Cubrimiento de las paredes

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Hasta aquí se ha constatado la preocupación por ocultar los espejos, cuadros y otros elementos llamativos de la habitación mortuoria. El caso extremo ha consistido en ocultar completamente las paredes de la estancia mediante lienzos o sábanas de modo que el cadáver quedase rodeado por ellas, a veces incluso cubriendo el techo. Al igual que las anteriores costumbres, esta otra se ha observado mayoritariamente en el País Vasco continental, aunque también se ha recogido en el área peninsular.

En Busturia (B), por ejemplo, se tapaban con sábanas blancas las paredes de la habitación en que se colocaba al muerto.

En Ziga (Baztan-N), en la habitación del difunto o en la sala donde se disponía el ataúd, se colgaba como fondo en la pared que estaba tras el mismo el olzako oiala, que era un lienzo grande semejante a un tapiz hecho de lienzo casero amarillento, egune, con dos encajes paralelos verticales a derecha e izquierda y dos y a veces tres cruces bordadas con hilo negro. Dicho lienzo formaba parte de las prendas, ioiak, que aportaba toda joven que entraba a ser dueña de una casa baztanesa[1].

En Ezpeize-Undüreiñe (Z) se extendían unas sábanas, pathe-mihisia, sobre las cuatro paredes de la habitación del difunto y se decoraban con hojas de laurel dispuestas en cruz y prendidas con alfileres. Se ponían también pequeñas ramas de boj.

Lienzos decorados con hojas de laurel, ocultando las paredes. Espeize-Undüreiñe (Z). Fuente: Michel Duvert, Grupos Etniker Euskalerria.

Según cuenta un informante de Urdiñarbe (Z), cuando había un muerto en la casa se bajaba a la planta baja ya que las habitaciones eran de difícil acceso a causa de la escalera. La planta baja se decoraba mediante colgaduras que caían del techo al suelo, cubriendo las cuatro paredes e incluso las ventanas. El techo no se decoraba. Sobre estas colgaduras se ponían hojas de laurel en cruz uniformemente repartidas. El cadáver se depositaba sobre una plancha apoyada horizontalmente en dos caballetes, xütileak, y quedaba completamente cubierto, incluido el rostro, por un paño especial, hilmihisia.

En Sara (L) a veces se ponía una tela en el techo de la estancia.

La costumbre de adornar la habitación de este modo se halla relacionada con la preparación de la estancia mortuoria para la exposición del cádaver por lo que los datos aquí recogidos se completan en el apartado que sobre este tema se incluye en el capítulo El velatorio. Gaubela. Disposición de la estancia mortuoria y del cadáver.


 
  1. AEF, III (1923) p. 130.