Coronas y cruces artesanales

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En algunas localidades, particularmente del País Vasco continental, existió desde antiguo la tradición de llevar flores y ramos acompañando al cadáver desde la casa mortuoria hasta la iglesia y el cementerio, pero su singularidad estribaba en que eran ramos de fabricación casera portados generalmente por los vecinos.

En Aramaio (A), tanto con anterioridad como después de la guerra civil de 1936, aunque con carácter restringido, hubo algunas personas que en plan artesanal hacían coronas de flores naturales destinadas a familiares propios y a amigos.

En Valdegovía (A) los ramos y las coronas se han conocido siempre. La diferencia está en que antaño se confeccionaban en la propia localidad y eran más artesanales; ahora se compran en los establecimientos especializados.

En Izpura (BN) no hay flores específicas para el entierro, depende de la estación del año. Se emplean margaritas, rosas, tulipanes, junquillos, narcisos y violetas. El color de las flores tampoco tiene importancia, sirven todas; únicamente se reservan las blancas para los entierros de las personas jóvenes. Para hacer las cruces y los ramos la gente utilizaba un soporte en forma de cruz que se recubría de musgo o de verde al que después se le pinchaban flores. La costumbre de que, en la casa mortuoria o en alguna otra de la vecindad, se fabricaran estas cruces, decayó en los años treinta. En tiempos pasados, se llevaban también cruces de perlas que se compraban, pero a partir de la primera década del siglo se utilizaron cada vez menos.

En Lekunberri (BN), en otros tiempos, había pocas flores en las exequias. Era corriente llevar unas coronas hechas por las propias vecinas. Las confeccionaban en sus casas ya que disponían de tiempo suficiente en los tres días con que contaban desde que se producía el fallecimiento hasta la celebración de los funerales. Trenzaban mimbres, mihimenak, para obtener una circunferencia que recubrían de verde con hojas o ramas de laurel y boj sobre la que pinchaban flores, cortándoles el pedúnculo y fijándolas con alfileres. Después, se han utilizado flores de temporada de todas las clases sin que haya flores ni colores especialmente reservados para las exequias fúnebres.

En Oragarre (BN), antiguamente, los ramos y las coronas se improvisaban y se hacían en casa. No hay flores ni colores especiales para los entierros. Las coronas, ramos y flores son portados por los primeros vecinos u otros vecinos del barrio.

En Azkaine (L), las flores y los ramos son llevados siempre por los vecinos de la casa mortuoria. Antes, los ramos se hacían con hojas y ramaje verde sin que se utilizara el color blanco.

En Hazparne (L), antiguamente, en el cortejo fúnebre no se llevaban cirios ni flores acompañando al cadáver. Entre los años veinte y cuarenta, en el período de entreguerras, se introdujo la costumbre de llevar ramos hechos con flores de jardín, portados por los vecinos, no por familiares del difunto ni por los componentes del duelo o minduriak.

En Itsasu (L), en otro tiempo se veían escasos ramos de flores. Los pocos que en su caso se llevaban, los confeccionaban las propias mujeres del vecindario. Sobre un patrón se fijaba paja que se recubría de musgo y allí se clavaban flores de época, cultivadas en la propia casa o en la de algún vecino. No había flores concretas ni colores específicos para los entierros. Una tradición similar existía en Sara (L), donde los portadores de las flores eran los niños.

En Ezpeize-Undüreiñe (Z), en tiempos pasados, en el cortejo y en las exequias había relativamente pocas flores y ramos. El hacer ramos era un trabajo femenino, pues eran las vecinas quienes llevaban las flores a la casa mortuoria, donde hacían los ramos. Se preparaba una moldura de madera en forma de cruz a la que se ataba con ligaduras boj, verde y laurel, ezpela, berdura, erramia, para después pinchar flores, sobre todo de lis, que abundaban en el huerto de la casa. Cuando la comitiva llegaba a la iglesia, los ramos y flores se colocaban junto al féretro y después de las exequias, sobre la tumba.

En Urdiñarbe (Z), antiguamente, se portaban ramos de forma circular que carecían de flores, hechos únicamente de ramas verdes, preferentemente de boj, ezpela. Sobre una moldura en forma de hache se trenzaba el ramaje verde haciendo un círculo. Los propios vecinos hacían este trabajo y llevaban los ramos. Se conoció también otra costumbre, consistente en hacer cruces de madera y adornarlas con toda clase de flores. Una vez depositado el cadáver en la fosa, la cruz se colgaba o se enganchaba en el monumento funerario del difunto.