Asistentes a la inhumación
Los entierros de estos niños se llevaban a cabo sin que se celebrasen oficios religiosos y en la mayoría de los casos con la ausencia del sacerdote. La asistencia a los mismos solía ser restringida y se reducía a unos pocos familiares.
En Berganzo (A) asistían dos personas de la casa que lo enterraban sin ningún tipo de ceremonia. Como se decía que estos niños iban al nimbo no introducían el cuerpo por la puerta del cementerio sino que tenían que pasarlo por encima de la tapia.
En Allo (N) generalmente era el padre el encargado de realizar el enterramiento, siendo acompañado por algún familiar o allegado.
En Carranza (B) se pedía permiso al cura, y el padre o algún familiar o vecino enterraban al niño. No tenía lugar ceremonia alguna y el cura tampoco estaba presente. Allí donde se realizaba un enterramiento en estas condiciones no se depositaban flores.
En Amorebieta-Etxano (B) se llevaba el niño al sacristán y éste era el que se ocupaba de darle tierra. En Artajona (N) el padre trasladaba el cuerpo al cementerio y se lo entregaba al enterrador. En Lezaun (N) se pedía la llave del limbo a éste para dar sepultura al niño y a veces era él quien realizaba la labor.
En Lemoiz (B) sólo acudían el padre y algún vecino varón, en Viana (N) el padre y unos pocos familiares y en Artziniega y Pipaón (A) la familia. En Mendiola (A) en un entierro de este tipo que se recuerda estuvieron presentes únicamente los familiares y vecinos más allegados.
En Ezkio (G) el cura solía estar presente pero no hacía ningún tipo de ceremonia ni rezaba ningún responso.
En la actualidad los abortos o los niños que nacen muertos son recogidos por el personal de la clínica o del centro hospitalario donde la madre da a luz por lo que la familia no se tiene que hacer cargo de los mismos (Beasain, Zerain-G).
Los niños muertos sin llegar a bautizar se entierran en la fosa familiar (Aoiz-N).