Medallas y otros objetos religiosos
En algunas localidades se ha constatado la existencia de otros métodos de protección de naturaleza religiosa. Obviamente éstos no eran incompatibles con los descritos hasta aquí, bien al contrario, solían complementarse.
En Gamboa (A) no se les colocaba ningún amuleto ni ningún otro tipo de objeto hasta no haber sido bautizados. Tras recibir el sacramento algunas madres les colocaban medallas de la Virgen.
En Quintana y Obécuri (A) se les colgaba de la ropa o en la cuna una medalla comprada en el santuario de la Virgen de Ocón o en el de la de Codés.
En Artziniega (A) además del amuleto solían llevar una medalla colgada al cuello o una estampa de San Francisco o de otro santo.
En Salvatierra (A) medallas, pero no colgadas al cuello sino sujetas a la ropa. Cuando el niño había cumplido unos meses, al sacarle a la calle se le ponía la medalla con la cadena de modo que quedase bien visible.
En Durango (B) era costumbre colocar en la cuna o el moisés una medalla del Niño Jesús.
En Lezama (B) era costumbre colgar una medalla en la cabecera de la cuna; también se ponía en la cuna o en la ropa del niño un escapulario. En Apodaca y Ribera Alta (A) se le ponían igualmente medallas y escapularios. En Getaria (G) introducidos en las fajas. En Pipaón (A) y Trapagaran (B) escapularios de la Virgen del Carmen. En Berastegi (G) en algunas familias una medalla-escapulario de la Virgen del Carmen.
En Aoiz (N) se fijaban escapularios en las camisas del bebé, en las sábanas o sobre la cuna y solían estar dedicados principalmente a la Virgen del Carmen.
En Urduliz (B) también fue habitual el uso de escapularios, eskapulariook. Podían ser en forma de corazón u ovalados y por un lado tenían la imagen de San Felicísimo y por el otro la de la Virgen del Carmen o la del Sagrado Corazón. Se sujetaban a la ropa mediante un imperdible y los niños solían llevarlos hasta que crecieran o se cansaran de ellos. Se les colocaban para que nadie les hiciera mal de ojo ni les deseara ningún mal.
En Mendiola (A) era tradición colgar en la habitación del niño una imagen religiosa, normalmente la Milagrosa o el Angel de la Guarda. Esta costumbre se llevaba a cabo tanto antes como después del bautismo y tenía por objeto proteger al niño.
En Artziniega (A) actualmente algunas madres ponen en la cuna o en el cochecito de paseo una imagen de la Virgen de la Encina, patrona de la localidad, de la de Begoña o de cualquier otra.
En Hondarribia (G) a todos los niños se les colocaba un amuleto, kutuna. A veces también diminutas figuritas de vírgenes o medallitas atadas a la faja, trotxa, o unidas a la chaquetita con un imperdible. En un principio se vendían en las tiendas para "la defensa del demonio" y más tarde en el hospital y en el convento de los Capuchinos a cambio de una limosna. Cuando se estropeaban se quemaban en el hogar de casa como se hacía por lo común con todos los objetos bendecidos. A partir de los años 60-70 dejaron de usarse. Hoy en día pervive la costumbre de colocar una medalla colgando encima de la cuna.
En Apodaca (A) se ponían en el dormitorio los evangelios traídos del monasterio de Barria y estampas. También una bolsita con tierra de algún santuario o pasada por las reliquias de algún santo. Esto se colocaba en la almohada con un imperdible.
En Carranza (B) además de los evangelios, se ponían escapularios debajo de la almohada y también se les fijaban a la camiseta mediante unas puntadas o un imperdible. Igualmente se empleaban estampas de San Pedro de Zariquete que se colocaban debajo de la almohada y del colchón; también la piedra lara (del ara) envuelta en un trapo y colocada debajo del colchón de la cuna o el ramo de laurel bendecido el día de Ramos y colgado de un crucifijo.
En las comarcas navarras de la Burunda y Améscoa los objetos empleados como protección iban cosidos a una faja especial del niño, paxia. Satrústegui la describe así: "Se trata de una pieza de tela de color, o retales bordados de ornamentos de iglesia, recargada de motivos religiosos y profanos. Lleva en el centro un crucifijo que, en los casos que yo he visto, es siempre de plata. Lo adornan con lazos y pequeñas cintas de colores. A veces le sirve de fondo un escapulario grande de la Virgen del Carmen. Lleva también medallas y pequeñas estatuillas, en algunos casos.
Entre los objetos profanos he contabilizado alguna campanilla y pequeños cascabeles, amuletos y talismanes, así como diversos accesorios del atuendo femenino: broches, pendientes, etc. Se ve que cada familia echaba mano de todos los adornos disponibles.
Cada faja iba rematada con dos cintas largas, una por cada extremo, y servían para sujetarla al cuerpo"[1].
En algunos pueblos del Goierri guipuzcoano se usaban hasta principios de siglo amuletos en forma de saquito cuadrado de tela con una cintita en su interior, generalmente de varios colores entre los que predominaba el rojo y el amarillo. Estas cintas las conseguían de los santeros: "En ciertas épocas del año varios santeros recorrían los caseríos y los pueblos, pidiendo limosna para su ermita. Llevaban una cruz al brazo y de ella colgaban manojos de cintas. Las madres cortaban un fragmento de una de éstas, y lo colocaban dentro de una bolsita de tela que desde entonces era kutun. En retorno, ataban a la cruz un cintajo cualquiera que hallaban más a mano de suerte que aquel hacecillo abigarrado venía a ser una cantera inagotable de tan singulares preservativos"[2].
En Bernedo (A) se llevaban cordones a bendecir a los conjuros de la iglesia de San Martín de Arbeiza (N).
En algunos centros religiosos se han suministrado asimismo trozos de tela de los "vestidos de la Virgen" que también han sido utilizados como amuletos, bien en el interior de una bolsita o cosidos a las ropas de los niños.