Lugares de celebración

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El lugar de celebración por antonomasia en Vasconia ha sido el domicilio familiar. Como ya ha quedado indicado con anterioridad, el banquete nupcial no se diferenciaba en gran medida de cualquier otra comida ritual celebrada en el ámbito doméstico. Muchas de las formas observables en los banquetes de boda actuales, a pesar de que el marco de la celebración haya sufrido variaciones con el tiempo, tienen su origen en ello.

Banquetes domésticos

Se observa en nuestras encuestas que hasta los años cincuenta e incluso entrada la década de los sesenta, en las casas de familias con recursos suficientes se organizaban banquetes de boda durante uno o varios días. Generalmente se hacía uso del domicilio de una de las familias de los recién casados.

Era usual que la casa que incorporaba a uno de los cónyuges fuera la encargada de habilitar el espacio para el banquete nupcial. El festín, en este caso, servía como ceremonia introductoria oficial del esposo o esposa en la nueva familia (Gamboa-A; Lemoiz, Zeanuri-B; Iholdi-BN; Arrasate, Beasain, Berastegi, Telleriarte-G; Izurdiaga y Lezaun-N).

Banquete doméstico de boda. Carranza (B), c. 1950. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

También podía realizarse la elección de la casa para el banquete de bodas según condiciones objetivas de espacio o adecuación para las celebraciones. Así se recoge en localidades como Artziniega, Berganzo, Mendiola, Pipaón, Treviño (A); Bermeo, Gorozika (B); Aoiz, Artajona, Monreal y Obanos (N). De todas maneras, en localidades como éstas en que la elección de la casa para el banquete podía ser opcional, si uno de los cónyuges era heredero se consideraba obligatorio celebrarlo en el domicilio de éste (Donoztiri-BN).

Hay alguna localidad en la que se consigna que la celebración tenía lugar en el domicilio del cónyuge que iba a cambiar de residencia (Abadiano-B).

En otros lugares, en cambio, se indica que era costumbre acomodar a los comensales en el hogar de la novia (Amézaga de Zuya, Apodaca, Berganzo, Bernedo, Lagrán, Moreda, Ribera Alta, Salvatierra, Valdegovía-A; Carranza, Durango, Orozko, Urduliz-B; Hazparne-L; Améscoa, Baztan, Izal, Urdiain y Viana-N).

Finalmente, si la casa familiar no contaba con los medios y el espacio adecuados, las familias de los contrayentes pedían ayuda a algún amigo que tuviera una más apropiada (Sangüesa-N). Hay casos incluso en que determinadas casas de la localidad se especializan para acoger estos eventos, ya que son requeridas casi siempre con motivo de celebraciones de bodas en la localidad por tener un comedor de amplia capacidad (Garde-N).

Banquetes fuera de casa

A pesar de que se han recogido testimonios ya en los años 30 (Valcarlos-N)[1], es sobre todo a partir de los 50 y, más intensamente en la década de los 60, cuando se operó un cambio en los usos a la hora de organizar el banquete de bodas. Este pasó a celebrarse en fondas o restaurantes, fuera del ámbito del hogar familiar. Algunos encuestados indican explícitamente que eran los gastos y responsabilidades excesivos que ocasionaban estas celebraciones en las casas los que influyeron en este cambio (Lagrán-A[2]; Valle de Elorz-N[3]).

En primer lugar los banquetes se encargaban en un establecimiento del mismo pueblo. En este caso los invitados se limitaban a la familia más cercana, no más allá de tíos y tías (Apodaca, Moreda-A; Zerain-G). No solían superar los cuarenta comensales. Incluso en los lugares donde los primeros vecinos tenían una función preeminente éstos podían ser excluidos de la invitación (Hazparne-L).

Hacia los setenta ya era general que estas celebraciones no se organizaran en el ámbito doméstico siendo los restaurantes los que tomaron el relevo como centro de celebración de estos actos.

En las décadas de los ochenta y los noventa, el banquete, y no sólo éste sino incluso la ceremonia religiosa y el resto de las celebraciones, se organizan en función casi exclusiva de las disponibilidades de fechas del restaurante del gusto o posibilidades de los que van a contraer el matrimonio.

Es también usual que el lugar de la ceremonia religiosa diste del establecimiento en que se va a comer o cenar, con los consiguientes problemas para el traslado de los invitados. Este hecho obliga a que se organicen incluso autobuses para comodidad y seguridad de los familiares y amigos que asisten a las celebraciones.

También se observa en las décadas de los ochenta y los noventa un aumento extraordinario del número de invitados al banquete. Algunos encuestados indican que el motivo es que, al extenderse la costumbre de regalar dinero en efectivo a los recién casados, la pareja de contrayentes opta por este medio de rentabilizar tanto los gastos de organización de la boda como los de montaje del nuevo hogar.

Actualmente, en los noventa, es prácticamente excepcional la celebración del banquete de boda en el hogar familiar. Unicamente en el caso de familias acomodadas con casas que cuentan con un espacio exterior suficiente, se habilitan unas carpas adecuadas, dejando en manos de una empresa de hostelería especializada la habilitación de las mesas, la preparación de las comidas y los servicios de camareros.


 
  1. José Mª SATRUSTEGUI. Euskaldunen seksu bideak. Oñati, 1975, pp. 116-117.
  2. Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Apellániz. Pasado y presente de un pueblo alavés” in Ohitura, 0 (1981) p. 211.
  3. Javier LARRAYOZ ZARRANZ. “Encuesta etnográfica del Valle de Elorz” in CEEN, VI (1974) p. 81.