El adulterio
Los informantes de algunas localidades afirman que no se ha registrado ningún caso (Apodaca-A; Berastegi, Elosua, Zerain-G; Izal, Monreal-N) o que al menos ellos no han tenido constancia de que hayan existido (Abadiano-B). Se considera que la relación de las parejas ha sido lo suficientemente fuerte como para que resultasen extraños los casos de adulterio (Bermeo-B).
En general parece haber sido infrecuente en las localidades encuestadas y son contados los casos que se recuerdan (Amézaga de Zuya, Berganzo, Ribera Alta, Treviño-A; Lemoiz-B; Bidegoian, Elgoibar-G; Lekunberri, Viana-N; Donoztiri-BN).
En este problema también han influido las habladurías de las gentes hasta el punto de que supuestos casos de infidelidad conyugal no han pasado de ser murmuraciones entre vecinos (Bermeo-B). En esta localidad costera afirman que algunas profesiones como la de tabernero y marinero son las preferidas a la hora de los chismes que se cuentan en el pueblo.
Cuando se producía algún caso de violación del vínculo conyugal, dada la reserva con que actuaban los implicados, nadie podía asegurar que existiese tal situación con absoluta seguridad lo que generalmente ocasionaba una gran murmuración (Alío, Izurdiaga N). En Ribera Alta (A) la discreción era la norma tanto entre los adúlteros como entre el resto de los vecinos. Cuando se producía se ocultaba tanto familiar como socialmente. En el pueblo existían murmullos y rumores pero era muy difícil que alguien hiciese una acusación categórica.
En cuanto a la consideración social del adulterio, los informantes lo valoran negativamente independientemente de que en su propia localidad se hayan registrado casos o no. Esta consideración es tanto más peyorativa cuanto mayor sea la edad de los encuestados.
En Sangüesa (N) el adulterio era juzgado duramente y más en tiempos pasados. Se consideraba una mancha muy grave y si nacían hijos quedaban marcados para toda la vida.
En Moreda (A) el adulterio ha sido un asunto tabú. Los vecinos lo comentaban por lo bajo y la mayoría de las veces se callaban; sólo muy de vez en cuando se oía algún rumor. Se consideraba un asunto grave. En Gamboa (A) se piensa que es una importante falta moral.
En Salvatierra (A) estaba mal visto y era despreciado. No se practicaba ningún tipo de castigo por parte del pueblo, pero sí se producía la pérdida de la confianza personal. En Allo (N) era reprobado y censurado.
En Bernedo (A) el adúltero era muy criticado y no podía vivir en el pueblo porque aunque no se tomaba ninguna medida de castigo contra él, era rechazado.
En Berganzo y Mendiola (A) esta situación estaba y está mal vista. En la segunda de las localidades se apiadaban del engañado y censuraban a quien mantenía relaciones con una persona casada.
En Artziniega (A) tampoco estaba bien visto, la gente conocía los pocos casos que se daban. Aunque se soportaba esta situación más que hoy día las familias implicadas tenían sus más y sus menos. Además con harta frecuencia las comadres "le daban aire a la cosa".
En Valdegovía (A) se consideraba como una falta de respeto, al igual que en Obanos (N), aunque aquí reconocen que casi siempre se hablaba sin certeza. En cambio, en un pueblo tan pequeño como Garde (N) los casos de adulterio trascendían rápidamente siendo conocidos y criticados por todos. En Nabarniz (B) era igualmente motivo de habladurías por parte de la gente.
También hay constancia de que estaba mal visto o considerado en Gorozika, Lemoiz, Markina (B); Beasain, Bidegoian, Elgoibar, Ezkio, Hondarribia, Telleriarte (G); Aoiz, Izurdiaga, Lekunberri, San Martín de Unx y Viana (N).
En lo referente a las diferencias entre hombres y mujeres hasta hace poco tiempo el adulterio era un delito que sólo cometía la mujer y que como tal estaba penado. La ley era mucho más benigna en el caso del varón que cometiera amancebamiento y sólo incurría en él si tenía a la manceba dentro del domicilio familiar o notoriamente fuera del mismo. La despenalización de ambos delitos no se produjo hasta 1978 (Ley de 26 de mayo de 1978). Obviamente hoy día el adulterio del hombre o de la mujer puede ser alegado como causa de divorcio[1].
Aunque se admite que la infidelidad ha sido mayor en los hombres que en las mujeres (Berganzo-A), ha estado socialmente peor considerada en el caso de las últimas. El adulterio suele ser más aceptado si lo provoca el hombre y aunque se ve como algo anormal a menudo es conocido por todos. En el caso de la mujer, por el contrario, se intenta llevar en secreto ya que está peor visto (Amézaga de Zuya-A).
En Muskiz (B) la mujer adúltera era señalada cada vez que se la veía por la calle. Al hombre, por el contrario, se le culpaba menos.
En Lekunberri (N) era la mujer la que cargaba con la mala reputación mientras que el hombre siempre era redimido "hiciera lo que hiciera". En Treviño (A), Carranza y Urduliz (B) también era ella peor considerada.
En Viana (N) las mujeres arrastraban la vergüenza pública más que los hombres y hasta se les negaba la amistad. Cuando el adulterio era provocado por una mujer se solía producir la separación matrimonial.
En Elgoibar (G) el adúltero sufría la marginación del pueblo, sobre todo si se trataba de una mujer; en el caso de los hombres a veces sucedía lo contrario.
En cuanto a los castigos que recibían los adúlteros según el Código de Derecho Canónico los que habían cometido delito público de adulterio o vivían públicamente en concubinato debían ser excluidos de los actos legítimos eclesiásticos hasta que dieran señales de arrepentimiento (canon 2357, 2).
En Amézaga de Zuya (A) había ocasiones en que las mujeres del pueblo "hacían el vacío" a la persona considerada adúltera, sobre todo si era de su mismo sexo. Los calificativos de tía fresca y fulana eran entonces muy empleados. Los hombres que traicionaban a su mujer recibían el apelativo de mujeriegos. No había un castigo como tal pero el resto de vecinos miraban con "mala cara" al adúltero e incluso el párroco podía hablar con él para intentar corregir su actitud, pero se procuraba que el tema no trascendiese.
En Mendiola (A) los vecinos del pueblo castigaban al adúltero retirándole el saludo y "haciéndole de menos con diversos y repetidos detalles". En definitiva, se procuraba tener las mínimas relaciones posibles con la persona que cometía adulterio. En Salvatierra (A) reconocen que se producía una pérdida de confianza personal. En Bidegoian (G) por el contrario la gente callaba esta situación y trataba de obrar con la máxima discreción.
En Lemoiz (B) las mujeres procuraban evitar el trato con la adúltera, sobre quien gravitaba este estigma hasta la muerte. El marido castigaba a la esposa adúltera físicamente en la intimidad e incluso en algún caso la echaba de casa.
En Goizueta (N) la familia castigaba al adúltero obligándole a marchar del pueblo antes que interviniese el juez o el alcalde. En Busturia (B) una solución a este problema era irse a América. En Aoiz (N) cuando se descubría el adulterio, uno de los miembros también solía irse del pueblo.
En Arberatze-Zilhekoa (BN) los sábados por la noche se hacían alfombras florales entre las casas de las personas que se suponía mantenían relaciones. A veces también se preparaban con cal. De este modo el domingo a la hora de ir a misa todo el mundo las veía. Era la forma de demostrar que se estaba al corriente de la situación. En Iholdi (BN), en caso de adulterio, también se hacía una alfombra de hierbas o se marcaba con cal el camino que enlazaba las dos casas en cuestión.
En Izpura (BN) se llamaba la atención sobre los casos de infidelidad conyugal mediante una práctica injuriante, ya abandonada, conocida como asto-lasterrak, carrera de burros. Se organizaba durante el carnaval. Los chicos jóvenes se adornaban con oropeles, ocultaban su cara con una máscara y montaban en burros gritando y gesticulando al pasar por delante de la casa de su víctima. Esta no tardaba en salir y en ese momento comenzaba la cabalgata de burros con los caballeros gesticulando y profiriendo injurias. Uno de ellos, montado a horcajadas pero con la cara vuelta hacia la grupa del animal, mostraba la vulva de la burra lo que provocaba palabras y frases malsonantes.
Hoy en día se tiene una mentalidad más abierta ante el adulterio, aunque esto no implique que se acepte (Bidegoian-G). La mayoría de la gente, sobre todo los jóvenes, no prestan la menor atención a este asunto ya que piensan que cada uno obre como quiera y nadie debe inmiscuirse en la vida de los demás. Sólo los más viejos le siguen dando importancia (Moreda, Treviño-A; Elosua, Elgoibar-G; Aoiz-N). Aún así se considera que suele ser causa de divorcio (Lezama, Muskiz, Urduliz-B; Izurdiaga-N).
- ↑ El Fuero Nuevo de Bizkaia (1526) disponía en la Ley IV del Título 35 las cautelas con las que se había de proceder contra las amancebadas, no autorizando denuncias ni acusaciones generales, estableciendo además otras normas sobre aceptación de pruebas y testigos que debían ser tomados en cuenta para evitar abusos cometidos anteriormente.