El cortejo en Vasconia continental
Contenido de esta página
El cortejo partía a veces de casa de la novia; otras veces se formaban dos comitivas que se encontraban en el camino, en la alcaldía o en el templo. El trayecto por el que discurría era el camino que unía la casa con la iglesia, elizabidea. En algunas localidades acostumbraban adornar el tramo de camino que mediaba entre la alcaldía y la iglesia por el que había de transitar la comitiva. Parada obligada era la alcadía donde se celebraba el matrimonio civil: desde este lugar la comitiva se dirigía a la parroquia.
En Sara (L), en la década de los cuarenta, se organizaba una comitiva con todos los invitados y los novios, juntándose los de la parte del novio con los de la novia en el camino de la iglesia. Otras veces el novio con sus acompañantes salía al encuentro de la novia; luego todos, con los novios a la cabeza, se dirigían a la alcaldía donde se formalizaba la parte civil del casamiento, para ir seguidamente a la iglesia parroquial. El novio iba a la ceremonia del brazo de su madrina, amatxi, que solía ser su madre, o en su defecto, su abuela o alguna tía, preferentemente su madrina de bautizo, u otra mujer anciana de su parentela. La novia iba del brazo de su padrino, aitatxi, que solía ser su padre, su abuelo o algún tío, padrino de bautizo. Antiguamente no existía la costumbre de ir los novios del brazo de sus padrinos. A cada uno de los novios acompañaban, además, dos testigos a los que llamaban esposlagunak, "acompañantes de casamiento". Los del novio eran dos muchachos solteros: uno de la "primera puerta" o primera casa partiendo de la del novio en dirección de la iglesia parroquial, lehenatea; el otro, a elección. Los de la novia eran dos solteras, una de su primera casa, lehenatea; la otra, a elección.
En Hazparne (L) el cortejo de boda se formaba en la casa de los futuros esposos. La comitiva discurría en doble fila mixta encabezada por los novios, seguidos de los testigos y después los invitados: jóvenes, adultos y ancianos. Tomaban el camino de la iglesia, elizabidia, parándose en el ayuntamiento para la ceremonia civil y continuar luego hasta la iglesia. En este lugar eran recibidos por el cura y andere serora que actuaba de maestra de ceremonias del acto para que todo saliera bien. Algunas casas situadas en el camino por el que había de pasar el cortejo confeccionaban una alfombra de flores. Al obrar de esta forma cumplían la promesa que habían hecho a alguno de los contrayentes de engalanar el itinerario que habían de recorrer cuando se casaran.
En Uharte-Hiri (BN) el día de la boda dos jóvenes, un hermano y una hermana del novio, o en su defecto un primo y una prima, iban en busca de la novia a su casa para acompañarle a la iglesia. Ella con su padre y el novio con su madre, encabezaban sendos cortejos compuestos por los testigos, parientes y amigos. Acudían primeramente a la alcaldía donde se reunían los dos grupos; una vez inscrito el matrimonio en el registro civil y cumplimentadas las formalidades legales, se dirigían a la iglesia para la ceremonia religiosa.
En Donoztiri (BN) cuando los novios iban a casarse a la iglesia eran acompañados por sus respectivos testigos, lekukoak, que solían ser dos por cada parte, hermanos o vecinos de los novios, y además por sus padrinos de bautismo, por parientes, vecinos y amigos, todos los cuales formaban el cortejo de bodas. Las comitivas del novio y de la novia se juntaban en el pórtico de la iglesia[1].
En Arberatze-Zilhekoa (BN) los invitados acudían al frontón para formar el cortejo que desde allí se encaminaba a la alcaldía y después a la iglesia. En los años cuarenta encabezaban la comitiva la novia y el padrino y lo cerraban el novio y la madrina mientras que hoy día son estos últimos quienes marchan en primer lugar. El tramo entre la alcaldía y la iglesia así como la entrada del templo se alfombraban de verde, empleando para ello ramas de acebo y de laurel en invierno y ramaje algo más variado en verano. También era costumbre decorar la entrada de la casa de los novios. Esta labor era realizada por los amigos de los novios acompañados de andere serora.
En Iholdi (BN) el cortejo se organizaba en la alcaldía, lugar en el que se reunían los invitados. Una dama de honor leía la lista de las parejas que se formarían para acudir a la iglesia.
En Lekunberri (BN) en tiempos pasados los ricos propietarios se desplazaban en carros tirados por caballos blancos. El cortejo partía de casa de la novia, si era la heredera, si no de la casa donde fueran a vivir los desposados, hasta la iglesia. El cortejo tradicional estuvo vigente hasta los años cincuenta. Lo abrían la novia y su padre (el padrino si era huérfana) y lo cerraban el novio y su madre. Los puestos del cortejo eran fijos y estaban asignados antes de la salida procurándose colocar juntos a muchachos con muchachas que emparejaran.
Refiriéndose a Baja Navarra, Thalamas Labandibar señala que durante el trayecto de la comitiva a la iglesia unos muchachos, camuflados en los matorrales, disparaban tiros de fusil. Los convidados iban emparejados y precedidos de txistu o acordeón. Los tiros de escopeta empezaban cuando el novio y sus convidados pasaban frente a la casa de la novia y aguardaban a ésta para ir todos a la iglesia[2].
En Liginaga (Z), en los años cuarenta, el día de la boda el novio enviaba a dos mozos a los que llamaban esposaen txerkariak a casa de la novia. Si el camino era malo los enviados se trasladaban montados en yegua. Una vez delante de la puerta de la casa de la novia decían:
- — Egun hun. Hulakuak igortzen nizu zien alabaen txerka, plazer badeozie espusatako eman.
- (Buenos días Fulano me envía a buscar a su hija, si tienen el placer de dársela como esposa).
En la casa respondían:
- — Sar zite, errezibiturik zira.
- (Entra, eres acogido).
Luego eran obsequiados con algo de comer y seguidamente acompañaban a la novia hasta la iglesia. El novio partía de su domicilio con el padrino y se encaminaban a la iglesia seguidos de las personas invitadas a la boda. Ambas comitivas se reunían en la iglesia[3].
En Barkoxe (Z), en los años treinta, en la mañana de la boda, a una hora temprana, el novio enviaba a su hermano y a un pariente cercano a casa de la novia, espusa-txerkha, para que condujeran a la novia a la alcaldía. Al llegar a la casa de la joven desayunaban con los invitados de la contrayente. Por otra parte los invitados del novio acudían a la casa de éste donde les era servido el desayuno hacia las ocho de la mañana. Luego se encaminaban también a la alcaldía, cantando viejas coplas alusivas a la ocasión, y dando gritos de alegría, zinkha o irrintzina. A la salida de la alcaldía cada cual con su pareja se dirigía a la iglesia para la ceremonia religiosa[4].
Tributo simbólico al novio forastero. Naharraren haustia
Hasta fechas recientes en algunas localidades del ámbito rural, tal y como se describe al tratar del noviazgo en otro capítulo de esta obra, los jóvenes de una localidad han acostumbrado agredir a los jóvenes forasteros para impedir que les roben las chicas. Si la relación amorosa de una joven con un joven foráneo se consolida y acaban casándose, éste debe pagar algún tributo por ello a los restantes mozos del pueblo. Antaño el tributo al novio forastero estuvo reglado y en algunos lugares el rito se practicaba durante el desfile del cortejo nupcial, antes de acceder al templo o al domicilio conyugal.
Los datos, recogidos hace algún tiempo sobre esta práctica por los etnógrafos vascos, están referidos al territorio de Zuberoa, existiendo también algún testimonio de Baja Navarra y de Roncal (N).
Barandiarán registró en los años cuarenta en Liginaga (Z) la ceremonia denominada naharra (barrage d'épines): Dos muchachos y dos muchachas se situaban delante de la puerta del templo. En una mesa colocaban una bandeja con una manzana o una pera que llevaba incrustadas en su interior piezas de cinco o de veinte francos. Los dos muchachos sostenían una cinta que cerraba el paso e impedía que nadie pasara al interior del templo hasta que el novio se adelantase y les pagase el correspondiente tributo: veinte francos, por ejemplo. A esto llaman naharraen haustia (la ruptura de la valla), momento en que los dos mozos dejaban el paso libre. A continuación los demás asistentes iban depositando algunas monedas en la bandeja. Las muchachas, entre tanto, entregaban flores a los concurrentes[5].
Azkue, en la primera década del siglo, ya había registrado esta costumbre señalando que en una región de Zuberoa cuando un extraño iba a casarse a uno de sus pueblos, los vecinos colocaban un cambrón en forma de arco delante de la entrada de la iglesia. El padrino del forastero depositaba cierto dinero en un plato sobre una mesa puesta bajo el arco, y lo rompía, para que el novio entrara en el templo. En el Roncal (por lo menos en Bidangoz) y en Aiñarbe de Zuberoa, el forastero debía entregar ese dinero en el límite del pueblo; de esta costumbre nació la vieja locución suletina naharra ezarri diogu, le hemos puesto el cambrón[6].
En Santa-Grazi (Z), en la década de los años veinte, según recogió el P. Donostia, cuando un joven venía a casarse al pueblo, se encontraba a la entrada con un arco de follaje o flores que habían hecho los jóvenes de la localidad. Este arco estaba cerrado con una cinta, de manera que impedía el paso. El novio no pasaba bajo él si no pagaba un canon a los jóvenes de la localidad. Venía a ser una especie de tributo por ir a vivir al pueblo. Antaño llamaban a esto naharra[7].
También en Barkoxe (Z) en los años treinta cuando uno de los contrayentes era forastero se le tendía khaparra. Se trataba de una guirnalda de papel que sostenida por dos personas cortaba el acceso. Según iban pasando bajo ella los invitados, una joven les obsequiaba con ramilletes y cigarrillos que sostenía en un platillo y un muchacho les ofrecía bebida, exigiéndoles previamente que depositaran algunas monedas en la bandeja. Este rito lo repetían otros mozos en distintos puntos del recorrido, según la importancia de la boda[8].
Una versión similar de este rito atribuida con carácter general a Zuberoa se describe como sigue: llegado el día de la boda, si uno de los contrayentes no era del pueblo tenía que soportar lo que se denominaba "mettre la ronce", khaparra. Los jóvenes de la localidad, chicos o chicas según el sexo de la localidad, levantaban a la entrada del cementerio que se encuentra junto a la iglesia y, a veces, en diversos puntos por los que tenía que atravesar el cortejo para dirigirse de la casa a la iglesia, una serie de arcos formados por zarzas encintadas. Una cinta impedía el paso de los asistentes a la boda y la izaban a cambio de que cada pareja pagase una cierta cantidad de dinero. En el momento en que los esposos franqueaban esta barrera se disparaban algunos tiros de fusil. Los que cobraban el derecho de peaje entregaban por otra parte a sus "víctimas" vino, cigarrillos y ramilletes de flores[9].
En algunas localidades de Baja Navarra se practicaba a la entrada del domicilio conyugal una ceremonia igual. Era el rito de adopción para un joven o una joven que por contraer matrimonio se establecía en otro pueblo distinto al suyo. Cuando el foráneo era el novio, los jóvenes del pueblo de la novia mientras duraba la función religiosa adornaban la puerta de entrada del domicilio conyugal con un arco de espino del cual colgaba una corona de flores y en el centro de la misma pendía a su vez un ramillete de flores. La entrada se hallaba cerrada con una cinta de seda. Cuando regresaba el padrino, los jóvenes que hacían guardia en la entrada de la casa no le dejaban pasar hasta que desembolsara algunas monedas. Después hacían caer la cinta con un tiro de fusil y entonces tenían la entrada libre, pero cada uno de los invitados debía depositar algo en las manos de los guardas. Cuando llegaba la novia, éstos le ofrecían el ramillete de flores que colgaba en el centro de la corona. Cuando la que llegaba a residir al pueblo era la novia, las chicas se ocupaban de organizar la misma ceremonia[10].
En Gatzaga (G) se practicaba una costumbre emparentada con las anteriores y con las más modernas del tributo impuesto al novio forastero. Consistía en que si una joven de la localidad se casaba con un muchacho foráneo, desde el anochecer de la víspera de la boda hasta muy entrada la noche, debía soportar una sonora cencerrada en torno a su casa; y una vez celebrado el matrimonio, a la hora de transportar el ajuar de la chica en el carro de bueyes camino del nuevo hogar, no era del todo extraño tropezar con enormes piedras y gruesos troncos cruzados en el camino por donde debía pasar la comitiva[11].
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Rasgos de la vida popular de Dohozti” in OO.CC. Tomo IV. Bilbao, 1974, p. 59.
- ↑ Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in AEF, XI (1931) p. 50.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: En Liginaga (Laguinge)” in Ikuska. Nº 10-13 (1948) p. 82.
- ↑ Pierre APHECEIX. “Au Pays de Soule. La Noce” in Bulletin du Musée Basque. Tomo VII. Nº 1-2 (1930) p. 5.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: En Liginaga (Laguinge)” in Ikuska. Nº 10-13 (1948) p. 83.
- ↑ Resurreción Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, pp. 275-276.
- ↑ José Antonio DONOSTIA. “Apuntes de folklore vasco” in RIEV, XV (1924) p. 17.
- ↑ Pierre APHECEIX. “Au Pays de Soule. La Noce” in Bulletin du Musée Basque. Tomo VII. Nº 1-2 (1930) p. 6. Contiene un testimonio aportado por M. l'abbé Espain del que él mismo fue testigo ocular a principios de siglo en una boda en Altzai (Haute-Soule): al llegar la novia a las proximidades de la iglesia, los jóvenes le hicieron “khaparra” disparando dos o tres tiros de fusil. Pidió una explicación de esta costumbre y le respondieron que se trataba de un recuerdo del rapto de la mujer que se venía practicando de antiguo pues la iglesia ha considerado siempre el rapto como un impedimento dirimente.
- ↑ Philippe VEYRIN. Les basques de Labourd, de Soule et de Basse Navarre. Leur histoire et leurs traditions. Bayonne, [1943], p. 266.
- ↑ Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in AEF, XI (1931) pp. 51-52.
- ↑ Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 130.