XVI. LAS SEPULTURAS EN LAS IGLESIAS. JARLEKUAK. FUESAS

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Hasta las disposiciones legales del siglo XIX fue práctica habitual el que a los muertos se les enterrara en el interior de la iglesia. A tal finalidad, cada casa tenía asignado en la nave del templo un lugar de enterramiento, esto es, una sepultura. Todavía en muchas localidades existen antiguas sepulturas bajo la entablación que cubre las naves de la iglesia. Estos enterramientos dieron origen a prácticas que tuvieron gran importancia en la religiosidad del pueblo y que han perdurado casi hasta nuestros días.

Tiempo después, cuando los enterramientos pasaron a hacerse en cementerios, las casas continuaron teniendo asignado el lugar que antaño fue la sepultura real, convertido ahora en sepultura simbólica. Esta era ocupada por las mujeres de la casa durante los oficios religiosos y era allí donde se hacían las ofrendas.

La sepultura simbólica era un tramo de pavimento, cuyas medidas aproximadas oscilaban entre los dos metros de largo y uno o medio de ancho. He aquí algunos datos constatados: 2,50 x 1,50 m. (Galarreta-A); 2,00 x 0,61 m. (Andoain-G); 1,76 x 0,78 m. (Deba-G); 1,30 x 0,55 m. (Altza-G); y 1,90 x 0,60 m. (Zerain-G).

En algunas localidades, la sepultura se reconocía por su forma rectangular que iba señalada con un número (Mélida y San Martín de Unx N), o por las siglas de los apellidos de la familia o el número de la casa donde vivían (Mendiola-A). En Berriz (B), antes de la restauración de la iglesia, llevada a cabo poco antes de 1923, las sepulturas se distinguían en que sus tapas eran de tabla, siendo de piedra lo restante del pavimento. Posteriormente se entarimó todo el suelo y las sepulturas quedaron señaladas con líneas de puntas clavadas en sus bordes[1]. En Zegama (G) la sepultura era larga y estrecha, y marcada con unos listones negros[2].


 
  1. AEF, III (1923) p. 46.
  2. AEF, III (1923) p. 110.