Ornamentación de la iglesia
Durante la primera mitad del siglo no se solía adornar la iglesia de manera especial para las bodas (Zeanuri-B; Getaria, Berastegi-G; Monreal-N). En este punto, como en otros, cabía la excepción cuando se trataba de familias ricas o de notables que la engalanaban profusamente para la ceremonia del matrimonio de su hija. Con todo no era raro que, aún tratándose de gente normal, el sacristán colocara junto al altar floreros o jarrones con flores naturales si el casamiento tenía lugar durante la primavera o el verano (Moreda-A; Artajona-N).
A medida que fue creciendo el número de invitados a la ceremonia religiosa y desplazándose ésta hacia una hora más tardía, la ornamentación del templo fue tomando mayor relevancia. Actualmente, además del altar, se ornamentan con flores los reclinatorios que van a ocupar los novios, los bancos de los invitados y, en ocasiones, se coloca una alfombra sobre el pasillo por el que accederá hasta el altar el cortejo nupcial.
La tarea de ornamentar la iglesia para la boda, cuando ésta tenía lugar en el pueblo, en muchos lugares correspondía a las amigas de la novia. Esta aportación obsequiosa de las muchachas hacia aquella compañera que dejaba la soltería para casarse era más patente en las localidades pequeñas. En Apodaca (A), por ejemplo, las chicas del pueblo, el día anterior a la boda o el mismo día a primera hora de la mañana, acudían a limpiar la iglesia. Llevaban flores de las huertas y macetas de sus casas para adornar tanto el altar mayor como los altares laterales; engalanaban las verjas del presbiterio con cintas azules o blancas y colocaban en el presbiterio la alfombra roja de las grandes solemnidades. También cubrían los reclinatorios de los novios con sábanas blancas sujetas con alfileres y adornos de flores naturales. La participación de las amigas de la novia en la ornamentación de la iglesia se ha constatado en numerosas localidades (Artziniega, Mendiola, Salvatierra, Treviño, Valdegovía-A; Durango, Carranza, Lemoiz, Lezama, Muskiz, Nabarniz, Orozko, Urduliz-B; Elgoibar, Elosua, Zerain-G; Garde, Lezaun, Viana-N; Arberatze-Zilhekoa-BN).
En otros pueblos estas amigas de la novia aparecen como pertenecientes a la Congregación de las Hijas de María. Cuando se casaba una joven de esta asociación, sus compañeras ponían un especial cuidado en colocar en la iglesia plantas y flores que fueran de su agrado (Amézaga de Zuya, Berganzo, Pipaón, Ribera Alta A; Abadiano, Zeanuri-B; Getaria-G). En Abadiano (B) cuando la novia pertenecía a las Hijas de María, Mariaren Alabak, adornaban el altar de la Virgen porque ante ella se casaba la congregante; en Getaria (G), en este caso, sus compañeras cubrían con un paño azul el reclinatorio de los novios; también en Hazparne (L) las congregantes, Mariaren alabak, tenían derecho a casarse ante el altar de la Virgen y a reclinatorio cubierto con un tapiz.
En otras localidades, de esta ornamentación se encargaba el ama de cura, zerbitzaria (Lekunberri-N), andere serora (Hazparne-L y Lekunberri-BN), o la sacristana (Bidegoian-G; Aoiz, Artajona, Monreal-N). También intervenían las familiares de los novios (Artziniega, Bernedo, Moreda, Valdegovía-A; Artajona, Garde, Monreal-N) y de manera especial la madrina de la boda (Gamboa-A). La misma novia no solía ser ajena a estos preparativos (Artziniega-A).
Para el ornato del templo se utilizaban flores proporcionadas, en ocasiones, por la familia de la novia y colocadas en floreros y jarrones de cristal, loza o plata pertenecientes a la parroquia. En Arberatze-Zilhekoa (BN) los vecinos ofrecían a la pareja las flores para adornar la iglesia en prueba de amistad y afecto.
El color de las flores ha sido y es preferentemente blanco; podían ser claveles, gladiolos, calas, azahar (Durango-B; Aoiz-N); claveles o rosas (Mendiola-A); dalias (Garde-N); geranios y flores recogidas en el pueblo (Berganzo-A). En Viana (N) anotan que además del altar mayor se adornaba aquella imagen que fuera de la devoción de la novia. En Moreda (A) se colocaban claveles blancos en los reclinatorios de los novios. En Ribera Alta (A) cubrían además los altares con manteles almidonados.
Más recientemente estas manifestaciones de colaboración han menguado y la ornamentación del templo ha venido a recaer exclusivamente sobre los mismos contrayentes que la encargan a las floristerías locales o de la capital (Apodaca, Bernedo, Treviño-A; Abadiano, Durango-B; Beasain, Hondarribia-G; San Martín de Unx-N). Estas casas profesionales ornamentan el lugar con grandes ramos de claveles, gladiolos, margaritas, lilium o de otras flores entremezcladas con flores menudas -gisofila-, ramas de esparraguera y helechos. Ponen especial cuidado en adornar aquel sitio de la iglesia donde va a tener lugar el casamiento y al que se enfocan cámaras de video o máquinas de fotografiar. En ocasiones, una vez finalizada la ceremonia, las floristerías recuperan estos ramos con sus soportes y una misma ornamentación puede utilizarse en dos ceremonias (Durango-B). También se adornan con pequeños ramilletes de claveles con lazos blancos los extremos de los bancos de los invitados y se coloca una alfombra desde la entrada de la iglesia hasta el altar.
En los últimos años, desde 1990, se han ido creando empresas de servicios a las que los contrayentes encargan la confección de las invitaciones a la boda y su envío, la ornamentación de la iglesia, la contratación del grupo musical que actuará tanto durante la ceremonia religiosa como en el banquete y el viaje de novios.