La ofrendera de pan. Aurrogia

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En primer lugar figuran las localidades donde se ha constatado que la ofrenda consistía en pan o pan y cera. Al parecer, la ofrenda de pan fue sustituyéndose por la de luces en forma de velas o de los elementos que componían la «sepultura» simbólica, para materializarse finalmente en dinero.

En Meñaka (B), encabezando el cortejo iba una vecina, denominada aurreogije, portadora del pan. Había de ser casada o soltera, según el estado civil del difunto. Si era recién bautizado, solía ser la madrina. Llevaba bajo el brazo un cestillo cubierto por un pequeño mantel donde antiguamente portaba un panecillo y a principios de siglo una moneda de diez céntimos, equivalente al precio de un responso[1].

En Bedia (B), en las primeras décadas del siglo, en cabeza del cortejo marchaba una mujer denominada aurrogie, con una cesta en la cabeza que contenía un pan y cuatro velas pequeñas. Cerrando el cortejo marchaba otra mujer, también portando una cesta sobre su cabeza, llevando dos panes de cuatro libras. También en Zegama (G), entre el grupo de las mujeres que componían el final de la comitiva fúnebre, iba una llevando en una cesta las velas y las ofrendas[2].

En Orozko (B), la sacristana portaba en la cabeza el cesto con el pan, aurrogie. Cuando la familia era de posición económica desahogada la ofrenda era de dos panes.

En Zeanuri (B), abriendo el cortejo fúnebre iba una mujer, vecina de la casa mortuoria, que portaba sobre la cabeza una cestilla, aurrogi-otzarea, y dentro de ella un pan, aurrogie. La costumbre se perdió a raíz de la guerra de 1936. Igual ocurría en Lezama (B), donde una vecina llevaba un cestillo, otzaria, cubierto con un paño blanco y puntillas; sobre él, un pan.

En Gorozika (B), a esta figura se le conocía como aurregia e iba también encabezando el cortejo. Era la mujer que cumplía la condición de vecina más próxima, andrazkoa auzorik urrena izaten zan. Si fallecía el inquilino, el papel lo desempeñaba la dueña de la casa, ugazabandrea. Aunque originariamente llevó pan, al tiempo que se remonta el recuerdo de los informantes portaba la cesta de la «sepultura» que contenía los candelabros, las candelas adornadas con lazos negros y sendos paños blanco y negro para que recogieran las lágrimas de las candelas. Ella encendía las velas en la puerta del templo, una vez las había colocado en los candeleros, mientras el sacerdote recitaba el responso. Luego los tomaba en las manos y marchaba delante del cuerpo camino del camposanto. De vuelta, accedía a la iglesia y los colocaba en la sepultura.

En Amorebieta-Etxano (B), una vecina, denominada eurregije, encabezaba el cortejo delante de la cruz parroquial. Llevaba una singular cesta de mimbre en la que en otro tiempo llevó pan y luego cuatro candeleros y cuatro velas con cintas negras y un mantel blanco para colocar en la sepultura de la iglesia y sobre él, los candelabros con las velas. Si la difunta había sido soltera, la portadora debía serlo también.

En Amurrio (A), encabezando el cortejo fúnebre, delante de la caja, iban dos jóvenes vestidas de luto riguroso «las del aurrogui», llevando sobre la cabeza unos cestos alargados, cubiertos asimismo por telas negras, con los panes de la ofrenda[3]. También en Amézaga de Zuya (A), dos mujeres, familiares del fallecido, iban con sendos cestos con las ofrendas consistentes en panecillos, bollos o pan.

En Aia (G), era una vecina del difunto, soltera, denominada aurrekoa, la que portando una vela y un pan de dos libras, iba detrás del cura que abría el cortejo y por delante del cadáver[4].

En Elosua (G), encabezando la comitiva iba una muchacha, denominada ogiduna, perteneciente a la casa más próxima a la del difunto. Vestía de negro con mantilla de dibujo, rodete negro sobre la cabeza, sorkia, y sobre él la cesta, otarra, con un pan redondo, olatia. Este se cubría con un pañuelo negro y blanco cuyos tres picos colgaban fuera de la cesta. Esta figura desapareció hacia finales de los años sesenta.

En Ataun (G), detrás del féretro, iba una muchacha de la casa más vecina de las que hay en el camino mortuorio o gorpuzbide con una cesta a la cabeza de donde venía su nombre de zesterazalea. Dentro de ella llevaba los panes de la ofrenda cubiertos con un velo negro y sobre él una argizai-kajea y candelilla, de dos varas aproximadamente de larga, doblada y retorcida[5].

En Amezketa (G), una mujer soltera o una vecina allegada de la casa mortuoria, situada detrás del ataúd, llevaba en una cesta las primeras ofrendas para la sepultura. El cestillo iba cubierto con un paño negro bordado en el centro con una cruz de plata. Sobre el paño un atado de cerilla, eskubildua o eskubillua, con cinta negra y dos cerillas enrolladas en madera, argizaiolak. También fue frecuente que llevara pan. Cuando desapareció la costumbre de esta clase de ofrenda, se mantuvo durante un tiempo la figura de la mujer portadora del cestillo. En el Barrio de Ugarte de esta localidad se llegaron a conocer dos portadoras simultáneamente: la mujer de la familia llevando las velas y la serora, los panecillos.

En Abadiano (B), antiguamente, una mujer del vecindario, serorie, era la encargada de llevar en el cortejo las velas y el «Pan de las Animas». Más tarde pasó a llevar sólo las velas y a la entrada de la iglesia se las entregaba a la sacristana.

En Durango (B), en los años treinta, delante del féretro marchaban tres seroras. La del medio, lo hacía portando una cestita cubierta con un paño blanco sobre el que iba el pan de la ofrenda y el crucifijo en su mano derecha, y a ambos lados las otras dos, con sendos candelabros.

En Berastegi (G), antaño, era la vecina de más confianza de la casa mortuoria, la encargada de portar la ofrenda del funeral que consistía en un pan y una vela.

En Garagarza Arrasate (G) era una muchacha joven, soltera y vecina de la localidad la que completamente enlutada encabezaba el cortejo. Llevaba sobre la cabeza una cesta, otarra, con la ofrenda de pan, que sostenía con la mano derecha.

En Portugalete (B), era la avisadora la que llevaba la ofrenda en un canastillo sobre la cabeza. Dentro del cortejo iba tras la cruz alzada, por delante del sacerdote y el féretro.

En Bernedo (A), la ofrenda de pan era llevada por la mujer de la casa. Consistía en dos tortas que en Lagrán y Villaverde se llamaban ortejos. Esta ofrenda se llevaba a la iglesia en un cestaño de mimbre cubierto con un velo negro sobre el que se colocaban las tortas y con las puntas del velo lo cubrían casi por completo.

En Goizueta (N), el pan de la iglesia lo llevaba alguna de las mujeres de la casa: la madre, una hermana o una cuñada.

En Salvatierra (A), las ofrendas de pan y velas eran portadas por las mujeres que iban situadas detrás de la cruz y por delante del sacerdote y el féretro.

En Apodaca (A), hasta los años veinte en que se perdió esta costumbre, el mozo mayor iba detrás de la caja con un cestaño cubierto de un paño blanco en el fondo, portando tres panes para la ofrenda: un laurenqui[6] y dos tortas o molletes.

En Bidegoian (G) existió la tradición, conservada hasta los años cuarenta, de que tras la cruz que presidía la comitiva fuera el sacristán con la ofrenda de los panes.


 
  1. AEF, III (1923) p. 34.
  2. AEF, III (1923) p. 15.
  3. José MADINABEITIA. El Libro de Amurrio. Bilbao, 1932, p. 139.
  4. Juan GARMENDIA LARRAÑAGA. Léxico Etnográfico Vasco. Donostia, 1987, p. 32.
  5. AEF, III (1923) pp. 118-121.
  6. Del vascuence lauren “cuarta parte” y el sufijo ki, designativo de materia con nota de origen fragmentario, “lo de cuarta”. Vide Federico BARAIBAR. Vocabulario de palabras usadas en Alava. Madrid, 1903, p. 154.