Mocerías en Navarra

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Las Améscoas desde la edad de dieciséis o diecisiete años hasta contraer matrimonio, los jóvenes formaban una sociedad que si bien carecía de estatutos escritos se regía por la costumbre hecha ley.

Se "entraba mozo" el día de Santa Agueda. Ese día pagaban la cuota de un real para ser admitidos en la sociedad; eran muy raros los que dejaban de "entrar mozos".

Los mozos tenían sus fiestas propias: el Carnaval, Santa Agueda, San Juan. En las fiestas patronales eran ellos los mantenedores de los festejos.

El día de Santa Agueda se sorteaban los cargos de mayordomos. Para ello se repartían las cartas de la baraja; era elegido aquél al que le tocara el as de oros, "la polla". Eran dos los mayordomos y constituían algo así como los buruzaguis (jefes) que ostentaban la representación de los mozos y cuidaban de los intereses y los enseres de la sociedad. A ella pertenecían las guitarras, el acordeón, la bota, los naipes, etc. No se pagaba más cuota que la de entrada y los gastos comunitarios se pagaban a escote.

Mozos con el cordero en el gerren. Orbaiceta (N), 1920. Fuente: Munarriz, M.ª Carmen. “Estudio etnográfico de Orbaiceta” in Contribución al Atlas Etnográfico de Vasconia. Investigaciones en Alava y Navarra. San Sebastián, Eusko Ikaskuntza, 1990.

El componente imprescindible de las fiestas era la música. Los mozos se encargaban de ajustar la música contratando a dos o tres músicos profesionales a los que alojaban y pagaban con el barato obtenido en los festejos. Eran los mozos los organizadores del juego de azar llamado corro del parar y los que cobraban el barato (tanto por ciento que debía pagar el que ganaba). Por San Miguel (29 de septiembre) subastaban el cargo de baratero entre ellos mismos; los que se quedaban con la subasta, eran los únicos que tenían derecho a "poner corro". Para ello, cerca del baile tendían una manta en el suelo; sobre la manta ponían las cartas y una vela. En cuclillas, armado de un palo de acebo grueso al que denominaban churro cobraba el barato.

En San Martín de Améscoa las jóvenes solteras formaban una asociación o mocería en la que ingresaban alrededor de los dieciocho años. A las que habían salido ya de la escuela y no alcanzaban esa edad les llamaban mozas de medio morro. Al acercarse el día de San Juan Bautista se reunían las mozas para elegir por la suerte de las cartas, a la mayordoma en cuya casa celebrarían la comida y el jolgorio. Las que en ese día pagaban la cuota de una peseta pertenecían a la cuadrilla con todos los derechos.

La noche precedente a San Juan, los mozos cortaban ramos de fresno y colgaban enramadas en las puertas y ventanas de las mozas cantándoles jotas con guitarra. En estas rondas nocturnas los mozos dejaban de cantar en las casas que guardaban luto.

La víspera de San Juan las mozas iban al monte a muir (ordeñar) las cabras. Previamente el cabrero las había encerrado en un corral. Con la leche obtenida hacían natillas y agasajaban a los mozos con tres o cuatro fuentes de este postre; éstos, a su vez, obsequiaban a las mozas con un cuarto de cordero.

La celebración de la fiesta consistía en guitarrear los mozos por las calles pidiendo para la comida. Esta, en la que participaban mozos y mozas, se celebraba en las casas de sus respectivos mayordomos. Por la tarde en la plaza tenía lugar el baile[1].

En Lezaun el paso a joven tiene lugar la tarde de la Nochebuena. Ese día los muchachos que durante el año han cumplido los 16 años pasan por todas las casas del pueblo "cantando la Gogona" y haciendo una cuestación con cuyo resultado posteriormente harán una merienda. Ante cada portal cantan esta letrilla mientras golpean con los "churros" (palos) en el suelo, acompasando la tonada:

Los de la Gogona, los de la Gogona
Jesucristo está en la puerta
con su capillita puesta,
rogando, rogando,
rogando a su Señor.
Su Señor está esperando
a que toque la oración.
La oración del peregrino
estas puertas son de pino
estas otras son de alambre
pa que no nos tengan de hambre.
Somos cuatro, entraremos dos,
una limosnica por amor de Dios.
Esta noche es Nochebuena
y mañana Navidad,
por amor de Jesucristo
una buena caridad.

En los valles de Yerri (lturgoyen) y de Guesalaz (Arizaleta), en los que se practicaba la misma costumbre se han recogido estas otras letrillas:

Gogona, gogona
sartu da Jaun ona
arin, arin, arin
sartu da Jaunari.
Munderi munderi
católica munderi,
rogando, rogando
rogando a mi señora.
Mi señora peregrina
estas puertas son de pina
estas otras son de alambre
aquí no nos tengan de hambre.
Aquí estamos cuatro
y entraremos dos
una limosnica
por amor de Dios.
Gogon, gogon de la Gogona
Inés Inés de la Gogona
Undez, Undez pajaritos de Undez.
* * *
 
Jesucristo está en la puerta
rogando, rogando
rogando a mi Señor
que le diga, que le diga
que le diga la oración.
La oración del peregrino
estas puertas son de pino
estas otras son de alambre
aquí no nos tengan de hambre.
Señora Pilonga, señora por Dios
esta noche es Noche Buena
mañanica Navidad
por amor a Jesucristo
haga usted una caridad.

Aquéllos que habían cantado la gogona, eran ya "muchachos gogonos" y podían acceder a las actividades propias de los adultos: participar en el trabajo vecinal, auzolan, entrar en la taberna, acudir al baile y, durante la misa, podían subir al coro[2].

En San Martín de Unx la mocería estaba formada en varias cuadrillas. Los jóvenes se hacían mozos de cuadrilla a los quince o dieciséis años de edad en que ya podían participar en el baile. Las chicas empezaban a bailar a esa misma edad.

Había jovencitos precoces, muetes, que se iniciaban en el baile en edad más temprana. Pero lo tenían que hacer fuera del baile propiamente dicho en un lugar próximo llamado "la chapa", desde el que se oía la música.

Mozos con obsequios de las mozas. Funes (N), c. 1950. Fuente: Martínez, Félix Manuel. Historia documentada de Funes. Funes, 1984.

Los jóvenes permanecían en las cuadrillas hasta los treinta años; los que sobrepasaban esa edad eran considerados "mozos viejos" y cuando se casaban dejaban de pertenecer a ellas.

En la década de los años treinta eran cinco las cuadrillas: La Zepa, que tenía dieciocho mozos; La Flor era de veinticuatro; El Tercio de veintiocho; La Calleja de veintiuno y La Poca Novia de catorce. A esta última le llamaban también La de los Ricos porque estaba formada por los hijos de los mayores contribuyentes.

Algunas cuadrillas tomaron su nombre de la posada donde se reunían habitualmente. De ahí los nombres La de la Nicanora, La de Melecio, La de Luis, etc. Todas las noches después de terminar las labores del campo se juntaban en una de estas posadas y los domingos cada cuadrilla se reunía en la suya donde guardaban los bombos, la pianola de manubrio, las bandurrias y las guitarras. Por los años treinta en una de estas posadas pagaban 50 cts. la tarde de un domingo "por el estorbo y el vino" y 3 pts. si merendaban.

La organización de las fiestas del pueblo descansaba en gran parte en las cuadrillas de mozos[3].

Antaño, la noche anterior a las fiestas salían los mozos a recorrer sus calles provistos de viejos pellejos de vino ensartados en asadores a los que habían prendido fuego. Así iluminaban el recorrido al paso que tocaban pasacalles y otras músicas.

En la mañana del primer día de fiesta las cuadrillas de mozos recogían por las casas tortas de anís que les entregaban los vecinos. Al día siguiente tenía lugar la recogida de pollos, patos o conejos que debían entregarles las mozas que habían concurrido al baile durante el año.

Durante los días que duraban las fiestas los mozos hacían todas sus comidas en la cuadrilla y en el campo. En ellas consumían los pollos que les habían regalado las novias o las otras mozas con deseo de emparentar y así mismo las tortas de anís que habían recogido en la ronda que habían hecho por las casas[4].

En Burguete[5] la sociedad de los mozos, mutilak, tenían intervención característica en las fiestas patronales de San Juan. En la víspera, después de cenar, los mozos acompañados del "tuntunero" que era el músico contratado por el ayuntamiento, iban en busca del alcalde y del párroco. Estos presidían el baile denominado mutil-dantza.

Previamente a lo largo de la calle del pueblo, que coincide con el camino de Santiago, encendían las hogueras; había que saltar por encima de ellas. Este paso de ronda se terminaba alternativamente en dos antiguas casas, situadas en los dos extremos del pueblo. Allí se formaba un semicírculo alrededor de una hoguera y los mozos bailaban ante las autoridades que ocupaban sus asientos presidiendo el espectáculo. Al final se obsequiaba a éstas y a otras personas principales con pastas y vino generoso; al resto de la concurrencia con pan, queso y vino tinto.

Concluido este acto de homenaje a la autoridad, la comitiva de mozos y público se dirigía a la iglesia en cuyo pórtico se había levantado una artística enramada en la hornacina de la puerta de entrada. En ella se colocaba el rosco de San Juan, que se lo repartían los mozos después de la misa mayor del día siguiente.

La madrugada de San Juan tocaba el "tun tun" la alborada en la casa del alcalde. Después, mozos y "tuntuneros" iban a refrescarse al río para tomar lo que llamaban la sanjuanada, mientras los vecinos se ocupaban en adornar la fachada de sus casas colocando ramos de espino. Yya en plena mañana, tenía lugar la santa misa. A la salida de ella, los mozos se repartían el rosco.

Por la tarde, después de las vísperas en la iglesia, solía tener lugar en la plaza el baile de los pañuelos. Antes de comenzarlo los mozos ejecutaban una parodia: se formaba una hilera de mozos a los que dirigía en sus evoluciones el que pasaba por más ágil y ocurrente. Este, provisto de una correa, obligaba a los demás a imitarle en sus gesticulaciones y movimientos, incluso el de besar a una vieja. Una vez reunidas las jóvenes en la plaza y, cuando ya había un grupo suficiente para hacer la cuerda, comenzaba el baile de los pañuelos tan generalizado anteriormente en el país vasco: se componía del paiñolo-dantza y del andre-dantza (danza del pañuelo y danza de mujeres). El de la tarde era el de karrika-dantza o el ingurutxo porque se ejecutaba correteando por las calles.

El número final de las fiestas era la elección de cargos entre los jóvenes para el año siguiente. Por la noche del último día se reunían los mozos en la posada del pueblo para liquidar cuentas. Después se procedía a la elección; sentados todos en derredor de una larga mesa, subía a ella el prior en funciones provisto de una servilleta en su mano izquierda y de un vaso lleno de vino en la derecha. A los acordes del txistu, bailaba, a suave ritmo, recorriendo la mesa de extremo a extremo como si buscara entre los concurrentes el que había de sucederle en el puesto. Cuando vaso y servilleta quedaban depositados frente al candidato previamente elegido, el txistu interpretaba un ritmo vibrante. Apurado el vaso por el agraciado, bailaban prior entrante y saliente, terminando ambos por abrazarse antes de descender de la mesa.

El segundo día festivo lo destinaban los jóvenes a recorrer todo el pueblo para recoger las tortas tradicionales, piper-opilak y, en la mañana del tercero, corría la calle una pantomima, que consistía en pasear dos cabritillos y un carnero llevando a sus lomos un muñeco grotesco. Dos jóvenes llamados zerbitzaris conducían a los primeros, y el pastor del rebaño al carnero. Las reses eran sacrificadas para la comida de ese día en la posada.

En Lekunberri todos los chicos jóvenes formaban una asociación o sociedad. Por carnaval solían poner dinero para comprar una ternera con la que preparaban comidas durante varios días. Era esta sociedad la que se encargaba de organizar las fiestas patronales.

Jóvenes comiendo en la plaza. Mendigorria (N), c. 1980. Fuente: Fernández, Rosa Esther. “Estudio etnográfico de Mendigorria” in Contribución al Atlas Etnográfico de Vasconia. Investigaciones en Alava y Navarra. San Sebastián, Eusko Ikaskuntza, 1990.

En Viana las cuadrillas de mozos denominadas también "peñas" tienen distintivos propios como las camisas y la pancarta. Alguna de estas peñas tiene su himno. Su lugar de reunión es el chamizo donde se juntan para merendar o cenar o simplemente para beber sobre todo zurracapote que ellos mismos preparan.

La más importante de esas asociaciones es la de Ultreya que agrupa a numerosos jóvenes. Tiene una sede social amplia con cine, sala de conferencias, baile. Promueve actividades deportivas y culturales.

En Allo los jóvenes se reunían por cuadrillas de amigos y amigas que generalmente eran continuación de las que habían formado siendo chicos; entre ellos organizaban meriendas, partidas de cartas, de bolos, de pelota u otros juegos y acudían al baile los domingos y días festivos. Estas cuadrillas nunca eran mixtas; los mozos se juntaban por una parte y las mozas por otra.

En Aoiz las cuadrillas estaban integradas por un grupo de amigos o de amigas que salían juntos. Existían asociaciones diversas que agrupaban a personas dedicadas a la música: gaiteros, txistularis, bandas, rondallas, coro, dantzaris, etc. Estas asociaciones que estaban integradas por chicos en la primera mitad de siglo son mixtas en la actualidad.

Mozos y mozas en fiestas. Aoiz (N), 1941. Fuente: Pilar Sáez de Albéniz, Grupos Etniker Euskalerria.

En Obanos los jóvenes de la misma edad, tanto chicos como chicas, forman cuadrillas con ocasión de las romerías que se hacen anualmente a la ermita de Arnotegui, a la de Eunate o al Castillo de Javier. Esos días comen y pasan el día juntos.

En los años sesenta estas cuadrillas integraban a jovencitos y jovencitas a partir de los 12 ó 14 años; hoy en día entran incluso más jóvenes. En las fiestas imitando a los mayores preparan su propio "zurracapote" aunque sin alcohol. Un día de las fiestas ellos invitan a ellas y otro día son las chicas las que invitan a los chicos.


 
  1. Luciano LAPUENTE. “Estudio etnográfico de Améscoa” in CEEN, III (1971) pp. 156-157.
  2. Para más datos sobre esta costumbre vide: José ZUFIAURRE y Pedro ARGANDOÑA. “La gogona, la gona o el sundede” in Cuadernos de Sección. Antropología-Etnografía. Nº 13 (1995) pp. 287-315.
  3. Estas cuadrillas estaban sujetas a reglamento redactado el año 1885. Al final del capítulo incluimos como anexo el mismo.
  4. Angel LEOZ. Ecos de mi pueblo, citado por Francisco Javier y José Angel ZUBIAUR in Estudio etnográfico de San Martín de Unx. Pamplona, 1980, pp. 302-303.
  5. Benito URTASUN y José Antonio PEDROARENA. “Burguete” in Navarra. Temas de Cultura Popular. Nº 157. Pamplona, 1973, pp. 28-30.