Rito de entrada en la iglesia. Elizan sartzea
Se transcriben a continuación varias descripciones locales sobre la entrada en la iglesia después del periodo de purificación de la mujer que había dado a luz. A pesar de que esta costumbre dejó de practicarse hace treinta años los pormenores del acto aún están muy presentes en el recuerdo de nuestras informantes. Como se verá a continuación los mismos se ajustan a las rúbricas señaladas en el Ritual que incluimos como apéndice.
En Zeanuri (B) hasta mediados de los años sesenta todas las mujeres que habían dado a luz acudían a la iglesia para realizar el rito de entrada, elexan sartzea, generalmente en domingo antes de la misa mayor y si era en día de labor antes de la última misa en la parroquia. La madre acudía acompañada de la partera o de una familiar o vecina que llevaba el niño. El sacerdote hacía la bendición de la madre a las puertas de la iglesia y le ofrecía a ésta un extremo de la estola; así entraba en la iglesia con el niño en brazos y se arrodillaba en el reclinatorio de su propiedad. Después entregaba la vela al sacerdote como ofrenda y se quedaba a oír la misa. A partir del año 1965 se fue desvaneciendo la costumbre en la parroquia, pero durante varios años algunas mujeres acudieron a determinados santuarios, por ejemplo Estibaliz en Alava, para recibir esta bendición.
En Durango (B) para la salida o entrática, acompañaba a la parturienta la partera, una mujer de la familia o alguna vecina que llevaba el niño en brazos. El sacerdote revestido con roquete y estola y un monaguillo o el sacristán, les esperaban en el atrio de la iglesia. La madre con el niño en brazos se arrodillaba en un reclinatorio que se había colocado allí. El monaguillo encendía la candela que tenía en sus manos la mujer y el cura la asperjaba con agua bendita rezando la oración del ritual. A continuación la madre, portando el niño y la candela encendida, era introducida en la iglesia por el sacerdote que había colocado un extremo de la estola sobre la mano de la mujer. Así llegaban hasta el comulgatorio situado frente a las escaleras del presbiterio y allí el sacerdote recitaba las oraciones. Finalizadas éstas, la madre rezaba una salve ofreciendo el niño a la Virgen de Uribarri. La vela se entregaba a la iglesia como ofrenda. En la década de los sesenta este ofrecimiento del niño a la Virgen pasó a hacerse inmediatamente después del bautizo, al que, ya en esas fechas, asistía la madre.
En Abadiano (B) se celebraba este rito, elixan sartzie, a las dos o tres semanas del nacimiento del niño, cuando la madre se había restablecido. Para asegurarse que tenía suficiente fuerza como para afrontar el trayecto de casa a la iglesia con el niño, tomaba a éste en brazos y daba un par de vueltas a la casa o al huerto. En ocasiones le acompañaba una vecina. Cuando llegaban a la puerta de la iglesia acudía el sacerdote que rezaba una oración. La madre tomaba con una mano la estola y llevando al niño en brazos y una vela entraba en la iglesia, donde concluía la ceremonia con la bendición.
En Amorebieta Etxano (B) la madre se presentaba con el niño en la iglesia para cumplir con la bendición, elixan sartzia, acompañada de otra mujer: su madre o una vecina. En la puerta esperaban el sacerdote y el sacristán. La madre entraba en la iglesia cogiendo con una mano la estola del cura y llevando en el otro brazo el niño y la vela. Una vez arrodillada ante el altar encendía la candela y el sacerdote leía los rezos del ritual y bendecía al niño. Era costumbre inscribirle ese mismo día en la Cofradía del Niño Jesús del convento de Larrea.
En Portugalete (B) la madre con el niño y una acompañante acudían a la iglesia y ésta entraba en el templo para avisar al sacerdote de que ya se encontraba la madre con el niño en el exterior. Una vez finalizado el rito fuera de la iglesia, entraban en el templo, el cura delante rezando y detrás la madre con el niño cogiendo la estola del oficiante y con una vela encendida. Finalizaba el rito en la capilla de la Dolorosa o ante algún santo o virgen de su particular devoción.
En Bermeo (B) la madre hacía esta primera salida de casa acompañada de una vecina o amiga que llevaba al niño. Se dirigían a la iglesia a recibir la bendición, elizera sartzie, portando una vela encendida del día de la Candelaria. La ceremonia se iniciaba en la puerta de la iglesia donde era recibida por el cura y bendecida por primera vez; después, una vez en el interior, recibía una nueva bendición.
En Gorozika (B) para cumplir con este rito, eleizan sartzie, la parturienta acudía a la iglesia acompañada de su madre, que llevaba el niño. La ceremonia era similar a la anteriormente descrita.
En Nabarniz (B) la madre se presentaba en la parroquia con el niño un día laborable, previamente convenido con el sacerdote. El encuentro se producía en el umbral del templo. El sacerdote se presentaba con el libro del ritual mientras el sacristán sostenía el acetre con el hisopo en una mano y una vela en la otra. La mujer iba también provista de una vela que llevaba de casa y que mantenía encendida hasta que el cura terminara los rezos tanto en el exterior como en el interior de la iglesia. Después se la entregaba a éste para que le diera el uso que juzgara más conveniente en el culto de la parroquia. Tras el rito en el atrio el sacerdote, el sacristán y la madre con el niño en brazos accedían al interior de la iglesia y a partir de ese momento a la madre se le permitía el acceso al templo.
En Lezama (B) la primera salida de casa que hacía la madre era a la iglesia. Acudía con el niño en brazos y una vela. Cuando llegaba se quedaba en la puerta y el sacerdote salía a recibirla. Entonces se arrodillaba ante la entrada con el niño en un brazo y sujetando la vela con la otra mano. El cura, situado al otro lado de la puerta, rezaba las oraciones de rigor, tras lo cual entraba en la iglesia seguido de la madre.
En Carranza (B) esta costumbre, conocida como entrar a misa, entrar en la iglesia o recibir la bendición, tenía lugar un domingo por la mañana a la hora de misa. La mujer, generalmente acompañada de una vecina, llegaba con el niño en brazos antes de iniciarse la misa y aguardaba en el pórtico a que saliese el cura. Tras recibir la bendición, el sacerdote pasaba la estola por encima del niño y la madre la tomaba con la mano y juntos entraban en la iglesia. La mujer se quedaba a oír misa.
En Orozko (B) la madre, para cumplir con el rito de salida a la iglesia, elexa-urteikerea / eleiz urteikerea, acudía con la criatura llevando una vela y a veces acompañada de una mujer de la casa. En el barrio de Ibarra algunas mujeres asistían para este rito al Convento de las monjas Mercedarias.
En Urduliz (B) para la primera salida, elixasartze, la madre acudía con el niño y portando una vela esperaba arrodillada en la puerta de la iglesia. El sacerdote bendecía a la madre y colocaba un extremo de la estola sobre el niño. Tras este rito entraban en la iglesia a oír misa.
En Markina (B) cuando el rito, eleizan sartzi, tenía lugar en la Iglesia del Carmen, el niño quedaba inscrito en la Cofradía del Niño Jesús y se le imponía el escapulario de la Virgen del Carmen. Si se llevaba a cabo en la parroquia, posteriormente se acudía al Convento del Carmen para imponerle el escapulario.
En Hondarribia (G) una vez que la madre estaba repuesta acudía a la iglesia, comúnmente en sábado, para recibir la bendición post partum, eliz sartzia o entrática, acompañada por una mujer y antaño también por los padrinos. Asistía con el niño en brazos y una vela. A la puerta de la iglesia le esperaba el cura, quien procedía a darle la bendición según el ritual; ésta pasaba luego al interior para ofrecer el niño a la Virgen del Manzano, titular de la parroquia. Con la vela encendida rezaba ante la imagen una salve. Se abonaba alguna cantidad a la iglesia por medio del sacristán a quien también se daba una pequeña propina. En los años sesenta las madres ya no hacían la entrática.
En Elgoibar (G) para cumplir con la costumbre, elizan sartzia, solían acudir además de a la parroquia, a la ermita del barrio o al Santuario de Arrate. El rito era similar a los descritos.
En Ezkio (G) para la ceremonia, eliz sartzea, la madre y el niño esperaban en el pórtico a que el sacerdote saliera de la iglesia. Allí tenían lugar los primeros rezos mientras la madre sostenía en su mano una vela encendida; después el cura colocaba sobre el niño la estola y de esta forma entraban en la iglesia, donde concluían las oraciones del ritual.
En Allo (N) el rito de bendición y de presentación de la madre con el niño era conocido como salir a misa y tenía lugar en la intimidad a los diez días del alumbramiento. Previamente la comadrona comunicaba al sacerdote la voluntad de la madre y fijaban la hora, que generalmente era por la mañana. Acudían la parturienta y la comadrona con el niño en brazos. La madre portaba una vela que mantenía encendida mientras el cura leía las preces y le daba la bendición a las puertas del templo. Esta vela se ofrecía después a la parroquia para el servicio de los altares. También entregaba una pequeña gratificación al sacristán. Concluido el rito las dos mujeres iban con el niño hasta el altar de la Virgen del Carmen para rezar una salve ante la imagen.
En Aoiz (N) la primera vez que la mujer salía de casa después de dar a luz era para la bendición, ya que antes no podía hacerlo por hallarse "manchada". Para este acto el sacerdoté citaba a una hora determinada a la madre y a la comadrona que debía acompañarla. La primera llevaba un pañuelo blanco y una vela encendida. El cura les esperaba en la puerta de la iglesia donde rezaba las oraciones. De este modo la mujer purificada podía volver a entrar en el templo y salir a la calle sin peligro. El pañuelo y la vela eran entregados al cura. Esta práctica estuvo vigente hasta 1970. También era costumbre llevar al niño delante de la imagen de la Virgen de la Misericordia o de la Visitación, patrona de Aoiz, que se encuentra en la iglesia parroquial. Esta costumbre perdura en la actualidad.
En Artajona (N) a este rito se le denominaba también bendición. La puérpera y el sacerdote concertaban la fecha y la hora, normalmente una tarde. Acudían al acto la madre cubriendo su cabeza con una mantilla y portando una vela y la comadrona con el niño en brazos. Las mujeres iban a la iglesia un poco mantudas, débiles, ya que era su primera salida. tras el parto. En la puerta del templo la comadrona entregaba el niño a la madre, que lo sostenía durante todo el acto. La ceremonia que antaño tenía lugar en el altar mayor se trasladó a comienzos de la década de 1950 a una capilla lateral dedicada a la Virgen del Pilar. La vela que portaba la mujer permanecía encendida hasta concluir la ceremonia y después la entregaba al sacerdote como ofrenda. A mediados de los años sesenta dejó de practicarse.
En Garde (N) la madre iba con el niño a la iglesia a cumplir con la purificación o la bendicióny el sacerdote salía a la puerta de la misma a recibirlos y darles la bendición, después la madre cogía el extremo de la estola del sacerdote y juntos entraban en la iglesia. En su interior se rezaban las oraciones indicadas por el ritual. Esta costumbre se perdió en la década de los sesenta.
En Lezaun (N) para este rito, que recibía la denominación de salir a la iglesia, la madrina acompañaba a la madre y al niño. La vela se dejaba como ofrenda a la Virgen.
En Obanos (N) si la madre se sentía débil procuraba ir a recibir la bendición un lunes y así eludía la obligación de ir a misa el domingo. Este rito se denominaba salir de iglesia y se celebraba al mediodía, si bien previamente tenía que ser concertado con el sacerdote. La mujer llevaba una vela y le acompañaba su madre, la comadrona o alguna mujer que trabajara en la casa. El sacerdote aguardaba en la puerta de la iglesia y allí tenían lugar las primeras oraciones del ritual, luego la madre entraba en el templo y se ponía de rodillas ante el altar mayor, con el niño en brazos, mientras el cura rezaba una oración.
En San Martín de Unx (N) la mujer acudía a misabendición con una vela que mantenía encendida mientras el sacerdote leía las preces del ritual. Esta vela quedaba para uso de la iglesia. Como estipendio se daba al sacristán la voluntad en función de los medios de cada cual. Se dejó de practicar en la década de los sesenta.
En Viana (N) la madre acudía con su niño a la iglesia, a veces acompañada de la madrina o una vecina. Recibían la bendición tanto la madre como el niño. Generalmente esta ceremonia se celebraba antes de la misa y después asistían a ella.
En Ezkurra (N) la madre se presentaba con su niño en la iglesia acompañada de una niña que llevaba un eskuoial, toalla, y una vela para el cura[1].
En Amézaga de Zuya (A) cuando la mujer llevaba al niño para presentarlo ante Dios y para ser bendecido se quedaba aguardando en el pórtico a que saliera el cura. Tenía una vela en una mano y con el mismo brazo sujetaba al pequeño, mientras con la otra mano cogía la estola del sacerdote. Rezaban unas oraciones y el cura bendecía a ambos con agua bendita. Desde ese momento podía hacer vida normal.
En Apodaca (A) la madre acudía a la iglesia para cumplir el rito de la presentación o purificación con la mantilla sobre la cabeza y acompañada por una mujer: vecina o familiar. A la puerta del templo le esperaba el sacerdote con el monaguillo; rezaba las preces, la bendecía con el hisopo y le colocaba un pañuelo blanco sobre la cabeza. El monaguillo abría entonces la puerta de la iglesia para que entrara el cura, la madre, que llevaba una vela encendida, y las mujeres que la acompañaban. Una vez dentro proseguían con las oraciones.
En Berganzo (A) para salir a misa la madre acudía a la iglesia con el niño. El sacerdote acompañado del sacristán o de dos monaguillos, uno de ellos portando la cruz, les recibían en el pórtico. Después de las preces del ritual la bendecía con el hisopo y le colocaba la estola sobre el hombro y así entraban en la iglesia. Junto al altar, la mujer encendía la vela y el sacerdote leía de nuevo las oraciones. Las informantes recuerdan que en la localidad próxima de Baroja (A) la madre acudía a recibir esta bendición sin el niño. También en Valdegovía (A) señalan que a este acto denominado la purificación la madre acudía sin el niño.
En Bernedo (A) para la bendición post partum, conocida como presentación, salir a misa y sacar el hijo a misa, la mujer con el hijo esperaban en el pórtico al cura. Este colocaba el extremo de la estola sobre el niño y así entraban hasta las gradas del altar mayor, donde el sacerdote bendecía a la madre y ésta le entregaba como ofrenda una vela.
En Gamboa (A) la madre con el niño y alguna mujer de la familia acudían a la iglesia a recibir la bendición conocida como la entrada o la presentación en la iglesia. Si la madre tenía necesidad urgente de salir de la casa y no habían pasado los cuarenta días preceptivos, avisaba al cura y recibía la bendición antes de ese tiempo. Cuando había dado a luz en una clínica de Vitoria hacía la presentación en la iglesia antes de volver al pueblo y recuperarse en su casa.
En Moreda (A) la presentación de la madre en la iglesia tenía lugar al mediodía o a primera hora de la tarde. La madre aguardaba en la entradilla del pórtico y el sacerdote salía acompañado de un monaguillo, leía unas oraciones del ritual y encendía la vela que ésta había llevado. Después entraban en el interior del templo parroquial. La madre tomaba con su mano la estola del sacerdote y subían hasta las escalerillas del altar mayor donde el cura volvía a recitar nuevas oraciones. La vela que presentaba tenía a modo de adorno lazos de colores y quedaba como ofrenda para la parroquia.
En Ribera Alta (A) la madre concertaba con el sacerdote de la parroquia el día y hora para realizar la ceremonia de "la purificación". El rito era similar a los descritos.
En Izpura (BN) la madre concertaba igualmente con el sacerdote la hora para entrar en la iglesia. Este le esperaba en la puerta, le ponía la estola sobre la cabeza y recitaba las palabras de la bendición antes de acompañarla delante del altar de la Virgen. Se consideraba que la entrada ritual en la iglesia y la bendición del sacerdote libraban a la mujer de todos los maleficios. Se pensaba que antes de este rito la madre estaba manchada, souilleé.
En Liginaga (Z) la madre iba acompañada de una vecina a recibir la bendición post partum, elizan sartzia. En la década de los cuarenta se entregaba al cura tres francos[2].
En algunas localidades se ha constatado la costumbre de regalar al sacerdote algún alimento, en Gorraiz (Valle de Arce-N) la madre le llevaba bolados, fruta y confitada en conmemoración de las palomas ofrendadas por la Virgen en el día de su purificación[3].
En Hazparne (L) esta práctica denominada elizan sartzia perduró hasta la segunda guerra mundial (1945). Cuando la parturienta era capaz de salir de casa, la andere serora avisaba al sacerdote y se convenía la hora, generalmente un domingo. El cura esperaba a la madre a la entrada de la iglesia, la bendecía y la conducía de la mano al interior del templo donde concluía la bendición. Para celebrar el acontecimiento se mandaba al sacerdote un pollo o algún otro regalo. Había mujeres que no aceptaban esta práctica y se negaban a realizarla.
En Aiherra (BN) la puérpera acudía con una vela y regalaba al sacerdote, a andere-serora y al monaguillo una moneda o una conserva casera.
En Beasain (G) para el rito de entrada en la iglesia, elizan sartzea, la mujer acudía acompañada de la madre de la casa o de alguna vecina que llevaba al niño. La vela que se utilizaba en la ceremonia se dejaba para el culto de la iglesia. Antiguamente se regalaba al sacerdote una gallina y una servilleta.
En Elosua (G) la parturienta acudía a recibir la bendición post partum, eliza-sartzen, con su madre o con la vecina. La mujer entraba en la iglesia cogiendo con una mano la estola del sacerdote y sosteniendo en el otro brazo al niño. Se arrodillaba ante el altar, encendía la vela y el cura leía los rezos del ritual. Si este acto tenía lugar por el mediodía el cura les invitaba a comer a su casa y si era por la tarde a merendar. Previamente era costumbre enviar a éste una gallina, una docena de huevos y una botella de leche[4].
En Zerain (G) se acordaba con el párroco el día y la hora para acudir a la iglesia, elizan sartzea, generalmente a media tarde. A la parturienta y al niño les acompañaba la madre de la casa o una vecina. La madre llevaba una vela y un pañuelo nuevo de color blanco. Delante de la puerta de la iglesia les esperaba el párroco revestido con alba y estola, el monaguillo y la serora con el reclinatorio de la sepultura familiar. La mujer se arrodillaba en la silla teniendo en su brazo izquierdo a la criatura y en la mano derecha la vela encendida a la que se le había anudado el pañuelo. El sacerdote recitaba las preces del ritual dando fin a la primera parte; luego el monaguillo abría las puertas de la iglesia, el cura colocaba un extremo de la estola sobre el niño y entraban dirigiéndose hasta el altar mayor donde daba fin a la ceremonia. A continuación pasaban a la sacristía y la madre inscribía al niño en la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario. La vela quedaba como ofrenda para la parroquia. Por último el párroco invitaba en su casa a las dos mujeres a una merienda que consistía en chocolate hecho, agua con bolados y pan. A los pocos días de la ceremonia la casa enviaba al cura una polla o una gallina.
En Berastegi (G) este rito, eliz sartzea, se celebraba en cuanto la mujer se hallaba repuesta y al sacerdote se le hacía entrega de una vela y un pan.
En Bidegoian (G) el cura, acompañado por la serora, aguardaba en la puerta de la iglesia la llegada de la mujer. El cura recitaba las oraciones pertinentes y tras colocar la estola sobre el niño entraban en el templo. Una vez dentro, la madre se arrodillaba delante del altar, se encendían las dos velas que llevaba como ofrenda y el sacerdote volvía a rezar las oraciones del ritual. Después de este acto, a diferencia de lo recogido hasta aquí, iban a casa de la serora a tomar café con leche o chocolate.
La mujer cumplía con el rito de purificación aún cuando la criatura hubiera muerto. Así se ha recogido en tres de las localidades encuestadas.
En Salvatierra (A) en cuanto la madre se hallaba repuesta, la primera salida que hacía era a la iglesia a recibir la bendición. A este acto se le llamaba salida a la iglesia. En el pórtico la madre y el niño eran recibidos por el sacerdote revestido de sobrepelliz y estola. Se iniciaba la ceremonia con la lectura del ritual, se encendía la vela y después de poner sobre la cabeza del niño el extremo de la estola se hacía la entrada en el templo. La mujer cumplía con este rito y presentaba la vela aun cuando hubiera muerto la criatura.
En Lekunberri (N) la madre con el niño, acompañada por la partera, amine, acudía por primera vez a la iglesia, elizen sartzea, portando una vela. El sacerdote salía hasta el atrio para darle la bendición post partum, al tiempo que la mujer besaba la estola del sacerdote. Se recuerda que la madre acudía acompañada de la comadrona incluso cuando el niño hubiera muerto.
En Sangüesa (N) en las familias pobres, que eran la mayoría, la madre estaba obligada a salir de casa y también a trabajar. Por ello en cuanto se reponía del parto asistía a la iglesia a recibir la bendicion y solía llevar al niño. Si la criatura se le había muerto acudía igualmente. A principios de siglo iba acompañada por la comadrona que había asistido al parto. Esta costumbre siguió en uso hasta los años sesenta.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. "Contribución al estudio etnográfico del Pueblo de Ezkurra. Notas iniciales" in AEF, XXXV (1988) p. 57.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. "Materiales para el estudio del pueblo vasco: En Liginaga (Laguinge)" in Ikuska. № 10-13 (1948) p. 81.
- ↑ Daniel OTEGUI. "Apuntes de etnografía navarra" in CEEN, I (1969) p. 393.
- ↑ En unos apuntes conservados en la parroquia de Elosua y fechados en 1916, transcritos a su vez de otros de 1884, en el capítulo dedicado a Derechos en los bautizos se señala lo que sigue respecto a este rito de la bendición post partum: "Entratica. Tanto el Cura como el Sacristán lo hacen gratis; yo encontré la costumbre de que venía solo la muger sin la criatura; pareciéndome muy poco conforme con el Ritual hice que viniera la madre con su criatura y es costumbre que a las dos mugeres que vienen se les de la comida; para eso traen ellas una gallina, huevos y alguna otra cosilla; en la entrática pagan los dos celemines o cuartillas de trigo ó en su defecto "seis reales" que (...) son derechos del bautizo y se reparten el Cura y el Sacristán en la proporción arriba expresada".