Clases y tipos de ataúdes

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La «caja», kaxa o kutxa de fabricación artesanal ha sido en Álava y Navarra preferentemente de pino o chopo. En Gipuzkoa donde lo habitual era el roble o castaño, se utilizaba el pino en las de menos categoría. También en Navarra se construían de roble como señal de distinción (Eugi, Murchante, Sangüesa,... ).

Si se trataba de niños, Hijas de María y jóvenes con menos de 14 años, los ataúdes eran blancos, forrados de seda o raso. A los miembros de la Congregación de los Luises y de las Hijas de María se les ponía encima la cinta azul correspondiente a la Congregación y a los pertenecientes al Apostolado de la Oración una cinta roja, domina (Telleriarte-Legazpia G). En Abadiano (B), Elosua y Zerain (G) se utilizó el color azul claro para los jóvenes. Para adultos, el color empleado era siempre el negro. En Aria (N) la tela negra con que se forraba el ataúd se denominaba gurueinaz y se compraba en la vecina localidad de Garralda.

En Izpura (BN) los carpinteros fabricaban dos clases de ataúdes, los denominados planos, kutxa xabalak y los altos, kutxa bizkardunak. Estas cajas eran de madera y las de los adultos no se pintaban, únicamente se recubrían a los lados con un tejido negro bordado de una franja blanca, lieta. Cuando en Elgoibar (G) se empleó por primera vez el color madera en un ataúd se tomó como una irreverencia. Se decía: «Jesus! Ildakoaren kaja zeren berritu» ( ¡Por Dios!, cómo se les ocurre cambiar la caja del muerto).

En Salvatierra (A) se ha constatado que la fabricación de ataúdes en serie se inició tempranamente, hacia 1920, abasteciendo a pequeños núcleos de población próximos a ella (Narvaja).

Pero este caso se muestra excepcional entre las poblaciones encuestadas ya que la introducción de féretros menos artesanales se produce paulatinamente entre 1944 (Llodio-A) y 1970 (Aria-N). En Zeanuri (B), hacia el año 1960, el mismo carpintero del pueblo empezó a traer de la Rioja féretros pintados, pero la gente seguía prefiriendo los ataúdes entelados. Además había que colocarles los listones o andas que eran piezas necesarias para recorrer los caminos difíciles y largos del cortejo fúnebre. En Artajona (N), cuando se introdujeron las cajas fabricadas en serie, según los informantes los carpinteros fueron limitando la producción que quedó restringida a las personas de menor poder adquisitivo. Los últimos ataúdes artesanos se fabricaron en esta localidad a finales de los años cincuenta.

Tipos de ataúdes modernos.

La introducción de ataúdes fabricados en serie va a tener repercusiones tanto en el modo de presentar el cadáver durante su permanencia en la casa, como en la función de los porteadores o anderos.

Respecto al primer punto, el cadáver dejará de exponerse sobre el suelo o el lecho mortuorio y será introducido en la caja inmediatamente después de ser amortajado.

Respecto a los porteadores, antaño eran vecinos que en el caso de Navarra cobraban una cantidad por el traslado. Era un trabajo penoso no tanto por el esfuerzo físico que requería cuanto por los humores que se desprendían en ocasiones pese a algunas medidas que se tomaban como colocar dentro del ataúd cartones (Carranza-B), sal y hielo (Murchante-N) o serrín (Telleriarte-Legazpia-G, Azkaine-L), cal en polvo en el fondo y serrín por encima (Izpura-BN, Bidania-G[1]). En esta última localidad a partir de los años cincuenta el carpintero comenzó a enyesar el fondo y las juntas del ataúd.

Las mejores condiciones de higiene de los nuevos féretros, incluso con sábanas higiénicas herméticas, da paso a una participación mayor de los miembros de la familia como porteadores. En adelante serán los allegados y sobre todo los parientes los que transportarán el féretro a la iglesia y al cementerio. También podemos pensar que la mayor asepsia de los ataúdes ha ayudado a que éstos sean introducidos en el interior de la iglesia durante el funeral de cuerpo presente. Entre los informantes de más edad permanece el recuerdo del charco en el pórtico de la iglesia, bajo el féretro, tras las honras fúnebres.

En nuestros días, en todas partes, -aunque en poblaciones importantes venía haciéndose con anterioridad- los ataúdes se impermeabilizan forrando su interior de plástico y se emplean fundas herméticas para envolver el cadáver. Cuando éste es transportado de una localidad a otra se utilizan féretros con revestimiento de zinc para mayor higiene y mejor conservación del cuerpo.

Mucho han cambiado las tarifas de los ataúdes desde principios de siglo. Hacia 1930 su precio oscilaba entre 10 y 15 ptas. en Gamboa (A). En 1945 en Carranza (B) por una caja corriente de pino se pagaban 175 ptas; si tenía dos caídas valía 375 ptas. y las de niño a 125 ptas. Por las mismas fechas en Moreda (A) los precios oscilaban en torno a las 250 ptas. Años más tarde, los compraban en un almacén de la vecina localidad riojana de Leza y pagaban por ellos entre 2.000 y 8.000 ptas. El último ataúd que fabricó el carpintero de Zeanuri (B), hacia 1970, costó 750 ptas.


Actualmente las funerarias disponen de un amplio muestrario de ataúdes. Sus precios oscilan entre las 40.000 y las 400.000 ptas. aunque lo habitual es que se sitúen entre 100.000 y 200.000 ptas. Predomina el color de madera natural barnizada, que puede ser blanco si se trata de niños. La forma rectangular parece usarse menos que las de bordes redondeados o las de tipo inglés. La almohada, el satén o raso blanco en el interior, la tapa de cristal y la sobretapa, son habituales hoy.


 
  1. AEF, III (1923) p. 105.