Uniones libres
Las uniones que no estaban formalizadas mediante matrimonio eclesiástico constituyeron en tiempos pasados un tabú. Se consideraban pecaminosas y los pocos que, por distintas circunstancias, osaron ponerlas en práctica tuvieron que sufrir una fuerte presión social.
Con el transcurso de las décadas aumentó su número, siendo mejor toleradas, al menos cuando ocurrían fuera del ámbito familiar. Hoy en día empiezan a ser un fenómeno común y en general son aceptadas, al menos entre las personas más jóvenes.
En Allo (N) son conocidas por el nombre de ajuntamientos; en Moreda (A) se dice de quienes viven de este modo que lo hacen arrejuntados o amontonados, siendo esta última expresión la más popular. Las designaciones de arrejuntados y arrimaos son precisamente las más comunes. En Urduliz (B) se emplea en euskera esta última expresión: Orrek arrima egin dire, arrimata dagoz. Del hombre casado que mantenía una relación extraconyugal era común decir que tenía querida. En Durango (B), además, se decía de las mujeres que tenían queridos. En Zeanuri (B), en euskera, también se empleaba la voz keridoak, "Orreik keridoak dire".
En el País de Cize (BN) las malas lenguas trataban de akurako bertzea, literalmente el caldero de alquiler, a la mujer que aceptaba vivir con un soltero o un viudo sin haber contraído matrimonio. Tal designación derivaba de la antigua costumbre que tenía el fabricante de estos recipientes, berzkina, de la localidad de alquilar los calderos a las personas que eran demasiado pobres para comprárselos. En Donibane-Garazi (BN) se los alquilaban, akuratu, mediante el pago de una módica cantidad mensual o anual y a cambio les aseguraban el mantenimiento y las reparaciones. Se pensaba al hacer este símil que el hombre se servía de esa mujer como de un utensilio indispensable de su menaje.