Duración de las celebraciones de boda
Existen testimonios históricos y documentales de siglos anteriores, del ámbito civil y del eclesiástico, que tratan de poner fin a grandes excesos cometidos en los banquetes de bodas, tanto en su duración como en el número de asistentes.
Según los datos recogidos en nuestras encuestas la duración de las celebraciones de boda se extiende de forma diferente según las épocas y en función también de la relevancia social o posibilidades económicas de los casados.
En los datos recopilados de principios de siglo lo normal era que, en zonas rurales o núcleos urbanos, las celebraciones de bodas sencillas duraran un único día, y se limitaran muchas veces al desayuno posterior al rito de matrimonio, a primera hora de la mañana (Bermeo, Nabarniz, Orozko, Zeanuri-B; Zerain-G; Ezkurra, Monreal-N).
En las primeras décadas de este siglo también, en las celebraciones en casas de mayores recursos, y en zonas rurales, los banquetes y festejos se prolongaban por regla general dos o incluso tres días, sobre todo si el casamiento era el del heredero (Trapagaran-B; Orexa-G[1]; Aoiz[2], Baztan-N). Hay testimonios de personas que en la primera década de este siglo conocieron celebraciones de bodas de ocho días de duración (Trapagaran-B).
Es asimismo común que se elija el fin de semana (sábado y domingo) para celebrar la ceremonia y los banquetes y fiestas posteriores. Antaño habilitaban para ello la casa familiar, tanto para los banquetes como para acoger de noche a los invitados que se quedaban a dormir. En los días que se prolongaban los ágapes de bodas, era normal confeccionar menús que aprovecharan sucesivamente las sobras del banquete anterior. El ciclo de los festejos en el ámbito doméstico acababa en algunos lugares con las ofrendas post-nupciales y la tornaboda, que se describirán en el capítulo siguiente.