Ofrendas funerarias propter nuptias. Eleiz hartzea

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La toma de posesión de la sepultura por parte de la nueva esposa así como las ofrendas ofrecidas con esta ocasión están descritas en Ritos funerarios en Vasconia. Toma de posesión de la sepultura. Sepultura hartzea.

Bonifacio Echegaray investigó sobre el terreno, en la década de los años veinte, las ofrendas funerarias por razón de las nupcias. En su estudio consignó su vigencia en numerosas comarcas de Vasconia peninsular pero, a la vez, advirtió que estas prácticas habían empezado a decaer en varias localidades[1].

Ofrenda en la tumba familiar. Donostia (G), 1958. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

Los testimonios aducidos aquí son posteriores a aquel estudio. En términos generales podemos decir que este rito ha estado vinculado a la pervivencia misma de las sepulturas simbólicas en la iglesia.

Gipuzkoa

En Zerain (G) en los años cincuenta, el domingo siguiente al del regreso del viaje de bodas, los recién casados asistían a la misa mayor. La nueva etxekoandre llegaba a la iglesia detrás de la etxekoandre mayor que hasta ese momento había representado a la casa. Llevaba en la mano una argizaiola nueva. Al llegar a la sepultura de la casa, la suegra le cedía el sitio, colocándose ella detrás. La nueva etxekoandre, dejaba sobre la sepultura su argizaiola[2]. Las casas con las que se mantenía una relación mutua, artu-emonekoak, traían a la sepultura luces y dinero. Con este dinero recogido se hacían dos partes: una era para el rezo de oraciones en esa misma sepultura, la otra para las oraciones que habían de rezarse en la sepultura de su casa natal y en las de aquéllas que fueran de su obligación.

Al terminar la misa el sacerdote acudía a la sepultura con el acólito. Este, que portaba la cruz procesional, se colocaba a la cabecera de la misma y el sacerdote junto a las mujeres. Entonces la nueva etxekoandre se ponía en pie y cada vez que el sacerdote rezaba un responso y hacía la aspersión con el hisopo le entregaba una limosna en la cestilla que aquél sostenía en su mano. Describen este acto de la siguiente manera:

"Ezkondu ondorengo urrengo igandean, ezkonberriak meza nagusira etortzen ziran, andra gaztea amagiñarreba aurreti zuela. Elizan sartzen zan bere etxeko sepulturan bidea erakusten. Ezkonberriak eramengo du argizaiola berri bat (bere arreokoa) argizaiekin ondo beteta eta erresponsoko dirue. Sepulturara eldutzean, ezkonberria jarriko da aulkian eta amagiñarreba atzian. Obligazioko etxe guztiak eramango diote argizaie eta erresponsoa.
Sepulturan jaso duten diruakin bi puzketa egiten dira, bat bertan errespontsoak ateratzeko. Besteakin etxekoandre berrie bertakoa bada lenengo bere jaio etxeko sepulturara joaten da eta gero etxeko obligazioko sepulturetara, bakoitzean erresponso bata ateratzen bana.
Meza bukatutakoan apaiza monagillookin sepultura aurrera etortzen zan. Monagilloa kurutza aundiakin sepulturaren burun eta apaize andran ondon. Andria altzatu ta zutik gelditzen da. Apaizak erresponso bakoitza bukatutzen dunean, hisopookin kurutze bat egin aidean eta andreak limosna botatzen du apaizak eskuan daukan bonete edo saskian".

Al mediodía en la casa donde residiría en adelante el matrimonio se daba una comida a los tíos de ambas familias. Era entonces cuando éstos les ofrecían los regalos de boda consistentes generalmente en ropa blanca, sábanas, colchas, mantas, etc.

En Berastegi (G) la tornaboda era un acontecimiento social importante. Tenía lugar el domingo siguiente a la llegada de los recién casados del viaje de novios. Acudían a la misa conventual, meza nagusia, el novio emparejado con la madrina y la novia con el padrino de boda. En el momento del ofertorio, el oficiante descendía del presbiterio a la altura de los

primeros bancos para dar a besar la estola. Acudían primeramente las autoridades e inmediatamente el recién casado con la madrina y la recién casada con el padrino. Ofrendaban un pan y una candela blanca de cera pura que recibía el sacerdote. Durante la misa las dos mujeres se situaban ante la sepultura correspondiente al caserío donde iban a emprender su nueva vida los recién casados. Este acto se denominaba eliz artzea.

Terminada la misa se dirigían al caserío, donde tenía lugar la comida de tornaboda con familiares y vecinos. En ocasiones llegó a ofrecerse esta comida en el restaurante del pueblo, dándose la circunstancia de que los invitados fueran más numerosos que los del propio banquete de boda.

En Elosua (G), en los años treinta, al domingo siguiente a la boda se ofrecía una misa llamada amenezaxua, para pedir por la buena suerte del matrimonio. La recién casada se colocaba en la iglesia sobre la sepultura de la casa de su marido, desde ahora su casa. Llevaba como ofrenda una torta de pan elaborada en casa que depositaba en la cesta antes del ofertorio cuando el sacerdote bajaba al centro de la nave y daba a besar la estola. Durante la misa se encendía en la sepultura la cerilla enrollada en la argizaiola y se depositaba una moneda de diez céntimos por cada responso que el sacerdote rezaba por los difuntos de la casa.

La familia de la novia acudía este día a la casa de los recién casados donde se celebraba la comida de tornaboda, kontraeztaia. En los años cincuenta esta comida tenía lugar al regreso del viaje de novios y en ella se reunían ambas familias. Esta costumbre perduró hasta los años setenta.

En Gaztelu (G) si el nuevo matrimonio se domiciliaba en el pueblo, el domingo siguiente a la boda se hacía lo que llaman eliz artzea. La nueva esposa iba a la misa mayor y tenía encendida una vela en la sepultura de la familia hasta el tiempo del ofertorio. Entonces la llevaba a ofrendar juntamente con un pan de dos libras. Al final de la misa "sacaba responsos" en la sepultura de la familia[3]

En Gatzaga (G) el sufragio por los antepasados se ofrecía el domingo o festividad en que se publicaba la primera proclama y consistía en una misa o aniversario por los antepasados de los futuros cónyuges. Una vez celebrado el matrimonio, la nueva esposa, si era ella quien cambiaba de casa, debía presidir, el primer domingo después de la celebración de la boda, la sepultura, ilerria, que su nueva familia tenía en el templo parroquial[4].

Este domingo coincidía con el regreso del viaje de novios, diakanpo, que generalmente duraba tres días. Tras la misa se celebraba una comida en la casa donde iba a residir el nuevo matrimonio. A ella acudían preferentemente los mayores: familiares y vecinos más allegados[5].

En Oñati (G), al regreso del viaje de novios, la recién casada ponía una cantidad de dinero en la sepultura simbólica de la iglesia para que el sacerdote hiciera oraciones en sufragio de los difuntos de la familia y llevaba luces al cementerio donde estaban enterrados sus antepasados.

Bizkaia

En Nabarniz del viaje de novios, que duraba dos días, se regresaba en sábado. Ese día se transportaba el arreo a la casa donde iba a vivir el nuevo matrimonio y en ella tenía lugar la cena denominada etxeko bodie: día de kanpotik etorten zirenien, arriue eroan eta apane egiten eben etxien. Esta cena era más importante que el banquete del día del casamiento y congregaba más gente; padres, familiares y amigos de ambos contrayentes. No existía un orden determinado para tomar asiento en la mesa. La novedad consistía en que eran los nuevos esposos, ezkonbarriek, los encargados de servir el banquete a los comensales.

Al día siguiente, domingo, los recién casados acudían a la misa mayor para encomendar a Dios la memoria de los difuntos de la familia. La nueva esposa acudía con el paño, el candelero y la vela a la sepultura de su nueva casa. Ese acto se denominaba eleiz artzie. Tras la misa los esposos encargaban la celebración de misas en sufragio de los difuntos; mezie entzun eta orduntxe ateraten ziren mezak, obligatoriuen alde. La mujer entregaba dinero para misas por los antepasados de su marido y el donativo del marido se aplicaba a misas en favor de los antepasados de la esposa. El sacerdote las anunciaba y a su celebración acudía algún representante de la casa: abadiek deittu egiten eban meza, eta etxekuen batan bat juuten zen meza onetara. Esta práctica perduró hasta los años cincuenta.

En la localidad vecina de Ajangiz en la década de los años veinte, al domingo siguiente al día de su boda los nuevos esposos iban a la misa mayor, acompañados de un hombre y una mujer vecinos. Los dos varones se colocaban en los bancos delanteros y, antes de la misa, ofrecía el marido misas por las almas de sus antepasados. La mujer se situaba en la sepultura de la casa, donde ponía su ofrenda de pan y cera. En las demás que estaban cubiertas de paño negro se depositaban limosnas de dos responsos en cada una, y más cuantiosas en aquéllas que pertenecían a algún pariente o familiar de amistad íntima. La encargada de este menester era la vecina que asistía a la recién casada, pues ésta no se movía del lugar que ocupaba durante todo el tiempo de la celebración de la misa[6].

En la zona rural de Bermeo fue costumbre que el domingo siguiente al del regreso de los recién casados de su viaje de novios acudieran ambos a la misa mayor donde la mujer ocupaba en la iglesia, por primera vez, la sepultura de su nueva casa junto a las mujeres del caserío. Después se celebraba una comida en la casa y otra al domingo siguiente en la del cónyuge adventicio. En la actualidad perdura la costumbre de comer con los padres de ambos cónyuges tras la vuelta del viaje de novios.

En Gorozika al domingo siguiente al regreso del viaje de novios, los recién casados iban a la misa mayor y la recién casada se hacía cargo de la sepultura de la casa. Este acto de adecentar la sepultura y encender la luz, sepulturie zabaldu eta argie biztu, se consideraba un deber muy importante. Primeramente echaba dinero para un responso en cada una de las sepulturas pertenecientes a las casas vecinas. Luego en la de la casa a la que había ido a vivir que en adelante sería la suya. El dinero de los responsos lo llevaba guardado en el pañuelo. Mientras tanto el marido se colocaba en el banco de luto, situado en la delantera de la iglesia. Esta misma costumbre se ha recogido en Amorebieta-Etxano.

En Lezama el domingo siguiente al día de la boda era el elegido para que la nueva mujer de la casa tomase posesión de la sepultura familiar. Se sentaba sobre la sepultura preparándola con fino paño blanco, trapu zurie, sobre el que colocaba un pan, olata, y una vela, argizarie. En Lemoiz, el domingo siguiente a la boda, los desposados ofrecían en la parroquia una misa por sus antepasados, poniendo velas, kandelak, sobre la sepultura de la casa. Ofrecían también una candela a la iglesia. Después daban una comida en su nuevo domicilio.

En Gernika a principios de siglo los novios vestidos con el traje de la boda iban el domingo siguiente al día de su desposorio a la misa mayor de la parroquia y encargaban misas por sus difuntos[7].

Alava

En Gamboa la recién casada debía acudir con las otras mujeres de la casa a hacer las ofrendas en la sepultura familiar. A la desaparición de estas sepulturas simbólicas de las iglesias se empezó a visitar el cementerio, encargando misas por los difuntos familiares en días señalados.

La tornaboda no fue muy común pero algunos la celebraban. A la vuelta del viaje de novios, o a la semana de haberse celebrado la boda, el nuevo matrimonio invitaba a vecinos y amigos del pueblo y a algunos familiares cercanos a una comida para la que se mataban animales domésticos.

En Apodaca, al terminar de firmar el acta matrimonial y pagar los aranceles, las madres de ambos contrayentes encargaban una misa por los familiares difuntos. Por otra parte durante la ceremonia de la boda la familia encendía todas las velas del hachero que estaba colocado sobre la sepultura familiar de la iglesia. Para ese día se preparaba la sepultura con mantel limpio y velas nuevas.

En Amézaga de Zuya el día del casamiento se activaba la sepultura familiar que se hallaba en la iglesia y se hacían oraciones por los difuntos.

En Turiso (Ribera Alta) en los años veinte si uno de los esposos procedía de otra localidad, en la iglesia de cada uno de aquéllos se hacía la ofrenda de dos velas de cera y tres panes o una torta de pan casero, el domingo siguiente al día de su boda[8].

En Arluzea y Marquínez, comarca de Bernedo y en el Condado de Treviño, cuando una mujer se casaba a otra población distinta a la suya, uno de los domingos posteriores a su enlace matrimonial se trasladaba a la sepultura de su casa y ofrecía panes en la misa mayor y responsos por la tarde después de Vísperas; en memoria de sus propios antepasados[9].

Navarra

En Ezkurra, el primer domingo después de su casamiento iba la recién casada a la sepultura de la familia de su esposo y allí depositaba pan como ofrenda, "sacaba responso" y encendía una luz. El responso se rezaba después de la Misa mayor en la sepultura familiar del pórtico de la iglesia. La ofrenda se colocaba en la sepultura de la iglesia y la luz, en ambas sepulturas[10].

En Lekunberri hasta los años sesenta, la recién casada después de la ceremonia de la boda, se acercaba a la fuesa de su familia a "sacar responsos" por sus antepasados; seguidamente si el novio era del pueblo, pasaba a hacer lo mismo en la fuesa de la familia de él. Actualmente los novios mandan celebrar misas en sufragio de las almas de sus antepasados.

En Bera, en una fecha próxima al día del casamiento iba a la Misa la dueña joven con la dueña vieja y con las parientes más cercanas. Colocadas en la sepultura, la suegra entregaba a la nuera la cera ordinaria, el pan y una vela[11].

Ofrenda funeraria. Villanueva de Aezkoa (N), c. 1910. Fuente: Vázquez de Prada, Mercedes. “Casamiento y familia” in Etnografía de Navarra. Tomo II. Pamplona, Diario de Navarra, 1996.

En el Valle del Baztan en los años veinte terminada la ceremonia del casamiento, se adelantaba la madrina a la puerta de la iglesia y tomando agua bendita se la ofrecía a la esposa. Luego le acompañaba a la sepultura de su nueva familia, a donde iba de dueña y rezaban un momento[12].

En el Valle de Burunda, a principios de siglo, el día de la boda se rezaba un responso en las sepulturas que las familias de los contrayentes tenían en la iglesia[13].

Vasconia continental

En Arberatze-Zilhekoa (BN), después de la misa nupcial se formaba un cortejo formado por los nuevos esposos, los padres de éstos y andere serora. Se dirigían al cementerio próximo y se acercaban a la tumba de la casa. Allí oraban y la recién casada depositaba el ramo de flores.

En Sara (L), en la década de los años cuarenta, era el día anterior al casamiento cuando los novios, ezkongaiak, mandaban celebrar una misa en sufragio de las almas de los difuntos de las familias de ambos, a la que asistían ellos acompañados de algunos de sus familiares, y comulgaban según costumbre. Esta misa y comunión eran consideradas como actos por los que cada cónyuge se incorporaba a la familia del otro. Después de la ceremonia del casamiento los recién casados con todo el séquito acudían (en el cementerio) a la sepultura de la casa del cónyuge heredero y allí rezaban por los antepasados de éste. También iban a la sepultura de la casa del otro cónyuge, si estaba en el mismo cementerio. El domingo siguiente al casamiento los recién casados invitaban a comer a los parientes más próximos[14].

En Hazparne (L) los novios algunos meses antes del matrimonio encargaban celebrar una misa por los muertos de sus respectivas familias, en especial por los de la casa adonde iban a vivir. La costumbre pervive hoy en día.

En Donoztiri (BN) los recién casados mandaban celebrar misas en sufragio de los muertos de sus correspondientes familias en la iglesia parroquial a donde pertenecían sus respectivas casas paternas[15]. En Donaixti-Ibarre (BN) cuando un hombre desposa a una viuda, encarga una misa por el marido difunto.

En Liginaga (Z) la recién casada llevaba, en el primer domingo después de la boda, flores a la sepultura de la familia de su marido y rezaba ante ella antes y después de la misa. Ese mismo día, los recién casados iban a la casa del novio o la novia —según quien hubiera salido al casarse de su casa paterna— y allí celebraban un banquete. A esto le denominaban etxesartzia, la entrada en la casa[16]. Igual costumbre se registró en Donoztiri[17].


 
  1. Bonifacio de ECHEGARAY. “Significación jurídica de algunos ritos funerarios del País Vasco” in RIEV, XVI (1925) p. 116.
  2. La argizaiola es una tabla, generalmente tallada, en la que va enrollada la cerilla o candela cuya luz se ofrenda en la sepultura.
  3. Pedro RODRIGUEZ DE ONDARRA. “Costumbres religiosas y datos históricos concernientes a la Parroquia de Santa María de la Asunción, en Gaztelu (Guipúzcoa)” in AEF, XXI (1965-1966) p. 47.
  4. Bonifacio de ECHEGARAY. “La ofrenda post-nupcial” in Euskalerriaren Alde, XIV (1924) p. 87.
  5. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga; una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 159.
  6. Bonifacio de ECHEGARAY. “La ofrenda post-nupcial” in Euskalerriaren Alde, XIV (1924) p. 86.
  7. EAM, 1901 (Arch. CSIC. Barcelon a) IIDg5.
  8. EAM, 1901 (Arch. CSIC. Barcelon a) IIDg5.
  9. EAM, 1901 (Arch. CSIC. Barcelon a) IIDg5.
  10. José Miguel de BARANDIARAN. “Contribución al estudio etnográfico del pueblo de Ezkurra. Notas iniciales” in AEF, XXXV (1988-1989) p. 58.
  11. Bonifacio de ECHEGARAY. “Significación jurídica de algunos ritos funerarios del País Vasco” in RIEV, XVI (1925) p. 116.
  12. APD. Cuad. 2, ficha 221/4.
  13. EAM, 1901 (Arch. CSIC. Barcelona) IIDg5.
  14. José Miguel de BARANDIARAN. “Bosquejo etnográfico de Sara (VI)” in AEF, XXIII (1969-1970) pp. 110 y 112.
  15. José Miguel de BARANDIARAN. “Rasgos de la vida popular de Dohozti” in OO.CC. Tomo IV. Bilbao, 1974, p. 62.
  16. José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: En Liginaga (Laguinge)” in lkuska. Nº 10-13 (1948) p. 84.
  17. José Miguel de BARANDIARAN. “Rasgos de la vida popular de Dohozti” in OO.CC. Tomo IV. Bilbao, 1974, p. 61.