Toques de entierro
Los diferentes toques de campana comentados hasta aquí tienen por finalidad la de comunicar al vecindario el fallecimiento de un integrante del mismo, al menos los tañidos iniciales que se hacen sonar tras ocurrir el óbito. Asimismo se han recogido otros toques a muerto que se tañen desde ese momento inicial hasta la misa funeral. En este punto se incluyen por último los que anteceden y siguen inmediatamente al funeral. Su fin no es el de comunicar el óbito ya que a esas alturas la noticia es conocida, en todo caso anuncian la celebración de la misa; pese a ello se incluyen en este apartado para no romper su unidad ya que todos los toques de campana referidos presentan una continuidad en el tiempo.
Estos toques de campana siguen unas pautas que dependen de cada localidad pero tienen en común el que se tañen antes y después del funeral ya que durante la función religiosa no se hacen sonar las campanas. Estos son los esquemas que se siguen:
- 1. Suenan las campanas desde el momento en que el cura sale de la iglesia en dirección a la casa del fallecido hasta que el cortejo regresa a la iglesia.
- 2. Sólo desde que el cortejo sale de la casa hasta que llega a la iglesia.
- 3. Unicamente a la llegada del féretro a la iglesia.
En casi todos los casos se tañen de nuevo las campanas a la salida del cortejo de la iglesia y mientras se dirige al cementerio.
1. En Carranza (B), aproximadamente por los anos cuarenta, el sacristán comenzaba a tocar a muerto cuando el sacerdote y los monaguillos salían de la iglesia en busca del féretro, manteniendo el tañido hasta que, de regreso a la iglesia, era introducido en la misma. Una vez celebrado el funeral se continuaba tocando mientras se conducía al cementerio y se le daba sepultura. Esta costumbre aún permanece vigente al menos en una parroquia de esta localidad: Lanzasagudas.
En Alboniga (Bermeo-B) se tocaba ill-kanpaie para anunciar el funeral, cuando el cura iba a buscar el cadáver y al salir el cortejo fúnebre del caserío, urtekerien. Durante todo el camino hasta la iglesia las campanas seguían sonando, por lo menos en los casos en que el cortejo fuese visible desde la iglesia.
En Gorozika (B) el día de los funerales se tañen las campanas primero con un ritmo lento mientras el sacerdote se desplaza a la casa mortuoria y después progresivamente más rápido a medida que el cortejo se aproxima a la iglesia.
En Berganzo (A) se tocaba igualmente desde que el cura salía de la iglesia hasta que regresaba a la misma con el féretro y desde la finalización de la misa hasta darle tierra. Lo mismo ocurría en Ribera Alta (A), Allo y Monreal (N).
En Artajona (N) se realizan en los funerales tres toques de llamada En el segundo se sale en busca del cadáver para estar antes del tercero ya en la iglesia. Antes de hacer su aparición la moda de transportar el féretro en coche mortuorio, una vez terminado el funeral se volvían a tocar las campanas desde la salida del templo hasta el lugar donde se despedía el cadáver, camino del cementerio, en concreto un tramo de la calle Jerusalén.
En Mélida (N) se dan tres toques a modo de aviso cada cuarto de hora. Al hacer sonar el tercero el sacerdote se dirige a la casa del difunto, después, durante todo el recorrido hasta la iglesia y de ésta al cementerio se siguen tañendo las campanas con un toque lúgubre y espaciado. Antes era el sacristán el encargado de su ejecución, hoy en día está mecanizado.
En Murchante (N) ocurre otro tanto. El primer toque comienza media hora antes, el segundo al cuarto de hora y el tercero y último justo cuando el cura va a buscar el ataúd a la casa. Cesa este último toque cuando llega a la misma y después no se produce ninguno. Hasta la década de 1950 se oía de nuevo el repicar de las campanas desde la salida del funeral hasta que el cortejo se despedía del difunto en una calle del pueblo.
En Lezaun (N) se tocaba a muerto media hora antes del inicio de la misa con un solo repique, indistintamente si el muerto era hombre o mujer. Cuando el cura salía de la iglesia en dirección a la casa hasta que regresaba con el cortejo también se tocaba y nuevamente desde que se dejaba la iglesia camino del cementerio hasta que el ataúd se introducía en la fosa, ya que este recinto se divisaba desde el campanario.
En Zugarramurdi (N) se daban toques de campana desde que el cura salía de la iglesia en dirección a la casa mortuoria; continuaban durante el regreso del cortejo y después se reanudaban durante el entierro[1].
En Arberatze-Zilhekoa (BN) el día del entierro por la mañana andere serora tañía las campanas alrededor de diez minutos al partir el cura desde la iglesia hacia la casa y no volvía a tocarlas hasta estar segura de que el cortejo divisaba la iglesia. Las campanas volvían a cesar cuando todo el mundo estaba instalado en el interior del templo y sonaban de nuevo en la elevación, desde el responso al cementerio y a la vuelta a la iglesia tras haber dado tierra al cadáver.
En Gamarte (BN) andere serora hacía sonar las campanas cuando el cura salía de la iglesia hacia el domicilio del fallecido, al llegar el ataúd a la iglesia y al ser introducido en la fosa.
En Urdiñarbe (Z) el día del entierro se tocaba desde el momento en que el cura salía hasta la llegada del cuerpo a la iglesia.
2. Fue muy común que las campanas se tocasen durante el cortejo de la casa a la iglesia y después durante el trayecto de ésta al cementerio (Artziniega, Moreda, Narvaja, Salcedo, San Román de San Millán-A, Muskiz-B, Elgoibar-G, Garde, Izal y San Martín de Unx-N).
En Amézaga de Zuya (A) tañían las campanas mientras se llevaba el cadáver a la iglesia, durante el funeral y entre tanto se portaba al cementerio. Con el tiempo esta costumbre se fue perdiendo y ahora sólo suenan antes de introducirlo en la iglesia y al llevarlo al cementerio.
En Mendiola (A) el monaguillo tañe las campanas desde el momento en que se saca el cadáver de la casa mortuoria y acelera el ritmo a medida que la comitiva se acerca a la iglesia. Asimismo el repicado continuo y pausado dura hasta que el difunto recibe sepultura. En Plentzia (B) también se aceleraba el ritmo de los sones a medida que el cortejo se aproximaba a la iglesia.
En Lemoiz (B), al salir el cortejo fúnebre de la casa, suenan toques largos e intermitentes. También se tañen las campanas al terminar el funeral y en el momento de introducir el cadáver en el cementerio, siendo entonces los toques más rápidos.
En Amezketa (G) el día del funeral el sacristán se colocaba en la torre del campanario a fin de divisar la salida del cortejo desde la casa mortuoria. En ese momento empezaba a tañer las campanas sin pausa hasta que todos entrasen en la iglesia. El entierroko kanpaia o toque de entierro se ejecutaba golpeando alternativamente la campana grande y la pequeña en el barrio de Ugarte o dando un golpe a la grande y dos a la pequeña en la parroquia de Amezketa. Acabado el funeral, se reanudaban los mismos toques mientras la comitiva se dirigía al cementerio.
En Viana (N) se hacen sonar las campanas varias veces durante la conducción del cadáver a la iglesia. En el pasado también se tañían las campanas cuando se sacaba el cadáver de la iglesia en dirección al cementerio.
En Obanos (N) se tañe a muerto con toques espaciados desde la llegada del sacerdote a la casa para dirigir el cortejo. Se vuelve a tocar una vez concluido el funeral hasta que se despide el cadáver en el límite del pueblo camino del cementerio. Durante la misa funeral no se tocan las campanas.
En Donoztiri (BN) se tañían las campanas durante el traslado del cortejo fúnebre de la casa mortuoria a la iglesia y después durante el acto del sepelio que tenía lugar a continuación del oficio funeral[2]. En Armendaritze (BN) se toca desde el levantamiento del cuerpo hasta su llegada a la iglesia y durante el entierro hasta la conclusión de la ceremonia en el cementerio.
En Zunharreta (Z) se hacía sonar la campana desde la salida de la casa hasta la iglesia y se volvía a tañer desde el ofertorio hasta el enterramiento.
En Zeberio (B) si el caserío del fallecido se halla lejos se empieza a tocar en la ermita más cercana y, según se va acercando el cortejo a la iglesia, se continúa con las campanas de ésta. Cuando se aproxima al pórtico se acelera el ritmo, al igual que cuando se traslada al cementerio. Si el funeral se ha celebrado en otro pueblo y se le entierra en éste, se tocan las campanas cuando se va a introducir el féretro en el cementerio.
En Elgoibar (G), cuando en los años sesenta moría un vecino del barrio de San Pedro, se dejaba oír el tañido de la campana de la ermita desde la salida del féretro por la puerta del caserío hasta que la comitiva fúnebre se perdía de vista. En el instante en que dejaba de tocar esta campana comenzaban a hacerlo las de la parroquia y así continuaban hasta que el cuerpo fuera depositado en el humilladero de San Salvador. Durante el funeral permanecían en silencio pero una vez finalizado éste, cuando los anderos cogían de nuevo el féretro, sonaba la campana grande de la parroquia hasta que el cuerpo era depositado en el cementerio; a este toque se le denominaba entierroko kanpaia.
En Llodio (A), cuando el cortejo se acercaba a la ermita, comenzaba el toque de campanas y no cesaba hasta verlo desaparecer. Asimismo, cuando se divisaba desde la parroquia se iniciaban los sones que se iban intensificando cuanto más se acercaba. Al salir de la iglesia, nuevamente se tañían las campanas.
En Baigorri (BN), cuando se partía con el cuerpo del difunto desde el barrio de Urdos hacia St. Etienne, la encargada hacía sonar la campana justo hasta que se divisase el cortejo desde St. Etienne, entonces las campanas de la iglesia pasaban a tomar el relevo de las del barrio.
3. Como ya se ha mencionado en alguno de los ejemplos expuestos con anterioridad, actualmente al morir tanta gente fuera de su residencia habitual y llegar a la iglesia directamente desde el hospital en coche fúnebre, costumbre que se ha generalizado incluso cuando el fallecimiento ocurre en el propio domicilio, se han reducido los toques al momento de la recepción del féretro en la iglesia.
En Izpura (BN) se toca a muerto en el momento en que el féretro entra en la iglesia y se reanudan los sones al final de la misa, cuando comienzan las últimas oraciones y la bendición, hasta que es dejado a los albañiles para que lo introduzcan en la fosa.