Prolongación de la lactancia

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Antaño el periodo de lactación podía durar hasta dos o tres años; en algunas localidades recuerdan casos en que se prolongó.

De cualquier manera solía alargarse hasta que la madre quedase nuevamente embarazada, momento en el que se interrumpía ya que se consideraba que la leche de una mujer grávida no era buena: en Hondarribia (G) decían que "estaba envenenando al mamón". Para que la leche se retirara se reducía la frecuencia de las tetadas, a esto se le llamaba "dejar secar los pechos".

Si las madres tenían que incorporarse a las labores del campo llevaban a los niños con ellas, metidos en un cesto, e interrumpían el trabajo cuando tenían que darles de mamar (Elgoibar-G).

Cuando el periodo de lactación se alargaba el niño llegaba a estar tan crecido que se cuentan casos en que le pedía a la madre que le diese el pecho. Así, en varias localidades se recuerda que algunos iban en busca de sus madres al campo con una banqueta para que éstas se sentaran y les diesen el pecho (Amézaga de Zuya-A; Carranza, Urduliz-B; Telleriarte-G).

En Viana (N) se sabe de alguna madre que acudía a la escuela infantil de párvulos a dar de mamar a su hijo de tres años.

En algunos lugares como San Román de San Millán (A), esta práctica se consideraba perjudicial para el niño e incluso se decía que podía ocasionarle ceguera.

Más que por alimentar al hijo, que a estas edades ya comía normalmente, muchas mujeres mantenían la lactancia como un método anticonceptivo, pues de siempre se había dicho que mientras la madre permaneciese dando pecho a su hijo no quedaba en estado. Pero aseguran las propias encuestadas que no era un método infalible y algunas quedaban encinta.

Para conseguir que los niños dejasen de pedir el pecho las madres recurrían a varios remedios consistentes, por lo general, en untarse los pezones con algún producto que les resultase repelente.

En Markina (B) los impregnaban con pez, pikia, y también con algunas hierbas; en Monreal (N) con queso blando. Según Satrústegui también se empleaba pimentón e incluso había quien recurría a los excrementos de gallina o de perro[1].

En Gatzaga (G) se le mostraba al niño los pechos manchados con hollín o con chocolate o untados con un poco de guindilla o se le ponían unos granitos de sal[2].


 
  1. José M.ª SATRUSTEGUI. Euskaldunen seksu bideak. Oñati, 1975, p. 187.
  2. Pedro M.ª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 63.