta el punto de que casi no podía moverse. Según otras su finalidad era la de sujetarle la ropa. Antaño no había pañales como los actuales, eran unas piezas cuadradas de tela encima de las cuales se colocaban otras llamadas koltxak en forma de pico y del tipo de la franela. Todo ello se envolvía y sujetaba con la faja.
En Mendiola (A) e Izal (N) se usaban fajas rígidas para ceñir el vientre del recién nacido.
En Ribera Alta (A) la faja además de para sujetar el pañal se consideraba útil para mantener el vientre abrigado y apretado. En Salvatierra (A) se empleaban fajas de punto para sujetar el pañal y la manta y para fortalecer esta parte del cuerpo.
En Pipaón (A) se les fajaba para que no fuesen barrigudos y en Goizueta (N) para conseguir un cuerpo más esbelto. En Mendiola (A), dado que los bebés solían tener el vientre hinchado, se les envolvía no con una faja rígida sino con una venda muy ancha que les sujetaba el vientre.
En Markina (B) la faja se utilizaba hasta que el niño tuviese siete u ocho meses. Tenía una anchura de un decímetro y una largura de metro y medio y era la madre quien la preparaba. Su finalidad era que el niño estuviese más "armado" y evitar que tuviese tripa.
En Amorebieta-Etxano (B) se consideraba que si tenían mal el estómago servían para mantener el calor de la zona.
En Elgoibar (G) recurrían a las fajas utilizadas por los hombres en el trabajo para que las criaturas no tuviesen aires.
En Bermeo (B) se le arrollaba a la cintura una gruesa tela, a modo de faja, de metro y medio de largo, garríkue u oielá, para que estuviesen estirados y también por costumbre. Posteriormente los médicos desaconsejaron su uso.
En Elosua (G) se emplearon fajas rígidas de lino fuerte hasta mediados de los años sesenta. Se decía que servían para enderezarle la cintura y para que el niño estuviese tieso.
En Aoiz (N) se les vendaba con el propósito de "sujetar el cuerpo", es decir, "para que no se ablandase y cada carne fuese para cada lado".
En Beasain (G) hasta hace sólo veinte años se les envolvía el vientre, por encima de las ropas interiores, con una larga faja algo prieta.
En Durango (B) la faja era una prenda que nunca faltaba en un arreo infantil por pobre que fuese. Solía tener unos ocho centímetros de ancho y era de color blanco. En muchas casas las confeccionaban con perlé y generalmente con el denominado "punto de arroz". Tras colocarle el pañal, la camisita y el juboncito se enfajaba con ella, atándola al final con unas cintas que tenía la misma. En la década de los sesenta aparecieron en el mercado unas fajitas tubulares elásticas y blancas.
Además de la cintura en algunas poblaciones se les sujetaba el cuello atándoles un pañuelo, se evitaba así que se les torciese.
En Bermeo (B) se les ponía uno almidonado "para que no doblaran la cabeza". Para colocárselo apoyaban el punto medio del mismo sobre la nuca y después cruzaban los dos extremos en el pecho e introducían las puntas debajo de la faja. En Markina (B) les ponían un pañuelo de tres picos en el cuello, cruzado por delante y encima la faja. Este pañuelo tenía la función de sujetarles el cuello.
En Carranza (B) al poco de nacer se les ataba un pañuelo al cuello para evitar que se les "desvolviese la cabeza". Se debía atar de una forma muy concreta, rodeando el cuello de modo que los picos bajasen por el pecho hasta el vientre donde se sujetaban con la faja. El pañuelo no era uno corriente sino especialmente preparado para tal menester y por tal motivo pasaba a veces de madres a hijas. Según una informante era de tres picos, según otra cuadrado pero se doblaba por una diagonal. Una informante recuerda una prenda especial que llama piquitos y que cumplía la misma función que el pañuelo descrito. Consistía en un cuadrado pequeño de tela con dos cintas unidas a dos de sus lados. El cuadrado de tela se colocaba sobre la espalda del niño de modo que quedase con un pico hacia abajo, otro a la altura del cuello y los otros dos en los costados; las tiras que salían de la parte superior se pasaban sobre los hombros, se cruzaban sobre el pecho y las puntas se metían por debajo de la faja. De este modo el niño se mantenía rígido, con la cabeza bien sujeta.
En Lemoiz (B) se le enrollaba un trapo para que no se dañara el cuello y en Abadiano (B) le colocaban un pañuelo para endurecérselo.
En Durango (B) fue común colocarle un pañuelo de tres puntas que se le pasaba por debajo de los brazos y se le ataba a la espalda posiblemente para que se le quedara bien derecha.
En Sara (L) se le vendaban las piernas con una venda blanca, troxa, para mantenérselas derechas y evitar que se curvasen. Esta venda la llevaban hasta los dos o tres meses de edad[3].