El novenario en los años veinte

De Atlas Etnográfico de Vasconia
Saltar a: navegación, buscar

Varias de las encuestas llevadas a cabo al inicio de los años veinte hacen mención del novenario que seguía al funeral. En ellas se destaca la función que durante estos días exequiales cumplía la sepultura familiar en la iglesia; sus luces se encendían y se ofrendaba en ella panes y dinero para responsos.

En Ataun (G), hasta finales del siglo pasado, el grupo de duelo, seizioa, iba a la iglesia a oír misa durante nueve días después del entierro. En los dos últimos tenían lugar las honras, una cada día. En 1922 asistía sólo alguno de los familiares del difunto, el cual solía encender las luces de la sepultura durante la misa en los nueve días y sacaba responsos en sufragio del alma del difunto[1].

En Andoain (G), durante los nueve días que seguían a los funerales, bederatziurrena, solían asistir a la misa cantada alguno de la familia del fallecido y el vecino más próximo, además de otras personas que tenían voluntad de ofrecer un sufragio por el difunto[2].

En Bidania (G), al entierro seguía un novenario consistente en rezar un responso durante nueve días consecutivos en la sepultura que la familia del difunto tenía en la iglesia; también se ofrendaba pan. En Zegama (G), las mujeres que acudían al novenario, beatziurriñe, llevaban cera a la sepultura y sacaban responsos[3].

Ofrenda de luces. Amezketa (G). Fuente: Garmendia Larrañaga, Juan. Neguko Festak. Donostia, 1993: Fot. J. Juanes.

En Arano (N), el novenario empezaba el día siguiente al funeral. Después de cada misa se rezaban en la sepultura de la familia del difunto varios responsos, uno cantado y los demás rezados. Durante el novenario ardían en la sepultura las velas y cerilla que las mujeres asistentes al funeral llevaban para este efecto[4].

En Otazu (A) era costumbre celebrar un novenario de misas con sus correspondientes ofrendas y con responsos que se rezaban en la sepultura de la casa del finado al finalizar cada una de ellas[5].

En Soscaño-Carranza (B), a los funerales seguía un novenario por el ánima del difunto, cantándose todos los días tres responsos ante la sepultura cuyas velas ardían durante la misa[6].

Los actos religiosos durante el novenario se hacían con gran solemnidad en la localidad de Galarreta (A): «Durante nueve días consecutivos después del entierro, se celebra una misa tras la cual el sacerdote juntamente con el sacristán, canta las vísperas de difuntos; después reza unos responsos en la sepultura y al fin sale al pórtico revestido con sus ornamentos precedido del sacristán que lleva la cruz y allí reza otros dos responsos juntamente con la gente que asiste (pues es costumbre ir de cada casa por lo menos uno, llevando un responso que se deposita en la sepultura del difunto). Después, el cura y el sacristán entran en la iglesia y los demás van a la casa mortuoria donde el hombre más anciano de la concurrencia reza dos padrenuestros por el alma del difunto, otro por las ánimas del purgatorio y otro por el primero que muera de los allí presentes, y terminan con una salve a la Santísima Virgen y una avemaría por la paz. Seguidamente se retiran a sus casas, excepto el último día de la novena en que todos, incluso el sacristán, se quedan allí a almorzar»[7].

También es digno de anotar el ceremonial que durante el novenario guardaba el cortejo femenino en Oiartzun (G) según la descripción que ofreció Lekuona: «Las mujeres que hacen el segizio[8], observan durante el novenario las rúbricas siguientes: para ir a la iglesia, previamente se reúnen todas en el portal de una determinada casa de la calle, donde se arreglan el vestido y desde donde salen en formación para ir a la Parroquia: en el séquito las mujeres del duelo, mindunak, van en último término. En la Parroquia cada una se coloca en la sepultura de su familia, donde enciende, además del billumen, la vela que va a ofrendar durante el Ofertorio. Llegado este momento de la Misa, apagan las velas de la ofrenda y juntamente con el pan llevan ésta al saco de la ofrenda, hecho lo cual besan la estola del sacerdote que sale a recibirla y vuelven al puesto donde todavía arderá durante toda la misa el billumen». Las mindunes son las últimas en ofrendar y son también las últimas a la salida; pero al formar la comitiva de regreso ocuparán el primer puesto y en este orden van hasta el portal o zaguán donde se vistieron, y donde rezarán cuatro o seis pater noster por el difunto y por otros de la casa[9].


 
  1. AEF, III (1923) p. 119.
  2. AEF, III (1923) p. 101.
  3. AEF, III (1923) pp. 106 y 110 respectivamente.
  4. AEF, III (1923) p. 128.
  5. AEF, III (1923) p. 68.
  6. AEF, III (1923) p. 3.
  7. AEF, III (1923) pp. 57-58.
  8. Se conoce con este nombre de segizioa la asistencia durante todo el año de algún miembro de la familia del finado a la iglesia parroquial a orar, alumbrar y ofrendar por el difunto. Esta asistencia varía según el tiempo del año y la categoría del entierro. Vide AEF, III (1923) p. 80.
  9. AEF, III (1923) p. 83.