Los antojos. Influencia sobre el niño
Un grupo importante de creencias son las relacionadas con la gestación. Entre éstas tenían una amplia difusión las relacionadas con los antojos que la mujer experimenta durante este periodo. Tradicionalmente se creía que si no se satisfacían los deseos y caprichos que asaltaban a una embarazada su hijo podía verse afectado. Según los informantes de algunas localidades el niño nacía muerto o con defectos, según otros presentaba una marca en la piel que se asemejaba a lo deseado por la madre. Estas marcas, a su vez, se denominaban antojos en algunas poblaciones.
En Apellániz (A) cuando una mujer estaba embarazada se le permitía coger todo lo que se le antojase, aunque fuese de propiedad ajena. A este respecto se recogen varios relatos:
"Una embarazada de Aguilar vio a una vecina que traía del horno del Concejo tres panes, y cuando llegó a casa le dijo a su madre que fuese a pedirle un corrusco de una de las tortas, y aunque tenían pan en casa, su madre le hizo caso y fue a por ello; enseguida se le antojó otro corrusco de la otra torta, y también fue a por él, y, por fin, quería un corrusco del tercer pan que había visto, a lo que no accedió su madre, y aquella noche dio a luz tres niños, dos vivos y el otro muerto, con la boca abierta".
"Llevaron a casa una paloma y un micharro (lirón)[1] que habíamos cazado, y, como el micharro era pequeño, el ama de la casa, que estaba embarazada, se lo llevó a su madre y puso la paloma para su gente. Durante la noche estuvo pensando en el micharro y, al otro día, sin darle importancia, preguntó a su madre si se lo había comido, y ésta le contestó que sí, nada dijo la hija, pero en la misma noche dio a luz, antes de tiempo (siete meses), un niño muerto con la boca abierta".
"La misma, en otro embarazo, tuvo antojo de unas habas verdes de la huerta del vecino, y ni que decir tiene que el marido fue a hurtarlas en evitación de mayores males, ya que esto está permitido para satisfacer los antojos"[2].
En Tudela (N) se creía que si no se satisfacían los antojos de la embarazada podía tener un aborto o un parto desgraciado[3]. En Caparroso (N) todos se apresuraban a satisfacérselos por el temor a que perdiera el niño o de que le saliese un orzuelo al que pudiendo, no proporcionaba los medios para su satisfacción[4]. En Gernika (B) se creía que los antojos podían ocasionar un aborto y también influir desfavorablemente en el niño que naciese, ya que éste podía salir con labio leporino o con alguna mancha noevi materni[5]. En Aoiz (N) procuraban satisfacerlos para que no le sobreviniesen al niño toda clase de males[6].
En Mendaro (G) se creía que si no se satisfacían el ser que naciese sería defectuoso[7]. En Pamplona (N) que tendría alguna señal o algún defecto orgánico.
En Amézaga de Zuya (A) si la mujer tenía un antojo durante el embarazo, esto es, la necesidad de una comida o de cualquier otra cosa que no estaba a su disposición, la familia hacía lo imposible por conseguirlo ya que según la creencia popular un antojo no satisfecho suponía que el niño naciese marcado con una especie de lunar.
En Oñati (G) estaba muy generalizada la creencia de que si no se le satisfacían, la criatura mostraría en la piel manchas, verrugas y tumores que por su forma recordarían el objeto que constituyó el antojo[8]. En Estella (N) que si no se le daba a la embarazada lo que pidiese el bebé presentaría una señal parecida a la cosa que se le antojó a la madre[9].
En Gatzaga (G) si al nacer el niño presentaba manchas en la piel era señal de que la madre no había podido satisfacer sus antojos. A veces las manchas tenían la forma del objeto que había sido motivo del antojo[10]. En Durango (B) si el niño nacía con una mancha morada, se consideraba que la madre había tenido el antojo de comer fresas.
En Nabarniz (B) los antojos se denominaban oraiñek y la marca que dejaban en la piel de por vida oraiñena. Se decía que la criatura nacía con esas manchas porque a la madre durante el embarazo no se le había dado de comer aquello de lo que se encaprichó en un determinado momento.
En Carranza (B) existía la creencia de que cuando una mujer deseaba con intensidad un alimento y no podía conseguirlo, su hijo nacería con una marca en la piel que asemejaría el aspecto de lo deseado. Esta marca recibía el nombre de antojo y podía ser de duración efímera y por lo tanto visible sólo durante los primeros días siguientes al nacimiento, o bien permanecer meses, años e incluso toda la vida. Se aseguraba que esta manifestación cutánea no surgía en cualquier parte del cuerpo del bebé sino en la equivalente a donde la madre puso la mano después de encapricharse con el alimento. Por eso se le decía a la embarazada que cuando desease algo con intensidad "echase mano al culo" para que de salirle el antojo al niño, lo hiciese en lugar no visible. La mayoría de las mujeres consultadas conocen anécdotas relacionadas con este asunto.
Un vecino de una informante de esta localidad tiene en el antebrazo izquierdo una marca similar a un trozo de patata cocida; como las patatas origen del antojo estaban preparadas con pimentón, es además de color rojo. La aparición del mismo se debió al siguiente suceso: Cuando la madre del que tuvo el antojo estaba encinta de él, alojaba en su casa a otra mujer que se preparaba la comida para ella misma. Un día cocinó patatas con pimentón. Después, mientras las comía, la primera estuvo observándola sentada a la mesa, con la mano derecha apoyada sobre el antebrazo izquierdo. Aunque más tarde la propia madre de la embarazada le preparó idéntico plato, el niño nació con la marca de un trozo de patata en el mismo lugar del brazo donde la madre tuvo apoyada la mano derecha mientras contemplaba comer a la huésped.
Cuenta otra informante que estando su madre embarazada iba de camino al prado a recoger hierba seca con la rastrilla al hombro, cuando pasó bajo un cerezo negrero, esto es, de cerezas negras al madurar, vio un ramillete que tenía una cereza roja y otra negra. Trató de tirarlas con la rastrilla, sin embargo cayeron otras, no las que ella deseaba. Tras intentarlo repetidas veces y no conseguirlo, acabó por desistir. Al volver a echar la rastrilla al hombro tocó con su mano éste. La hermana de la informante nació con dos marcas en el hombro similares a dos cerezas, una más oscura que la otra, y unidas entre sí por sendos rabillos.
Una mujer encinta se encontraba lavando en el río cuando llegó una vecina. Tras entablar conversación, la segunda le dijo que acababa de comer un jamón de excelente calidad y que ya le regalaría unas lonchas en otra ocasión. Como estaba frotando la ropa a mano, el hijo que nació tuvo una mancha oscura en una de las manos. Por ello se dice que nunca se debe ofrecer algo a una embarazada si después no se le va a dar, pues puede provocar la aparición de un antojo en su hijo.
En Vasconia continental cuando una mujer se hallaba embarazada y sentía fuertes ganas de comer o de beber algo, era obligación para ésta el hacerlo pues de lo contrario la criatura nacería con una tendencia viciosa en el sentido del objeto que despertó aquel deseo en la madre. Además el niño vendría al mundo con una marca física provocada por la violencia del capricho y esa marca aparecería en la parte del cuerpo que la madre hubiese tocado en el suyo después de haber percibido el antojo. Por eso se le recomendaba a la madre que si no lograba satisfacerlo llevase la mano a su posterior (sic) para que el niño no tuviese la señal en un lugar visible[11].
- ↑ López De Guereñu define la voz micharro en su libro Voces Alavesas como "lirón; mamífero que se alimenta del fruto del haya y en invierno se aletarga y no sale hasta mediados de junio. Su carne es muy apetecible, por lo que su caza es muy codiciada (corriente en la montaña); ratón de campo que suelen encontrar al arar las heredades y que suelen comer como manjar apetitoso (Villabuena) ". Vide: Voces alavesas. Bilbao, 1958, p. 113. Federico Baraibar que también le da el significado de lirón o musgaño, Sorex vulgaris, lo hace derivar del latín mus, ratón, por medio del vascuence misarra y musarra. Vide: Vocabulario de palabras usadas en Alava. Madrid, 1903, pp. 170-171.
- ↑ Gerardo LOPEZ DE GUERENU. "Apellániz. Pasado y presente de un pueblo alavés" in Ohilura, 0 (1981) p. 159.
- ↑ EAM, 1901 (ed. 1990) I, 1, p. 154.
- ↑ EAM, 1901 (ed. 1990) I, 1, p. 154.
- ↑ EAM, 1901 (ed. 1990) I, 1, p. 154.
- ↑ EAM, 1901 (ed. 1990) I, 1, p. 154.
- ↑ EAM, 1901 (ed. 1990) I, 1, p. 154.
- ↑ EAM, 1901 (ed. 1990) I, 1, p. 154.
- ↑ EAM, 1901 (ed. 1990) I, 1, p. 154.
- ↑ Pedro M.ª ARANEGUI. Gatzaga; una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 43.
- ↑ Juan THALAMAS LABANDIBAR. "Contribución al estudio etnográfico del País Vasco Continental" in AEF, XI (1931) p. 23.