Una boda en la localidad alavesa de Moreda en 1991
A través del relato de la boda podemos llegar a conocer mejor el rito de la ceremonia en general y de multitud de detalles en particular. La boda que se describe a continuación tuvo lugar el día 18 de mayo de 1991, en la iglesia parroquial de Santa María de Moreda. Los contrayentes fueron Ana Rosa Chasco y Jesús Ausejo. Ella natural de Moreda y él de la cercana localidad riojana de Alberite.
Para las 12,45 h. los invitados ya se habían dado cita en la plaza de la Concepción, delante de la iglesia parroquial, en espera de que los novios hicieran acto de presencia.
A punto de dar la una del mediodía, llegaron en comitiva éstos junto con los padrinos y los familiares cercanos, pasando seguidamente todos al interior del templo donde se celebró la misa y acto de casamiento.
Tras la lectura del evangelio y el sermón de boda del párroco, tuvo lugar la ceremonia de matrimonio, sellada con las mutuas palabras de compromiso de los contrayentes, la imposición de los anillos y la entrega de arras.
Los novios se situaron en el crucero de la iglesia, al pie del altar mayor. La novia a la izquierda de su prometido. El padrino a la derecha del novio y la madrina a la izquierda de la novia. Se sentaron en un banco de madera noble que para tales ocasiones se trae de una casa particular. Para arrodillarse tenían cuatro reclinatorios forrados de blanco.
Como curiosidad se anota que no se salió con la bandeja a pedir durante la misa, quizás por olvido del cura o por falta de iniciativa de los mismos asistentes a la celebración.
Al final de la misa, que fue concelebrada por los curas párrocos de Moreda y Alberite, los jóvenes amigos del novio de la localidad criticaron, por lo bajo, al párroco de su pueblo porque prolongaba excesivamente la alocución.
Después de firmar los novios en el libro de casados y hacerse unos retratos en el interior de la iglesia, entre numerosos vivas salieron en medio de una intermitente lluvia de arroz. En este momento se produjeron numerosas situaciones pintorescas: amagos de esquivar, agachamientos, retiradas, carreras, medias vueltas, las más diversas gesticulaciones e increpaciones, cuando no algún que otro patinazo a causa del arroz que había sobre el enlosado del cementerio próximo.
Tras la salida de la iglesia se tomó el vermú y algún que otro aperitivo, tanto en los bares del pueblo de Moreda, villa donde se celebró la ceremonia, como en el próximo de Albelda, donde tendría lugar el banquete. Con esto los invitados hicieron tiempo antes de entrar a comer en el restaurante "Alaska".
Los recién casados y los padrinos tomaron asiento en la mesa presidencial, que ocupaba un lugar preferente en el comedor. El resto de los invitados se fue colocando en las demás mesas, según relación de parentesco, amistad y vecindad. Nadie se ponía cerca de uno que no conociera, a no ser que llegara de los últimos y no tuviera más remedio.
El menú de la comida fue muy variado. Consistió en entremeses fríos (jamón serrano y otros), entremeses calientes (croquetas, calamares, alcachofas rebozadas, chorizo asado envuelto en papel de plata -que es la especialidad de la casa-, etc.), espárragos a la vinagreta y con mayonesa, gambas, almejas y champiñones. De primero, sopa. De segundo, cordero asado con lechuga. De postre, tarta con helado. De bebidas, para acompañar a la comida y postres, vino tinto, gaseosa, agua, champán y licores (los jóvenes tomaron preferentemente pacharán). La comida se remató con café, copa y puro.
A lo largo de la comida se produjeron numerosos vivas a los novios y peticiones para que se besaran, cosa normal en este tipo de celebraciones.
Llegado el momento, los amigos del novio le cortaron la corbata en gran cantidad de trozos, que fueron repartidos entre los comensales a cambio de dinero en efectivo, la voluntad.
El padrino fue repartiendo puros entre los varones asistentes al banquete y la madrina obsequió a las mujeres allí presentes con una cestica pequeña de caramelos.
El fotógrafo oficial de la boda, a su vez, fue recorriendo las mesas de los comensales para venderles el retrato de bodas, hecho de antemano. Los comensales que adquirieron alguna de estas fotografías acudieron donde la novia y el novio para que la firmaran con una dedicatoria. La costumbre es guardar estos retratos en casa. Se suelen enseñar también a los que no hayan podido acudir a la boda y para que los que no conozcan a los contrayentes, sepan cómo es el novio o la novia.
Los asistentes al banquete, a la vez que llevaban la fotografía a los novios aprovechaban para darles cierta cantidad de dinero, unas 10.000 pts. Cada invitado ofrecía el regalo en efectivo al miembro de los recién casados con quien más amistad tuviera o al que mejor conociera de los dos.
La sobremesa se animó con el baile y músicos de la discoteca que hay junto al restaurante, hasta bien entrada la tarde. Al anochecer la gente se fue despidiendo de los recién casados e invitados y cada uno se fue a su casa. Los recién casados, sin embargo, partieron en viaje de luna de miel.